Thatcher prepara un reajuste de su Gabinete
El escalofr¨ªo de la p¨¦rdida de esca?o recorre a los parlamentarios conservadores brit¨¢nicos. El partido muestra fracturas y lava los trapos sucios en la calle. Margaret Thatcher, que no da la impresi¨®n de haber sucumbido a los temores que acogotan a esp¨ªritus menos f¨¦rreos, va a realizar en las pr¨®ximas horas un reajuste gubernamental para volver a unir fuerzas, crear confianza y encarar lo que parece un largo per¨ªodo preelectoral.Los conservadores no atraviesan buenos momentos. Los sondeos de opini¨®n les ponen por detr¨¢s, algunos muy por detr¨¢s, de los laboristas, y la amenaza de p¨¦rdida del poder produce notables se?ales de nerviosismo.
El Gobierno lleva meses en candelero. Cuestiones concretas -como las discrepancias entre Thatcher y su ministro de Hacienda, Nigel Lawson, sobre la relaci¨®n de cambio de la libra, y el espectacular fracaso en las elecciones europeas- son baches en un accidentado camino de privatizaciones impopulares (las del agua y la electricidad), proyectos de reforma que el ciudadano no desea (el de la sanidad p¨²blica, NHS), alta inflaci¨®n (un 8,3% interanual, que no ser¨¢ inferior al 6,5% a final de a?o) y pr¨®xima entrada en vigor de un nuevo y conflictivo impuesto municipal, el llamado poll-tax, pagadero por todos los ciudadanos con derecho a voto en funci¨®n de los gastos de su Ayuntamiento.
Ha sido el anuncio por el ministro de Medio Ambiente, Nicholas Ridley, de un plan para hacer m¨¢s llevadero este gravamen el catalizador de todos los temores. Ridley anunci¨® la pasada semana en el Parlamento que el deseo gubernamental de no obligar a los menos favorecidos (en general en zonas laboristas)a soportar de golpe el nuevo impuesto implicar¨¢ una subvenci¨®n costeada por los ciudadanos de ayuntamientos que van a salir ganando (conservadores en su mayor¨ªa). Thatcher tuvo que salir en defensa de Ridley.
A largo plazo
La primera ministra no es mujer que sucumba a las primeras de cambio, y reiter¨® su determinaci¨®n de mantener el actual rumbo. El Gobierno ha actuado siempre pensando a largo plazo, poniendo en marcha a contra corriente cambios que el paso del tiempo ha demostrado eran acertados, vino a decir a sus parlamentarios. El combate lanzasdo contra la inflaci¨®n es prioritario, y no va a haber aligeramiento en la pol¨ªtica econ¨®mica, forzada por un desbocado d¨¦ficit por cuenta corriente que, a finales de a?o, rondar¨¢ los 15.000 millones de libras. El reajuste ministerial previsto para hoy viene forzado por la necesidad del Partido Conservador de introducir energ¨ªas en la cuesta arriba que tiene por de lante hasta las pr¨®ximas elecciones. Los comentaristas pol¨ªticos brit¨¢nicos dan por seguro que no va a cambiar ninguno de los tres grandes ministros (Geoffrey Howe, en Exteriores; Lawson, en Hacienda, y Douglas Hurd, en Interior), aunque ya no se ponen de acuerdo en la lista de nombres que entran, salen o cambian de cartera. Thatcher va a formar un Gabinete con el prop¨®sito de infundir tranquilidad y volver a reagrupar a los descorazonados parlamentarios. Es probable la entrada de personajes procedentes del conservadurismo con rostro humano, muy necesarios en un momento en que la fuerza de Thatcher est¨¢ disminuida por su agresividad, de la que el elector da muestras de cansancio.Los laboristas, mientras, tratan de sacar el m¨¢ximo partido a su luna de miel con los votantes, y van a seguir hostigando al Ejecutivo, aunque Thatcher responde con furia desde el rinc¨®n. El reformismo de Neil Kinnock no garantiza la victoria laborista en los comicios que han de celebrarse, como muy tarde, en la primavera de 1992, y la primera ministra le ha acusado de estar a¨²n en manos de los sindicatos, uno de los peores sambenitos que se le puede colgar, por no haber repudiado la huelga de los ferroviarios. Trenes y metro van a parar de nuevo el mi¨¦rcoles, a pesar del incremento salarial del 8,8% ofrecido, con lo que los sindicatos se arriesgan a perder la simpat¨ªa de los sufridos ciudadanos.
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