La rebeli¨®n del proletariado
Los mineros sovi¨¦ticos se alzan contra su m¨ªsero nivel de vida
Son las seis de la tarde del jueves. En la plaza de la Victoria de Prokopievsk, un cami¨®n recoge los ¨²ltimos restos de la acampada de los huelguistas. Desaparecen en ¨¦l las mantas sobre las que han dormido durante una semana, los bancos donde han escuchado a los oradores de la tribuna y silbado a los representantes del poder sovi¨¦tico. Desaparecen los carteles, firmados con los nombres de las minas, que exig¨ªan la inmediata venida de Nikolai Rishkov, el jefe de Gobierno. Los miembros de los comit¨¦s de huelga, empezando por Valodia Majanov, de la mina Zentralnaia, duermen despu¨¦s de muchas noches en vela, y los mineros, con gesto amargo y sensaci¨®n de derrota pese a la victoria formalmente obtenida, se van de mala gana a sus hogares, entendiendo por tales las barracas y las residencias comunitarias atestadas.
Para estas infraviviendas, entre ellas pisos de menos de 30 metros cuadrados donde se hacinan familias de cinco personas, el protocolo firmado, un documento te¨®ricamente muy favorable pero dif¨ªcil de llevar a la pr¨¢ctica, prev¨¦ un suministro extra de 150.000 metros cuadrados de alfombras en el segundo semestre de 1989. Para limpiar los rostros y manos llenos de holl¨ªn y sus burdas ropas de faena, la regi¨®n de Kuzbas recibir¨¢ 3.000 toneladas extras de jab¨®n y el Ministerio de Comercio evitar¨¢ que haya "interrupciones en el suministro de productos de limpieza". Hasta ahora, los mineros reciben 200 gramos de jab¨®n al trimestre.Con el fin de la huelga de Kuzbas ha acabado el primer cap¨ªtulo de una historia cuyo desenlace nadie puede prever a¨²n. Desde diferentes partes del pa¨ªs llegaban noticias de la extensi¨®n del incendio, cuya chispa estall¨® en estas regiones siberianas con uno de los yacimientos de carb¨®n m¨¢s ricos del mundo. Dombas, Karagand¨¢, Vorkuta eran nombres que se incorporaban a la lista.
Se?ores y esclavos
Por nuestras cabezas desfilaban im¨¢genes vividas estos d¨ªas. Nos acord¨¢bamos de las palabras del poeta local: "Somos como ni?os ingenuos y acabamos de nacer como movimiento social", del odio con que pronunciaban la palabra "comunista" Ivan y Oleg cuando, asegur¨¢ndose de que no les ve¨ªa el ingeneniero jefe de su mina, nos repet¨ªan una frase que hemos o¨ªdo muchas veces en Kuzbas: "Durante 70 a?os nos han enga?ado y nos han robado. Durante 70 a?os han echado a perder el pa¨ªs. Nos enga?aban y contin¨²an enga?¨¢ndonos".
No tienen ninguna experiencia sobre movimiento obrero, pero s¨ª una convicci¨®n a priori de que sus colegas occidentales viven mejor que ellos. "S¨®lo hay dos clases, se?ores y esclavos", exclamaba moviendo tristemente la cabeza el rubio Iv¨¢n, reticente a incorporarse al trabajo tal como hab¨ªa decidido el comit¨¦ regional de huelga, que adquirir¨¢ ahora status permanente y se transformar¨¢ en el Comit¨¦ Regional de Trabajadores. En el porte de Iv¨¢n hab¨ªa algo de perro apaleado, algo de derrotado. La misma sensaci¨®n tuvimos ante nueve de los 16 miembros del comit¨¦ de huelga de la mina Zentralnaia cuando el director de la empresa, de un grito, les prohibi¨® damos una entrevista en tanto comprobaban nuestra identidad.
"Est¨¢ bien, nos callaremos", dijeron mansamente los obreros, vanguardia de un movimiento que ha sacado a la calle a 174.000 personas de 165 empresas. S¨®lo con el permiso del director volvieron a reanudar la conversaci¨®n. La Zentralnaia, nos dec¨ªan, era el "epicentro" de la huelga De ella ha salido Valodia Majanov, antiguo secretario de la organizaci¨®n del partido. "No puede ser que nuestro Valodia haya firmado el documento", exclamaban incr¨¦dulos muchos mineros refiri¨¦ndose al protocolo que tiene que empezar a cumplirse dentro de 15 d¨ªas. El documento est¨¢ firmado por el diputado Timuraz Abaliani, presidente del comit¨¦ regional de huelga, y sus dos vicepresidentes, Yuxi Rudolf y Yuri Gerold.
