Reflexiones
Tras comentar la adaptaci¨®n de los sindicatos a las nuevas condiciones sociales, entre ellas la aparici¨®n de la nueva derecha, el autor se centra en la realidad espa?ola con reflexiones "te¨®ricas" pero que pueden ser m¨¢s productivas al sindicato que el esfuerzo por descubrir la ¨²ltima maldad del PSOE.
Marx nos explic¨® el nacimiento del capitalismo. Sucedi¨® cuando se produjeron las tres grandes concentraciones: los mismos trabajadores en el mismo sitio produciendo las mismas cosas. Miles de obreros, hacinados en enormes f¨¢bricas, producci¨®n en masa... Y ah¨ª tambi¨¦n naci¨® y creci¨® el sindicato.Capitalismo y sindicalismo, cara y cruz de la misma moneda. Jhon Lewis, combativo l¨ªder de los mineros norteamericanos, sol¨ªa repetir aquello de que "el sindicalismo es tan inherente al capitalismo como la sociedad an¨®nima". Y Trotski lo recordaba gustoso.
Muchas cosas han pasado desde entonces, las transformaciones han sido profundas. En un momento determinado, el sector terciario super¨® al industrial, y pas¨® de estar al servicio de a ostentar la hegemon¨ªa. Y hasta en el centro del coraz¨®n industrial las cosas cambiaban r¨¢pidamente, cada d¨ªa hab¨ªa m¨¢s empleados y menos obreros. Y por si esto fuera poco, un nuevo sujeto social apareci¨® en escena: mujeres en busca de primera ocupaci¨®n y j¨®venes a la espera de un empleo precario. Los mercados de trabajo se multiplicaron, y cedieron los viejos y queridos contratos por tiempo indefinido. Naci¨® el part-time, el contrato en formaci¨®n, el eventual, el de nuevo ingreso, etc¨¦tera.
De repente, nuevos sujetos ingresaron en el ¨¢rea tradicional de representaci¨®n del sindicato. J¨®venes, mujeres, parados, jubilados; ?Dios m¨ªo!, dir¨ªa Foa, existen multitud d¨¦ mercados de trabajo y al sindicato le resulta dif¨ªcil hasta representar uno solo, aquel del trabajo industrial, asalariado y estable.
Dio la sensaci¨®n, durante un cierto tiempo, que el sindicato no ten¨ªa por qu¨¦ sufrir las transformaciones de su cong¨¦nere, el capitalismo. Por ¨¦l no pasaban los a?os, y, orgulloso, manten¨ªa inalterada su identidad cl¨¢sica. Hasta que explot¨® violentamente la crisis de representatividad, y los m¨¢s l¨²cidos de sus l¨ªderes empezaron a considerar que la tarea esencial, prioritaria, casi vital, era reconquistar el poder de representaci¨®n". Hab¨ªa que reconstruir la identidad perdida ante el "ocaso de la centralidad de la clase obrera", clase a estas alturas ya minoritaria, socialmente invisible, culturalmente oculta, pol¨ªticamente debilitada...
Y por si los problemas propios fueran pocos, le tocaba ahora al sindicato nadar contra la esplendorosa corriente de la nueva derecha. No es f¨¢cil definir la nueva derecha, ni lo que ¨¦sta supone para los sindicatos.
Tres podr¨ªan ser sus caracter¨ªsticas. La primera, naturalmente, la modernidad, la sirena posindustrial: "Lo que importa es el nivel de vida, hay que crecer, y despu¨¦s ya veremos". Lo que nos interesa destacar es la naturaleza subsidiaria que se da a lo social. Lo social, siempre, como efecto inducido. La soluci¨®n a todos los problemas sociales -incluso la desigualdad- arribar¨¢ un d¨ªa determinado al superarse un cierto nivel de desarrollo.
Se obvia as¨ª la contradicci¨®n fundamental, surgida en el acto de la producci¨®n, las clases desaparecen y se renuncia, por tanto, a actuar directamente en este ¨¢mbito y a intentar corregir, desde ¨¦l y a partir de ¨¦l, las desigualdades. Modernidad decorada con un tinte justificacionista, cuando no apolog¨¦tico, de lo existente.
La segunda caracter¨ªstica ser¨ªa la inmediatez. Hay que reeducar a las empresas para que asuman, sin tantos problemas, el enfrentamiento social directo, sin mediaciones sindicales o gubernativas.
Y por ¨²ltimo, nos encontramos con una nueva pedagog¨ªa popular, llamada a cancelar todas las expectativas y aspiraciones producidas en la poblaci¨®n por el Estado social. Mire usted, la pensi¨®n mejor se la hace a medida, y la sanidad, tambi¨¦n, y si de verdad quiere que sus hijos estudien, ll¨¦velos a un colegio privado. Hay que espabilar y sacarse uno rrusmo las casta?as del fuego. Ya hace tiempo que Brecht, malignamente, dec¨ªa que "si el pueblo no est¨¢ de acuerdo con el Gobierno y no se quiere o no se puede cambiar el Gobierno, ser¨¢ necesario cambiar el pueblo".
