Calla y sacude
El equipo anterior del Ayuntamiento de Madrid cuando aplicaba el mazo sobre las cabezas de los desprevenidos ciudadanos, empleaba siempre grandes cantidades de tiempo en convencernos de que el golpe nos hab¨ªa gustado. Era una forma de ejercer el poder que, por peculiar que le parezca al ne¨®fito, est¨¢ contrastada hist¨®ricamente. Desde los faraones a Benito Mussolini, pasando por el Cura Merino, nunca ha habido le?a sin serm¨®n. Y nunca ha habido chich¨®n del que el poder no haya obtenido alg¨²n agradecimiento. Por ejemplo, cuando lo de intervenir las cuentas corrientes a los infractores morosos, nunca dejaron de explicar que el automovilista es en potencia un delincuente, que los delincuentes son sediciosos y que los sediciosos no tienen derecho al secreto bancario. Esto lo discut¨ªan muy animadamente con el que se prestara Hasta que no hab¨ªa m¨¢s remedio que admitir que nuestras felon¨ªas al volante pod¨ªan justamente dejar a la familia toda en la m¨¢s legal de las miserias. El pode adulto se sostiene en la palabra, aunque s¨®lo sea para disimular el gusto por el mazo. Y por la utilizaci¨®n generosa de la palabra se sabe lo que quiere durar, lo que cree que va a durar o lo que, sencillamente, durar¨¢. As¨ª, Su¨¢rez fue siempre un hombre de pocas paiabras y Guerra es un hombre con hipertrofia lar¨ªngea.El poder imp¨²ber, por el contrario, desconf¨ªa de la palabra e idolatra el mazo. Cuando se sienta al despacho de fastidiar, ve en el mazo el San Pancracio al que dirigir sus oraciones y tambi¨¦n el tipo de mujer con el que quiso acostarse toda la vida. Si no se acuesta con ¨¦l es porque hace un poco de da?o. Me imagino.
No hay otra forma de explicar la actitud del nuevo equipo del Ayuntamiento, que ha decidido, de una sentada, multiplicar la gr¨²a, subir las sanciones y privatizar la ORA, sin encomendarse a Dios ni al Diablo y dejando que las eventuales consecuencias (ben¨¦ficas o no) del engendro se las imagine el anonadado contribuyente. Un buen palo, pero sin palabras. Como medidas disuasorias hay que reconocer que son algo cr¨ªpticas ya que, como todo el mundo sabe, el problema del tr¨¢fico en Madrid no es que haya pocas gr¨²as o la ORA tenga una gesti¨®n p¨²blica, sino que hay muchos coches. Es decir, que mucha gente necesita utilizar el veh¨ªculo dadas las singulares condiciones de nuestra ciudad: malos accesos, escasez de v¨ªas alternativas ¨²tiles, grandes distancias a los lugares de trabajo, transporte p¨²blico poco recomendable, etc¨¦tera. 0, dicho de otra manera, que el personal no utiliza el coche para que el alcalde sufra, sino porque lo necesita.
Desde el punto de vista de la mentalidad, el nuevo equipo es continuista: el conductor posee un cerebro criminal y es el responsable directo de que desde hace 100 a?os aproximadamente nadie halla hecho nada por mejorar la reid vial urbana. Pongamos un caso, ya que existe el temor razonable de que a este nuevo equipo haya que ponerle tambi¨¦n ejemplitos para que entienda. La autopista de La Coru?a est¨¢ per manentemente atascada. Los trenes de cercan¨ªas no cubren todos los trayectos de las poblaciones que se han multiplicado en esa ¨¢rea de Madrid. Los trenes de cercan¨ªas, adem¨¢s, vienen al l¨ªmite de viajeros. Como la gente trabaja en la ciudad, tiene que llegar a ella. Espero que hasta aqu¨ª lo entiendan. ?C¨®mo van a arreglar ese problema las nuevas y curiosas medidas? ?Las multas la gr¨²a y la gesti¨®n privada de la ORA, van a disuadir a los automovilistas de que acudan diariamente al trabajo? ?Les conseguir¨¢n una jubilaci¨®n anticipada?
Seg¨²n parece, los de antes ten¨ªan intenciones parecidas (salvando lo de la privatizaci¨®n de la ORA, que es conceder el derecho de extorsi¨®n a una firma particular), aunque les salvaba el que ten¨ªan lengua. ?stos son igual de cebollinos, pero en callado. Con toda seguridad pertenecen a ese tipo tan espa?ol -que se encuentra estad¨ªsticamente .en las barras de los bares y en el asiento de atr¨¢s de los taxis- que afirma arreglar este pa¨ªs en cinco minutos con s¨®lo poner los cascabeles de su virilidad en una mesa.
En fin, el mundo es ans¨ª. Cada vez que un pol¨ªtico se pone la zamarra de mandar, descubre que tiene por debajo una sociedad de pecadores cuyos delitos no han sido debidamente castigados por la autoridad competente. Lo bueno del sistema es que no duran mucho. Lo malo, que son todos iguales.
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