Los espa?oles Olaz¨¢bal y Mart¨ªn, segundos en el Open Brit¨¢nico
Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal y Miguel Angel Mart¨ªn, con 68 golpes (-4), comparten el segundo puesto del Open Brit¨¢nico con los estadounidenses Lee Trevi?o, Paul Azinger y Fred Couples, el australiano Wayne Grady y el argentino Eduardo Romero, tras el primer recorrido. El l¨ªder, con 66, es un ingl¨¦s -debutante en el circuito europeo, Wayne Stephens. Jos¨¦ Rivero concluy¨® con 71; Severiano Ballesteros, con 72, y Daniel Lozano, con 79. La bonanza del tiempo en Troon, con brisa pero sin viento, favoreci¨®, como se tem¨ªa el golfista c¨¢ntabro, la proliferaci¨®n de buenos resultados: 41 de los 156 participantes quedaron por debajo del par del campo, aunque curiosamente, ¨¦l no fue uno de ellos.
Cuando menos se espera, salta la liebre. Si no, que se lo digan a Mart¨ªn, que lleva unos cuantos meses de tribulaciones. Despu¨¦s de su ¨¦xito al superar tres multitudinarias eliminatorias para acreditarse como miembro del tour norteamericano, la suerte le ha vuelto la espalda y se ha hartado de fallar cortes. El pasado martes, sin embargo, le sonri¨® de nuevo. La renuncia del estadounidense Jay Haas a acudir a esta cita, posibilitaba su intervenci¨®n en la fase previa, en la que s¨®lo hab¨ªa podido situarse como primer reserva.Para festejar un rebote tan dichoso, Mart¨ªn se obsequi¨® con cinco birdies por un bogey. "A ver si contin¨²o as¨ª", resumi¨® en principio.. "No voy a tener m¨¢s remedio que enviarle un fax a Haas para agradecerle su inasistencia. Hasta el final, tem¨ª que apareciese por cualquier esquina", brome¨®.
Pero, si lo de Mart¨ªn constituy¨® una sorpresa agradable, lo de Olaz¨¢bal no fue. No en vano las apuestas ya le situaban de antemano en la s¨¦ptima posici¨®n (22 a 1), por detr¨¢s del ingl¨¦s Nick Faldo (7 a 1), con 71 ayer; Ballesteros (8 a 1); el gal¨¦s Ian Woosnam (8 a 1), con 73; el australiano Greg Norman (11 a 1), con 69; el estadounidense Curtis Strange (16 a 1), con 70, y el escoc¨¦s Sandy Lyle (20 a 1), con 73.
El vasco, que coleccion¨® seis birdies por dos bogeys, se qued¨® en el hoyo 18 con la miel de un nuevo birdie en los labios. La pelota se le detuvo a un palmo de su destino. Pero tampoco fue para desesperarse. Sus puns siguieron el buen camino. "El sueco Anders Forsbrand me sugiri¨® que acercara mis pies m¨¢s a la bola para tener mi vista encima de ella" confes¨®.
Si Rivero, con tres birdies y dos bogeys, tambi¨¦n venci¨® al campo, Ballesteros hubo de conformarse con igualar con ¨¦l: dos y dos. Su peor rato lo pas¨® en el green del hoyo 5, en el que sus tres putts le hicieron perder la ventaja que hab¨ªa obtenido en el anterior. Lo mejor para ¨¦l fue el par que salv¨® en el 17 al embocar la pelota desde cerca de 20 metros. "Fue la compensaci¨®n a mi mala salida en ¨¦l", ironiz¨®.
Un v¨ªdeo pol¨¦mico
El pedre?ero, por cierto, se encuentra muy disgustado porque la sociedad Independent Television News ha comercializado un v¨ªdeo sobre ¨¦l sin su participaci¨®n directa ni su autorizaci¨®n expresa. Su agente, el norteamericano Joe Collette, ha manifestado que emprender¨¢ acciones legales para defender los intereses de Ballesteros, que piensa producir otro en breve y que se siente traicionado por el capit¨¢n del equipo europeo de la Copa Ryder, el ingl¨¦s Tony Jacklin, ya que lo considera su amigo y, sin embargo, no fue advertido por el de la preparaci¨®n de una cinta de la que era el comentarista. "No cre¨ª necesario pedirle permiso para halagarle", se ha excusado Jacklin.
A sus 49 a?os de edad, Trevi?o, ganador del Open en 1971 y 1972, parece empe?ado en vivir una segunda juventud golf¨ªstica o, al menos, en echar una canita al aire por las alturas de las clasificaciones en las jornadas iniciales de los torneos del Grand Slam. En el Masters de Augusta, en abril, ya cerr¨® el recorrido de apertura como l¨ªder. Aunque en los otros fue cediendo terreno de forma inexorable, nadie le pudo quitar lo bailado, ese gustazo de estar por un momento ah¨ª arriba, donde sol¨ªa, y divertirse divirtiendo.
Ayer, por ejemplo, el p¨²blico contempl¨® entre sonrisas c¨®mo el texano apuntaba a su pelota con los dedos pulgar e ¨ªndice estirados, a modo de imaginaria pistola infantil, amenaz¨¢ndola de muerte si osaba oponer resistencia a convertirse en un birdie en el ¨²ltimo hoyo. Por supuesto, la bola, mansa, se apresur¨® a seguir el camino salvador del agujero.
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