Del Atl¨¢ntico a los Urales
Hace tan s¨®lo cinco a?os, la OTAN y el Pacto de Varsovia parec¨ªan ser dos alianzas pol¨ªtico-militares enzarzadas en una permanente guerra fr¨ªa. Afortunadamente para todos, en los a?os siguientes, las numerosas propuestas del desarme efectuadas por Mijail Gorbachov, los comienzos de una reforma pol¨ªtica y econ¨®mica en Hungr¨ªa, Polonia y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, la firma del primer acuerdo de desarme nuclear por Ronald Reagan y Gorbachov y las recientes propuestas de desarme efectuadas por el presidente Georges Bush, han alterado por completo la atm¨®sfera de las relaciones internacionales. Entre otras cosas, han resucitado el concepto de una Europa que se extienda desde el Atl¨¢ntico a los Urales, en oposici¨®n al de una Europa dividida por el tel¨®n de acero.En mi calidad de profesor de Historia Moderna de Europa, y en mi calidad de mestizo, cuyos ocho tatarabuelos proced¨ªan de Irlanda, Alemania, Hungr¨ªa y Rusia, este concepto de Europa siempre ha sido algo connatural en m¨ª.
A pesar de las continuas guerras, de las disputas ideol¨®gicas y religiosas y de los alegatos en pro de una superioridad racial o nacional, hay en esta zona una unidad fundamental, que ha sido muy evidente durante los ¨²ltimos cinco siglos y que en un ma?ana pr¨®ximo (naturalmente, en el vago sentido que nosotros, los historiadores, conferimos a esta palabra) podr¨ªa constituir una regi¨®n estable y pr¨®spera dentro del contexto de una civilizaci¨®n universal. Es esta unidad la que pretendo comentar en los siguientes p¨¢rrafos.
Si traz¨¢semos en el mapa de Europa una l¨ªnea que uniese Glasgow, Estocolmo, Varsovia, Budapest, Roma, Burdeos y nuevamente Glasgow, estar¨ªamos delimitando la zona en la que han surgido las caracter¨ªsticas distintivas de la moderna civilizaci¨®n europea: el capitalismo comercial e industrial, las libertades intelectuales y pol¨ªticas, el pluralismo religioso, la ciencia experimental, la m¨²sica y la matem¨¢tica moderna, la pintura al ¨®leo y la secular arquitectura urbana, la medicina cient¨ªfica, el marxismo y el anarquismo, as¨ª como una gran variedad de movimientos de reforma social encaminados a mitigar las injusticias pol¨ªticas y econ¨®micas.
El desarrollo de todos los hechos que he citado anteriormente tambi¨¦n ha sido compartido, en mayor o menor medida, por la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, el sur de Italia, la Rusia europea y los territorios balc¨¢nicos rescatados al imperio otomano durante los siglos XVIII y XIX.
El l¨ªmite exterior de esta cultura europea lo han constituido sus fronteras con las culturas musulmanas del norte de ?frica, de Turqu¨ªa y de Oriente Pr¨®ximo. Durante la Edad Media no existi¨® una frontera cultural tan delimitada entre la civilizaci¨®n europea y la musulmana, y durante la segunda mitad del siglo XX se ha observado una cada vez mayor renovaci¨®n del intercambio entre ambas culturas. Pero desde aproximadamente el a?o 1400 hasta cerca de 1950, las relaciones fueron b¨¦licas y comerciales, aunque se dieron muy pocas influencias mutuas con respecto a las caracter¨ªsticas distintivas europeas que acabo de mencionar.
Con toda seguridad, la m¨¢s valiosa contribuci¨®n europea a la civilizaci¨®n humana ha sido la libertad pol¨ªtica e intelectual, con las instituciones anejas de los l¨ªmites impuestos a los Gobiernos, los derechos humanos y el est¨ªmulo de la iniciativa privada, en las esferas econ¨®mica, cient¨ªfica, art¨ªstica y moral. Estas instituciones de libertad son el resultado, feliz, si bien s¨®lo parcialmente resuelto, de siglos de conflicto, durante los que ninguna forma de poder pudo dominar toda la cultura.
Durante la Edad Media, ni los papas ni los emperadores del Sacro Imperio Romano fueron capaces de derrotar permanentemente a la otra parte. Durante los siglos XVI y XVII, ni el protestantismo ni la contrarreforma pudieron vencerse decisivamente el uno a la otra. A comienzos del siglo XIX, y a mediados del siglo XX, dos megal¨®manos, Napole¨®n y Hitler, estuvieron bastante cerca de unificar Europa, pero, afortunadamente, ambos fueron derrotados.
Todos estos siglos de conflicto forjaron poco a poco en la conciencia europea la idea de que no hay nadie que se encuentre en posesi¨®n de la verdad absoluta, y que no deber¨ªa permitirse que ninguna forma de autoridad, ¨²nica e ilimitada, sea pol¨ªtica o religiosa, o de clase, o nacional, o ideol¨®gica, domine a la totalidad de la sociedad.