Nuevos suministros
Con este papel, Mosc¨² ha ganado dos semanas, pero se ha colocado en un callej¨®n sin salida, porque a partir de agosto tiene que afrontar promesas concretas. Entre ellas, suministrar 100.000 agujas desechables que han costado 550.000 rubios y medicamentos por no menos de cinco millones de rubios.
?C¨®mo puede ser que una aguja desechable cueste 5,5 rublos (1.210 pesetas), o que Kuzbas, con algo m¨¢s de tres millones de habitantes, reciba por valor de un 1% de los medicamentos que la URSS va a importar del extranjero?
Los mineros quer¨ªan ya, hoy, ver llenas las tiendas, y desconfiaban de las promesas. Han pedido que se restablezca el nivel de abastecimiento de 1980 -uno de los a?os del llamado "estancamiento"-, y se quejan de que sus salarlos han disminuido. Antes, recuerdan, llegaban hasta 800 rubios. Ahora se quedan en los 300 de media, y, si no cumplen el plan, sus sueldos no superan los 200 rubios. "Y los del piso de arriba ganan m¨¢s que nosotros", afirmaba Nikolai refiri¨¦ndose al aparato administrativo de su mina.
La huelga del Kuzbas no ten¨ªa por qu¨¦ ser una sorpresa. El 26 de enero, el peri¨®dico Trud public¨® una carta de un grupo de mineros de la localidad de Mezhdurechensk (107.000 habitantes) dirigida al ministro del Carb¨®n de la URSS, Mijail Shchadov. M¨¢s de 10.000 familias estaban en la cola de viviendas, y adem¨¢s estaba a punto de empezar a funcionar una nueva f¨¢brica, cuya plantilla de 1.000 reci¨¦n llegados iban a recibir los pisos que esperaban los residentes de una zona que da al pa¨ªs 30 millones de toneladas de carb¨®n. En marzo y abril hubo huelgas en varias minas, de las que no inform¨® la Prensa, y promesas que no se cumplieron. A principios de Julio, la mina Sheviakov present¨® sus demandas. El director no hizo caso y 300 mineros tomaron la iniciativa. No acudieron al trabajo. Al d¨ªa siguiente, todos los mineros de la ciudad, en columnas de miles, desfilaron por la calle principal de Mezhdurezchensk y se sentaron en el asfalto frente al comit¨¦ municipal del partido. Ese d¨ªa formaron el comit¨¦ de huelga municipal y presentaron 42 demandas, entre ellas dar a la mina reconocimiento de empresa independiente, aumentar los sueldos un 35%, las vacaciones hasta 45 d¨ªas y mejorar el abastecimiento de la ciudad.
El ministro del Carb¨®n se present¨® en Mezhdurezhens acompa?ado por el primer secretario de Kemerovo, Aleksandr Melnikov, un funcionario derrotado en las elecciones municipales de marzo. Hasta las cinco de la ma?ana, el ministro contest¨® a las preguntas de 20.000 mineros. Se qued¨® af¨®nico, pero no pudo convencer a los huelguistas. La huelga se extendi¨® por toda la regi¨®n del Kuzbas, donde pararon las f¨¢bricas de construcci¨®n de maquinaria y qu¨ªmica.
Toda la industria de la regi¨®n estaba dispuesta a sumarse a ella, pero los comit¨¦s municipales de huelga rechazaron tal apoyo. El 14 de julio, los mineros ocuparon la plaza central de Kemerovo. Se instalaron en tiendas de campa?a, al pie de la estatua de Lenin, frente al edificio del comit¨¦ regional del partido y la sede local del KGB. La cantinera del Comit¨¦ Ejecutivo Municipal mandaba a sus chicas a la plaza a venderles refrescos y bollos. "Con los 80 rublos que cobro al mes", nos dec¨ªa esta mujer, que parec¨ªa humanizada por la huelga , yo tambi¨¦n deber¨ªa cerrar la cantina".
