El Grial resplandece rojo y brillante
Wolfgang Wagner represent¨® en Bayreuth un 'Parsifal' simbolista
El Festival de Bayreuth dio comienzo el pasado mi¨¦rcoles. All¨ª, relajado y un tanto divertido, en consonancia con su estilo, Wolfgang Wagner ve acercarse la fecha de su 70? cumplea?os, el 30 de agosto. El patriarca de los festivales se concedi¨® la bien ganada satisfacci¨®n de poner de nuevo en escena la pieza m¨¢s importante del repertorio de Bayreuth: el Parsifal, con una ambientaci¨®n simbolista que ha levantado pol¨¦mica
Como prueba de continuidad con la anterior producci¨®n, repiti¨® la actuaci¨®n del director James Levine. Lo mismo hizo con los incomparables coros de Norbert Dalatsch y con la mayor¨ªa de los solistas. Los actores encontraron su tarea m¨¢s f¨¢cil que antes con la nueva decoraci¨®n abstracta. Pudieron desga?itarse a gusto, ya que apenas hubo direcci¨®n de personajes.Wolfgang Wagner ha permanecido fiel a s¨ª mismo y al esp¨ªritu inicial de Baeyreuth durante tres decenios. Al igual que Parsifal, resiste a las artes de la seducci¨®n y prefiere que la obra sea como una escultura hier¨¢tica, situada en el vasto espacio de los s¨ªmbolos. Concentra su fantas¨ªa esc¨¦nica -no demasiado elevada-, en una continua y constante construcci¨®n y permite que este modelo fundamental consagrado se modifique con la luz y el color. Le gusta la t¨¦cnica. Los cambios en el escenario del primer y tercer acto se realizan a tel¨®n subido; un bosque hecho de vidrio geom¨¦trico o de vol¨²menes cristalinos, al que han contribuido conjuntamente Lyonel Feininger, llegado de lejos, y el cubismo, siempre apreciado en el nuevo Bayreuth, se convierte en un templo del Grial azul p¨¢lido, est¨¦ril y extra?o, donde de nuevo el mismo meandro resplandece con una superficie ahora pulimentada.
En el templo del Grial se desarrolla un teatro absoluto de s¨ªmbolos. Amfortas, semejante a un cuadro de la ¨²ltima cena tomado de un pintor nazareno, adquiere, a trav¨¦s del canto imponente de Bernd Weikl, toda la grandeza del dolor, que en la mayor parte de las personas que act¨²an s¨®lo es fingido. Se desvela el Grial, e irradia rojo y esplendente en un amplio entorno.
Wolfgang Wagner se ha mantenido fiel al teatro de los s¨ªmbolos. Hace 30 a?os se le reproch¨® que vaciase el escenario, hoy se le acusa de no dejarse invadir por la modern¨ªdad.
Poco antes del estreno de Parsifal se desencaden¨® una fuerte tormenta. Un vapor h¨²medo lo invadi¨® todo. El viento paraliz¨® el primer acto. Nada avanzaba, ni en lo musical ni en lo esc¨¦nico. James Levine desgran¨® el preludio con el rotundo sonido del metal y con la cuerda disciplinada. Hans Sotin inici¨® con extraordinaria fuerza el relato de Burnemanz, sin que -por otra parte- lograse dar al lenguaje su sentido. Un gigantesco cisne blanco muri¨® en el proscenio. Quien lo hab¨ªa capturado era nuevo en Bayreuth, un americano con aspecto de ni?o muy crecido, llamado William Pelle, joven tenor dram¨¢tico, poseedor de una voz con altos muy limitados, extraordinariamente aplicado, preocupado por los tonos fuertes. La somnolienta direcci¨®n de las personas hizo que su actuacion rayase en la abulia.
Sonidos impresionistas
En el segundo y tercer acto, James Levin, que fue apasionadamente aclamado por un p¨²blico entregado, se propuso inundar la partitura de Parsifal con sonidos impresionistas y rotundos, reblandecer la estructura del desarrollo sinf¨®nico y traicionar su misterio con una rutina patente.
Waltraud Meier estuvo en el punto justo de una dram¨¢tica y expresiva Kundry, caracterizada como una mujer fatal de finales de siglo, con cabellos rojos y neglig¨¦ blanco. A pesar del director teatral y del figurinista -en este caso Reinhard Heinrich- que actuaron como si fueran sus peores enemigos, ella result¨® fascinante, con la sonoridad de su voz, su apasionamiento y su ardor. Waltraud Meier, sin ning¨²n esfuerzo, eclips¨® a los coros de las doncellas que danzaban alrededor de Parsifal.
Se podr¨ªan discutir muchos detalles y disonancias de este Parsifal: la lanza de Klingsor, que es cogida al vuelo al caer; la fuente estilizada con poca gracia, que se usa en el bautizo de Kundry y -sobre todo- el procedimiento de acosar a Parsifal entre sillas y en una mesa de juego redonda. Los efectos de colores y la iluminaci¨®n, utilizados por Wolfgang Wagner con audacia, como medio para crear espacios, levantaron ampollas. Lindgran brill¨® en la pradera del viernes santo, en el bosque de vol¨²menes geom¨¦tricos cristalinos. C¨¢lida y sugestiva, reson¨® la voz de contralto desde la altura: Hitomi Katagiri. Siegfried Vogel, que asumi¨® el papel del invisible Tutirel, pas¨® totalmente inadvertido.
Si la iluminaci¨®n se hubiese situado adecuadamente, se habr¨ªan producido mayores efectos, que hubiesen destacado sobre el simbolismo decorativo y se habr¨ªa logrado acercarse m¨¢s al fundamento m¨ªstico de la obra.
El despliegue de s¨ªmbolos, abstracciones y sonidos disimul¨® la parte subliminal de esta representaci¨®n, su ausencia de magia, el desarrollo del del ritual.
Si se contempla el acontecimiento con distancia, la verdadera tarea de Bayreuth es la sustituci¨®n de la iglesia, del dogma. La distanciaci¨®n respecto del argumento se agrand¨® por la falta de articulaci¨®n en lo musical. Las voces exhibieron su volumen y su fuerza, pero sin vida. Achaqu¨¦moslo en gran parte a la mala climatolog¨ªa. Director, coros y solistas se alegraron de los aplausos generales. Wolfgang Wagner se mostr¨® tranquilo frente a quienes no pod¨ªan perdonarle que no fuese un revolucionario y que considerase todav¨ªa el estilo de los a?os cincuenta como un ideal de vida.
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