La otra guerra de Nicaragua
A principios de 1983, Indalecio Rodr¨ªguez, responsable pol¨ªtico de la contra, declar¨®:"1983 ser¨¢ el a?o de la victoria. Derrotaremos a los sandinistas en seis meses".
A principios de 1984, Adolfo Calero Portocarrero, jefe de la contra, declar¨®:
"En 1984 ocurrir¨¢ la definitiva derrota del r¨¦gimen sandinista".
A principios de 1985, el mismo Calero declar¨®:
"1985 ser¨¢ para nosotros lo que 1979 fue para los sandinistas"
. A principios de 1986, Donald Lacayo, vocero de la contra, declar¨®: "Los sandinistas tienen las horas contadas".
A principios de 1987, el mismo Lacayo declar¨®:
"El Gobierno de Ortega caer¨¢ antes de marzo".
A principios de 1988, Enrique Berm¨²dez, comandante militar de la contra, declar¨®:
"1988 ser¨¢ el ¨²ltimo a?o del Frente Sandinista'.
En julio de 1989, la revoluci¨®n sandinista cumple 10 a?os de Gobierno. Sus enemigos, mediocres guerreros de alquiler, tampoco tienen talento en el arte de la profec¨ªa. La revoluci¨®n cumple 10 a?os y ¨¦stos son d¨ªas de celebraci¨®n. Nicaragua est¨¢ ganando la guerra.
En julio de 1979, poco despu¨¦s de la fuga del ¨²ltimo de los dictadores de la familia Somoza, alguien escribi¨® una frase certera en un muro de la pequef¨ªa ciudad de Masatepe. Fue una mano an¨®nima, mano del pueblo, la que anunci¨®:
"Se morir¨¢n de nostalgia, pero no volver¨¢n".
El tiempo transcurrido ha borrado la frase en el muro y la ha confirmado en la historia.
La contra, que quiere la restauraci¨®n de la dictadura, se bate en retirada. Y con la contra, sus pagadores, aunque ante las c¨¢maras pongan cara de p¨®quer y aunque sigan financiando a este inmenso ej¨¦rcito de in¨²tiles.
Todav¨ªa los fondos que la contra recibe de Estados Unidos superan el total de la ayuda que Nicaragua recibe de un llamado Occidente. A lo largo de estos 10 a?os, Estados Unidos ha destinado a matar nicarag¨¹enses cuatro veces m¨¢s dinero que el que Europa brind¨® a Nicaragua para colaborar con su desarrollo econ¨®mico.
Pero esta victoria de Nicaragua contra el poderoso caballero don dinero es nada m¨¢s que una parte de la verdad.
Este pa¨ªs descalzo, este pa¨ªs en harapos, est¨¢ ganando la guerra contra la invasi¨®n militar imperialista, pero esa guerra no es m¨¢s que una larga y dolorosa batalla de otra guerra. La otra guerra, m¨¢s larga, m¨¢s dolorosa, y tambi¨¦n m¨¢s profunda, reci¨¦n est¨¢ empezando: la guerra contra el subdesarrollo, contra la herencia maldita del modo colonial de producci¨®n y de vida; la guerra contra la miseria, paridora de m¨¢s miseria; la guerra contra la ignorancia y el fatalismo; la guerra contra la obstinada estructura de la impotencia, que nos obliga a padecer la historia y nos impide hacerla.
Todos estos a?os de pelea contra la dictadura de Somoza y sus nost¨¢lgicos herederos cobran su verdadero sentido dentro del marco mayor de ese necesario combate contra sus causas, que son las causas de todas las dictaduras que c¨ªclicamente atormentan a nuestros pa¨ªses.
Un periodista europeo me cont¨® que hace un par de a?os viaj¨® en auto a Nicaragua.
Cuando se detuvo en el primer puesto de gasolina, un ni?o se le acerc¨®. El ni?o le pregunt¨® de d¨®nde era y si en su pa¨ªs hab¨ªa guerra. Y cuando supo que no hab¨ªa, quiso saber:
"?Y c¨®mo es un pa¨ªs sin guerra?".
