Miuras de andar por casa
A Santander mand¨® Miura toros bien presentados pero del mont¨®n, es decir, no de leyenda, no fieros, no de los que se comen a la tauriner¨ªa por las zapatillas. A Cantabria vinieron Miuras como pod¨ªan haber venido otros toros de hierros m¨¢s vulgares, sin que su presencia levantara asombro por el ya tradicional comportamiento agresivo. Los hubo incluso inv¨¢lidos, segundo y sexto, y descastados como el tercero, pues de estampida sal¨ªa nada m¨¢s sentir el hierro, ante el caballo. Los m¨¢s se dejaron pegar en el peto y para eso se bastaron, y bien, los matarifes de castore?o, que administraron dinamita en el primer puyazo por si luego se acababa el mundo.El primero de Nime?o, que sali¨® doli¨¦ndose de la divisa, trajo a maltraer a los banderilleros. No era toro para lucirse el diestro, comentaban en el tendido: rebrincado en el capote, par¨¢ndose en el quite; as¨ª entraba al tercio de banderillas bajo los sones de la jota monta?esa, que suena incondicional durante la feria mientras que el acompa?amiento de palmas es compartido por el p¨²blico. La plaza se pone rom¨¢ntica y en esa est¨¢bamos cuando los banderilleros erraban de continuo y pasaban en falso. Se eclips¨® la jota monta?esa y la bronca para los de plata fue descomunal.
Miura / Ruiz Miguel, Nime?o, CampuzanoToros de Eduardo Miura, bien presentados, mansos y blandos
Ruiz Miguel: palmas y salida al tercio; pitos. Nime?o II: ovaci¨®n y salida al tercio en su lote. Tom¨¢s Campuzano: algunas palmas; oreja. Plaza de Santander, 24 de julio. Sexta corrida de feria.
Otra cosa era la evidente contrariedad del Miura para la que tampoco estaban preparados la mayor¨ªa de los subalternos, pues para ir hacia los toros, recordaban su apellido. Santiponce, ante el sexto, coloc¨® los dos mejores pares de la tarde, saludando montera en mano.
Nime?o, que debe estar celebrando la Revoluci¨®n Francesa por su cuenta, se est¨¢ consolidando como un buen torero, capaz de pensar, y bien, ante los toros, aplicando la lidia adecuada. Con su primero, inv¨¢lido, desarroll¨® sin embargo una faena de enfermero tirando a m¨¦dico, ya que el temple con que ejecut¨® el toreo de muleta, llevando suave la embestida sin atosigar al toro, rehizo al animal hasta convertirlo en servible. Bien adelantando planch¨¢ la franela, templadito el recorrido y rematando atr¨¢s. Ante el m¨¢s bonito de la corrida, el quinto, instrument¨® Nime?o derechazos largos; cambi¨® de mano y dos naturales fueron hondos. Para el final cant¨® el toro, escarbando antes de cuadrar.
Otro cante grande fueron los 30 descabellos de un Ru¨ªz Miguel ante el cuarto. No debe ser, sin embargo, mella para un torero que en su ¨²ltimo a?o, en el tajo, pas¨® ayer por Santander con la profesionalidad de un maestro. Seguro ante su primero, que le buscaba las ingles al tercer pase, fue despedido al final de la corrida entre gritos de "?torero, torero!".
A Tom¨¢s Campuzano, que es ¨ªdolo aqu¨ª, le toc¨® un descastado primero y un derrengado al final. Conecta a la perfecci¨®n con el respetable, les ofrece lo que quiere: manoletinas, abaniqueos, pases por alto, y as¨ª entre jaleos, jaranas y bullanga, todos contentos.
Babelia
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