Sangre de minero
R¨¢pidamente, la tribuna desde donde los padres de la ciudad presiden el desfile del 1 de mayo se llen¨® de carteles. "Kuzbas no es una colonia"; "cada mill¨®n de toneladas de carb¨®n extra¨ªdo est¨¢ pagado con la sangre de un minero".
El 14 de julio, los mineros de Mezhdurechensk volvieron al trabajo y el epicentro de la huelga se traslad¨® a Prokopevsk y las exigencias se hicieron m¨¢s radicales y m¨¢s pol¨ªticas, y desbordaron el marco "dinero, comida y vivienda". Los huelguistas ped¨ªan una reforma decidida en la econom¨ªa y el derecho a vender su producci¨®n libremente. Ped¨ªan Justicia social, y en uno de los m¨ªtines se acus¨® a los dirigente del partido de vivir en la opulencia. El mitin nombr¨® unos delegados que registraron las casas de los dirigentes e informaron despu¨¦s a la asamblea del resultado de la inspecci¨®n: no hab¨ªa v¨ªdeos japoneses y los frigor¨ªficos conten¨ªan los productos que se vend¨ªan en la ciudad.
El 16 de julio, en Prokopievsk, se fund¨® el comit¨¦ regional de huelga. El comit¨¦ se niega a desplazarse a Kemerovo y la comisi¨®n llegada desde Mosc¨² el 17 y presidida por el miembro del Politbur¨® Nikolai Sliumkov se ve obligada a ir a Prokopievsk para iniciar las negociaciones esa misma noche. Antes, la comisi¨®n se encontr¨® con los mineros en huelga en la plaza de Kemerovo. Fue un encuentro significativo. Sliumkov levant¨¦ las manos unidas sobre su cabeza, como se?al de solidaridad con los huelguistas. Stepan Shakiev, el jefe de los sindicatos les miraba como si estuviera asustado y parec¨ªa querer ocultarse tras las espaldas de otro miembro de la delegaci¨®n.
"?Cu¨¢nto dura una huelga en Occidente?"
El intento de buscar analog¨ªas y diferencias entre la huelga de Kuzbas y el verano caliente de Polonia en 1980 es algo inevitable. En ambos lugares, la ola de huelgas ha surgido de forma espont¨¢nea, los comit¨¦s de huelga se han formado sobre la marcha, y sobre la marcha se recogen fondos de apoyo y se redactan las reivindicaciones. En ambos casos, la huelga es una explosi¨®n de descontento por unas condiciones de vida insoportables.Sin embargo, los obreros polacos ten¨ªan unos conocimientos que est¨¢n muy lejos de poseer sus colegas sovi¨¦ticos, y contaban con una pl¨¦yade de intelectuales que hab¨ªan estudiado el movimiento obrero de otros pa¨ªses, incluido el espa?ol Comisiones Obreras.
Los mineros de Kuzbas luchan en solitario, privados de los conocimientos m¨¢s elementales sobre m¨¦todos de lucha laboral. Con una curiosidad insaciable, los huelguistas de la plaza de la Victoria de Prokopievsk nos preguntaban, una y otra vez, c¨®mo viven los mineros en Occidente. ?Cu¨¢nto ganan?, ?cu¨¢nto duran las huelgas?, ?cu¨¢l es el salario de huelga?, ?interrumpen la huelga los obreros occidentales cuando han conseguido una parte de sus demandas o insisten hasta el final?, ?viven mejor que nosotros?, ?cu¨¢ntos metros cuadrados tienen sus casas?, ?hay carne?
En Polonia, Solidaridad luchaba contra una direcci¨®n pol¨ªtica burocratizada y corrompida. En la URSS hay una direcci¨®n que quiere cambiar el pa¨ªs y hacer una reforma econ¨®mica, pero que no acaba de decidirse o no sabe c¨®mo hacerla. Los comit¨¦s de trabajadores que se crean ahora en Kuzbas son el embri¨®n de un proyecto de futuro. Nadie puede decir si se convertir¨¢n en unos sindicatos independientes como los polacos. Sin embargo, cuando fue anunciada a los mineros la creaci¨®n de un comit¨¦ con local independiente y tel¨¦fono, en la plaza de Prokopievsk, pudimos o¨ªr la pregunta de un huelguista a otro: "?Corno en Polonia?". "Exactamente", le respondi¨® su interlocutor.
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