ETA ha perdido la partida
ETA ha perdido la partida. Nunca mejor empleada la palabra.Partido es un vocablo deportivo que pertenece al campo cultivado y moderno de la pol¨ªtica. Partida, m¨¢s all¨¢ de su significado l¨²dico, corresponde al terreno abrupto e, incivil de la guerrilla.
Cuando la partida se civiliza, se educa, se democratiza, entonces se hace partido; cambia la munici¨®n por la dial¨¦ctica, el disparo por el voto, el desprecio y el odio por la tolerancia y el disenso.
ETA no consigui¨® poner en pie al pueblo vasco ni durante el franquismo ni despu¨¦s del franquismo.
No logr¨® dar cohesi¨®n al complejo sector nacionalista.
A fuerza de empecinamiento y de inhumanidad ha logrado lo contrario y ha unido, adem¨¢s, a todos los partidos pol¨ªticos democr¨¢ticos del pa¨ªs en un frente com¨²n contra la violencia.
La cantidad de sus cr¨ªmenes y de sus errores se ha hecho calidad de rechazo y de resistencia general a los mismos.
Incluso el fracaso de la v¨ªa negociadora, intentada por el Gobierno espa?ol, al ser obstruida unilateralmente por ETA, se ha vuelto contra ella.
ETA se ha confundido de geograflia y de historia.
No estamos en el siglo XIX ni en la primera mitad del siglo XX. No somos un pa¨ªs colonial del Tercer Mundo.
El retraso de la movilizaci¨®n popular frente a ETA ha sido grande y nefasto. Porque grande ha sido la responsabilidad de buena parte de la clase dirigente, que ha callado -cuando no se ha regocijado- durante mucho tiempo y ha sido cobarde, vengativa y c¨®mplice.
Estamos contra ETA no tanto por lo que piensa, sino por lo que hace.
Estamos contra ETA los que siempre hemos estado contra la pena de muerte.
Los que hemos estado siempre contra cualquier grupo violento que mate, aterrorice, secuestre o extorsione; -contra cualquier sigla de matones mercenarios.
Somos los mismos que nunca nos hemos alegrado con los ¨¦xitos de los GAL. Lo que nos desagradaba no era lo mal que lo hac¨ªan, sino el mal que comet¨ªan, y no tuvimos empacho enpero en balde. Podr¨¢ seguir matando como cualquier otro grupo de delincuentes puede matar. Sus muertes nada tienen que ver siquiera con la guerra tradicional. Son asesinatos vulgares, odiosos y odiados, in¨²tiles, absurdos, sin otra caracter¨ªstica que la destrucci¨®n y la venganza.
Al acaecer en un ¨¢mbito de paz permanente y en contra del inmenso sentir popular, los asesinatos terroristas son cada d¨ªa m¨¢s execrables, m¨¢s fuera de ¨®rbita. El ¨²nico v¨ªnculo que tienen con el pueblo es el miedo y la resonancia tr¨¢gica en los medios de comunicaci¨®n.
Pero ETA ha perdido definitivamente la partida. Lo que resta, en el mejor de los casos, y con todo el esfuerzo y tiempo que se quiera y requiera, es que la partida se convierta en partido.
Porque ETA ha perdido la partida.
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