La guerra militar ha desangrado a Nicaragua. Le ha dejado miles de muertos: las v¨ªctimas de los a?os de dictadura y de los a?os de invasi¨®n superan, en proporci¨®n, el total de bajas de Estados Unidos en todas sus guerras del siglo XX. Y la guerra militar ha dejado al pa¨ªs en escombros. Nicaragua sufre la m¨¢s grave crisis econ¨®mica que nadie pueda imaginar. Las encuestas coinciden en registrar el ins¨®lito hecho de que los sandinistas cuentan todav¨ªa con la simpat¨ªa de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n. En medio de la crisis feroz, en un pa¨ªs que tiene uno de los ¨ªndices de inflaci¨®n m¨¢s altos de la historia humana (20.000% el a?o pasado), esta porfiada popularidad resulta por lo menos asombrosa, y ser¨ªa del todo inexplicable si no fuera por la misteriosa energ¨ªa de la dignidad nacional. David sufre hambre y est¨¢ malherido, desesperado por pan y paz, pero ha demostrado que es posible vencer a Goliat.
Nicaragua se ha ganado el derecho de ser. Hace poco m¨¢s de medio siglo, el pa¨ªs figuraba en los mapas norteamericanos como protectorado de Estados Unidos.
La guerra militar, guerra de independencia, guerra contra la dictadura y la humillaci¨®n, est¨¢ concluyendo. Ahora empieza la guerra social, que ataca las hondas ra¨ªces de la desdicha nacional y, al hacerlo, desafila a la estructura imperialista de poder.
La palabra imperialismo est¨¢ fuera de moda en el mundo. Es de mal gusto pronunciarla, como si de un muerto se tratara; pero el imperialismo est¨¢ vivo y coleando, y existe y crece, aunque ya no se le mencione por su nombre. Tambi¨¦n existe la lucha de clases, al fin y al cabo, aunque los intelectuales ya no la nombren y aunque en Paraguay est¨¦ prohibida por la Constituci¨®n (art¨ªculo 71).
"Y es el imperialismo, ofendido, el que est¨¢ condenando a Nicaragua a expiar su victoria". El sistema necesita desprestigiar la dignidad, humill¨¢ndola ante la necesidad, para que no cunda el contagioso ejemplo. El veto, a cambio, se propone obligar al fracaso de las reformas que hab¨ªan empezado a transformar a Nicaragua cuando desde el Norte se desencaden¨® la invasi¨®n. Es verdad que Nicaragua cuenta, todav¨ªa, con un vasto movimiento de solidaridad internacional, pero las palabras de aliento no se comen y la voluntad de justicia de la revoluci¨®n sandinista choca contra el alto muro del acoso econ¨®mico, la extorsi¨®n financiera y el cerco pol¨ªtico, mientras un incesante chorro de mentiras contin¨²a envenenando a la opini¨®n p¨²blica mundial.
El m¨¢s democr¨¢tico de los pa¨ªses centroamericanos sigue siendo obligado a rendir examen de democracia, un examen por d¨ªa, ante la potencia que m¨¢s dictaduras ha fabricado en la historia universal. Pero cada d¨ªa la revoluci¨®n sandinista consigue salvarse del peligro de la amnesia: ella naci¨® para crear una democracia plena y no para cumplir con los hip¨®critas ritos de una democracia formal, donde la injusticia social, la marginaci¨®n cultural y la desigualdad econ¨®mica simulan ser los inevitables precios de una libertad vigilada.
"?stos son tiempos que ponen a prueba el alma de los hombres", hab¨ªa escrito Thomas Paine en los dif¨ªciles d¨ªas de la guerra de independencia de Estados Unidos contra Inglaterra.
Pocos pueblos en la historia humana han sido tan puestos a prueba como el pueblo de Nicaragua. En pocos a?os ha sufrido todos los desastres: la ocupaci¨®n extranjera, la dictadura, el terremoto, la guerra y, por si fuera poco, el hurac¨¢n que la asol¨® el a?o pasado y que dej¨® p¨¦rdidas equivalentes a cuatro a?os de exportaciones. "Somos un pobre venido a menos", me dijo un comandante ante la arrasada costa de Bluefie1ds.
Y, sin embargo, este pueblo sigue maltrecho pero paradito, muy de pie, queriendo abrirse camino hacia aquella Edad de Oro con la que so?¨® Don Quijote de la Mancha cuando delir¨® un mundo donde no exist¨ªan las palabras tuyo ni m¨ªo. Sus enemigos no pueden perdonarle esta volandera costumbre de violar la ley de la gravedad y la ley de la obediencia.
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