Esto es lo que hay, y ninguna de las soluciones, de existir, parecen ser demasiado f¨¢ciles. Tres aspiraciones, en todo caso, merecer¨ªan una atenci¨®n preferente: reconquistar el poder de representaci¨®n, garantizar el servicio p¨²blico y desarrollar una nueva cultura sindical de proyecto y control.
Ante la multiplicidad de sujetos y mercados ante esta nueva heterogeneidad, reconquistar la representatividad general es tarea que se me antoja bastante complicada. Exige, necesariamente, un trabajo, paciente y fatigoso, de identificaci¨®n de los intereses de los distintos sujetos que puedan tener una m¨ªnima acogida en un proyecto sindical de clase, y, una vez inventariados, al propio sindicato le corresponder¨¢ proponer y elaborar, en su interior, una especie de pacto de solidaridad, que intente arm¨®nizar una serie de intereses queser¨¢n a menudo dificilinente armonizables.
Pero cabe tambi¨¦n una v¨ªa m¨¢s r¨¢pida; que la legitimidad perdida por abajo venga otorgada por arriba. Por concesi¨®n administrativa. Convirtiendo as¨ª a los sindicatos en una pieza m¨¢s del sistema pol¨ªtico, y a los sindicalistas, en t¨¦cnicos de administraci¨®n de lafuerza de trabajo. No estar¨ªa del todo mal, pero no se reconquistar¨ªa ni un pimiento; aumentar¨ªa el distanciamiento entre v¨¦rtice y bases y se acelerar¨ªa la fragmentaci¨®n del mapa sindical, m¨¢s sindicatitos, asilvestrados, insolidarios, monetaristas...Servicio p¨²blicoNos encontramos ante un punto vital que condiciona el crecimiento del sindicato, y entre nosotros lo de crecer es una cuesti¨®n de vida o muerte.
Lo del servicio p¨²blico ya hace tiempo que dej¨® de ser una broma. Es el objetivo prioritario, como dec¨ªamos, de las arremetidas de la nueva derecha, que ha acabado consiguiendo esa identificaci¨®n social de lo privado con la bondad y de lo p¨²blico con la maldad, el desatino y la dilapidaci¨®n. Y ante la fragilidad cultural y pol¨ªtica que caracteriza a lo p¨²blico, parece llegado el momento de que sea el propio sindicato quien se alce como su valedor, pues a nadie se le escapa que es del salario colectivo de quien depende la calidad de vida. Es decir, el sindicato m¨¢s como garante del funcionamiento de los servicios esenciales de la comunidad que como defensor de los intereses particulares de los trabajadores del ¨¢rea p¨²blica. Y claro, si se decide esto habr¨¢ que buscar aliados, y meterle mano al engorroso tema de la huelga en los servicios p¨²blicos. Y en estos temas -como en otros que se contemplan con sorprendente distracci¨®n, como puede ser el fiscal-, por muchas vueltas que se le d¨¦ no cabe otro aliado que el Gobierno, sobre todo ahora.
Sobre lo de la huegla conviene no dramatizar; ser¨ªa bueno saber, entre otras cosas, si los servicios p¨²blicos funcionan mal porque hay muchas huelgas o si hay muchas huelgas porque funcionan mal.
Pero lo que de verdad interesa es armonizar una serie de derechos fundamentales constitucionalmente protegidos; uno de ellos -no el ¨²nico- es el de huelga; tambi¨¦n hay otros, y ser¨ªa bueno que fuera el sindicato quien diera el primer paso.
Y vayamos, por ¨²ltimo, a esa nueva cultura sindical de proyecto que sit¨²a al sindicato en el centro del proceso productivo y pretende controlar y gobernar las transformaciones, y no verse arrastrado por ellas.
El problema se delimita en el binomio de Rieser, el binomio alienaci¨®n/control, y lo que importa es saber si en cada momento del proceso existe m¨¢s control del trabajador o sobre el trabajador. Empezando por las condiciones objetivas de trabajo, habr¨ªa, por ejemplo, que analizar el grado de control existente en las distintas fases: acceso a la ocupaci¨®n, garant¨ªa en la ocupaci¨®n, salario, horario, condiciones ambientales, contenidos profesionales, acceso a los instrumentos formativos, movilidad, etc¨¦tera. Y a partir de ah¨ª establecer las exigencias concretas y las estrategias aplicables.
No s¨¦, pero puede que reflexiones de este estilo -te¨®ricas e inconcretas, si ustedes quierensean m¨¢s productivas al sindicato que el esfuerzo que se desarroIja para descubrir la ¨²ltima maldad del PSOE.
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