Un trozo de Madrid
Va por debajo un arroyo, no se sabe si rezumante de las canalizaciones de Isabel II. Los viejos vecinos lo saben porque un poco m¨¢s arriba las lavanderas enjabonaban y apaleaban la ropa despu¨¦s de dejar a sus hijos en la guarder¨ªa que se llamaba La Casa de los Ni?os (tiempos de la Rep¨²blica), y porque las vacas que estaban estabuladas en algunos pisos bajos de las calles pastaban una hierba jugosa y fresquita por aquella agua. De un tiempo que parece lejan¨ªsimo, por los cambios de la vida, hay supervivientes y hay todav¨ªa comercios de entonces (aunque ya no est¨¢n los santeros que abastec¨ªan el cementerio de San Mart¨ªn, el campo de las calaveras), y cuando el Ayuntamiento anterior quiso hacer un aparcamiento, pusieron el grito en el breve cielo de la calle. Su doble fila de acacias caer¨ªa (las acacias de las que se com¨ªa el pan y quesillo, que por estas fechas cae), y qui¨¦n sabe si tambi¨¦n caer¨ªan las viejas casas al removerse sus cimientos. La autoridad es tozuda (es su forma favorita de expresarse como autoridad; Franco ense?¨® mucho) y rasg¨® el asfalto, bajo el que aparecieron arenas acuosas; y no se dej¨® vencer por la protesta c¨ªvica. Durante un a?o los vecinos han salido a la calle -al resto de calle; al desm¨¢n, al cascote- para protestar; el Ayuntamiento no sigui¨® adelante, quiz¨¢ porque tem¨ªa la ruina anunciada, pero no restaur¨® lo deshecho; dej¨® el caos, y ese caos ha permanecido hasta hoy. Como el nuevo Ayuntamiento no tiene brazo que torcer (s¨®lo el gustoso retorcimiento del brazo de los anteriores), ha vuelto atr¨¢s la operaci¨®n; algo tienen que agradecer los vecinos a tr¨¢nsfugas y pactos, y algo tiene que perder la imagen del Ayuntamiento anterior.Por eso quedan ciertas dudas antes de poder decir que los vecinos han ganado gracias a su protesta c¨ªvica. De no haber sucedido algunas maniobras pol¨ªticas, quiz¨¢ no hubieran ganado nunca. En todo caso, su perseverancia cort¨® la operaci¨®n que podr¨ªa haber hecho perder a ese fragmento urbano, en el mejor de los casos, su fisonom¨ªa; en el peor, la existencia de sus viviendas, como ha ido sucediendo en otras zonas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.