Desplaz¨¢ndonos de los conceptos generales a las previsiones para el presente y para el pr¨®ximo futuro, quienquiera que desee abogar por la creaci¨®n de una Europa desde el Atl¨¢ntico a los Urales debe enfrentarse a lo que suele llamarse, de forma obsesiva, el "problema alem¨¢n".
Para Rusia y los pueblos de la Europa centrooriental, el problema alem¨¢n consiste en la posibilidad de que Alemania pudiese intentar otra vez conquistar estas tierras por la v¨ªa militar, tal y como lo intent¨® hacer durante las guerras mundiales de 1914-1918 y 1939-1945. Para el Oeste, el problema alem¨¢n es la visi¨®n de pesadilla de una alianza germano-sovi¨¦tica, cuyo poder conjunto militar e industrial pondr¨ªa el resto de Europa a su merced.
Ciertamente, la paradoja m¨¢s tr¨¢gica de la reciente historia europea es el hecho de que Alemania ha intentado por dos veces establecer, mediante la guerra total y agresiva, las ventajas que ya estaba consiguiendo mediante las actividades pacifistas en los campos cultural y econ¨®mico.
Los hombres de negocios, los granjeros, los m¨¦dicos, los cient¨ªficos y los m¨²sicos procedentes de Alemania fueron bienvenidos en los pa¨ªses de la Europa balc¨¢nica y eslava durante los siglos XVIII y XIX. El progreso en los m¨¦todos empresariales, en la educaci¨®n y en la ciencia estaba tan identificado
entonces con Alemania como lo ha estado en las d¨¦cadas recientes con Estados Unidos o con Jap¨®n.La Alemania imperial tir¨® por la borda todos estos beneficios durante la I Guerra Mundial. Su econom¨ªa, su ciencia y su cultura consiguieron ser nuevamente modelos gustosamente aceptados en los a?os de entreguerras, y en la II Guerra Mundial Alemania volvi¨® a destruir lo que hab¨ªa conseguido por medios pacifistas.
Por ello, es perfectamente comprensible que las v¨ªctimas tanto del Este como del Oeste est¨¦n obsesionadas con la posibilidad de un tercer intento alem¨¢n por conquistar Europa Pero si la guerra fr¨ªa puede realmente acabarse alguna vez, y si la OTAN y el Pacto de Varsovia pueden reducir sus fuerzas armadas a unos niveles tales que ninguno de los dos bandos pueda temer una invasi¨®n por parte del otro, la inmensa fortaleza cultural y econ¨®mica de Alemania se convertir¨¢ en una fuerza positiva, en una Europa que se extienda desde el Atl¨¢ntico a los Urales.
A este respecto, resulta esencial darse cuenta de que no toda la historia de Alemania, ni las aspiraciones alemanas, est¨¢n representadas por el exhibicionismo militarista del kaiser Guillermo II ni por los racistas fan¨¢ticos y agresores militares nazis.
Fueron ingenieros alemanes quienes desarrollaron las minas de Am¨¦rica Central y del Sur, sin pretender subvertir ni al imperio espa?ol ni a las naciones independientes de la Hispanoam¨¦rica del siglo XIX. Los granjeros, los banqueros, los empresarios y los cient¨ªficos alemanes contribuyeron enormemente, y de forma pac¨ªfica, al desarrollo de la Rusia moderna, as¨ª como al de todas las peque?as naciones de la Europa oriental y suroriental.
Alemania no se unific¨® bajo una ¨²nica autoridad pol¨ªtica hasta la creaci¨®n del imperio federal en 1871. La Constituci¨®n de dicho imperio, as¨ª como la de la Rep¨²blica de Weimar, durante los a?os veinte, y la de la Rep¨²blica Federal de Alemania, desde 1949, confirieron a los distintos l?ndern una mayor autoridad local que la que poseen los Estados individuales de Estados Unidos. Adem¨¢s de un Gobierno limitado y descentralizado, Alemania ha conocido tambi¨¦n el pluralismo religioso durante m¨¢s de tres siglos. Y sus escuelas, su tecnolog¨ªa industrial y su ciencia m¨¦dica han sido un modelo para Europa desde comienzos del siglo XIX, con la sola excepci¨®n de los 12 a?os de la era nazi.
Existen muchas indicaciones de que los ciudadanos de los dos Estados alemanes esperan ilusionados la reducci¨®n de las fuerzas militares y el aumento de los intercambios comerciales y culturales entre ellos, y con la mirada fija en el Este. Una condici¨®n adicional para la creaci¨®n de una Europa m¨¢s grande es el aumento de las libertades dentro de la URSS y de las naciones del Pacto de Varsovia. ?sta es, sin duda, la intenci¨®n de los, actuales Gobiernos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Polonia y Hungr¨ªa, pero a¨²n no se ha dado la firme garant¨ªa institucional del compromiso con la libertad y el pluralismo pol¨ªticos. Sin embargo, si la tendencia actual contin¨²a durante unos cuantos decenios, y si se puede inducir a las partes m¨¢s reacias, como Alemania Oriental, Checoslovaquia y Ruman¨ªa, a que se unan a este proceso, se puede tener una razonable esperanza de ver la constituci¨®n, en un futuro no muy lejano, de una Europa en paz, que se extienda desde el Atl¨¢ntico a los Urales.
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