Vueltas de tuerca
Lo normal es llegar a estas fechas tan neurast¨¦nicas pasaditos de vueltas. Pasado de vueltas es una expresi¨®n de empleado castizo que tiende a comparar los sucesos de la vida con las eventualidades de su autom¨®vil. Es l¨®gico. El vivir del empleado es un vivir mec¨¢nico, de engrases continuos, de ponerse las pilas, de hacer m¨¢quinas, de meter horas, de poner la quinta, de embragar a fondo, de pisar el freno, de guardar distancias de seguridad, de atender a los pilotos, de conducir siempre por la derecha, etc¨¦tera. No s¨¦ si me explico. A un empleado normal no se le puede pedir que haga met¨¢foras abstractas, que diga cosas como "de nuevo os present¨¢is formas a¨¦reas flotando ante mi vista entre la luz y el oro", ni que piense su vida como si fuera un ser libre. En el bajo mundo s¨®lo hay dos clases de personas: los que saben que son empleados y act¨²an como tales y los que saben que son empleados y act¨²an como si eso no fuera importante. Los ¨²ltimos son los que dan m¨¢s pena.Pues bien, el empleado medio llega a estas lastimosas fechas pasadito de vueltas y con raras lagartijas en el cerebro. Por ejemplo, tiende a pensar que las vacaciones existen y que estas vacaciones difieren en algo de la angustia con que se desayuna los d¨ªas laborables. La gente empieza a hacer cosas extra?as en su lugar de empleo. Por ejemplo, tiene prisa porque llegue el d¨ªa de la presunta liberaci¨®n. Es disciplicente con sus compa?eros, ya que piensa no los volver¨¢ a ver. Tacha cifras en el calendario y se frota las manos cada vez que usa el bol¨ªgrafo para ese menester. Vocifera, vilipendia y eventualmente se enamora s¨®lo para demostrarse a s¨ª mismo que la proximidad de lo que sue?a es pura cuesti¨®n de tiempo. Mientras el calendario se consume, sus nervios se derrotan. Despu¨¦s de cuatro o seis semanas haciendo cruces, mirando a los compa?eros como posibles destinatarios de alg¨²n pesticida contra la mediocridad humana, de contar cada segundo de oficina, de llamar 14 veces diarias a su pareja para comprobar que el apartamento en La Manga es definitivamente suyo durante 30 -en su opini¨®n, infirLitos- d¨ªas, de declararse -ahora que ya no hay tiempo para jugar a nada- a la secretaria del superior inmediato y ponerse ac¨¦rrimo con ese amor reci¨¦n descubierto, de so?ar con la intensidad de una pesadilla en las maravillas que le va a deparar ese trocito de mar o de monta?a cuya naturaleza imagina -vaya usted a saber por qu¨¦- del todo diferente a la que puede encontrar en los merenderos de la Casa de Campo, despu¨¦s de cuatro o seis semanas sometiendo su cuerpo a esos destrozos, cualquier ser humano, incluido ese ser lim¨ªtrofe que es el empleado, debe considerarse acabado. No es m¨¢s que un alimento pasado de fecha en el consumo de la sociedad humana.
Ahora viene lo c¨®mico. Despu¨¦s de haberse convertido a s¨ª mismo en un despojo humano, el empleado medio derrocha sus ¨²ltimas y en absoluto apreciables energ¨ªas en echarle la culpa de su deterioro a la empresa en la que ha tenido la fortuna de ser contratado. No miento. M¨¢s del 910%. de los empleados consultados por este cronista civil est¨¢n convencidos de que su triste estado actual, hoy en d¨ªa, finales de julio, se debe al ritmo de su trabajo anual, al estr¨¦s producido por la responsabilidad con que llevan a cabo sus tareas, a su laborar sin descanso en la firma que llevan en sus carn¨¦s y a veces en sus camisetas, a su infatigable entrega a los destinos de una industria a la que han entregado los mejores a?os de su vida. Apenas un 5% confiesa que ya empezaron el a?o cansados, mientras el resto declara soto voce que lo m¨¢s duro fueron los partidos de squash con los cu?ados en los malditos fines de semana.
Hay, por tanto, un falso sentimiento de que el trabajo constante genera cansancio, de que el esfuerzo da?a el risico y la instalaci¨®n el¨¦ctrica de las neuronas. Nada m¨¢s falso y m¨¢s dictado por la hipocres¨ªa ambiente. Seg¨²n un estudio del Boston Institute of Social Sciences, el trabajo no mata. Lo que mata de verdad es no dejar descansar al coco con frusler¨ªas. Los ejecutivos y los artistas son los que m¨¢s viven. Como lo oyen. Le dan a la chinostra, bien es cierto, pero con sentido. Lo que no andan es d¨¢ndole al prepucio con unas vacaciones que cumplen el mismo papel que la gloria y el dinero en el protagonista de M¨¢s dura ser¨¢ la ca¨ªda. Eso s¨ª que mata.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.