As¨ª son los sindicatos
Mientras se desarrollaban los acontecimientos y las tensiones que han llevado a la actual situaci¨®n de desencuentro entre la UGT y el Gobierno, el sindicato socialista era chequeado interiormente por dos encuestas realizadas por la Fundaci¨®n Francisco Largo Caballero. Un largo trabajo que acaba de concluir y que muestra una radiograf¨ªa de un momento de la vida de la UGT (junio/julio de 1988). No siendo encuestas sobre cuestiones estrictamente del d¨ªa, sino sobre temas de largo alcance, como actitudes fuertemente interiorizadas por los trabajadores sindicados, los acontecimientos desarrollados posteriormente no las afectan apenas en casi nada. En la medida en que la UGT y CC OO pudieran ser sindicatos bastante similares en los aspectos que la encuesta toca, es posible que algunas cifras, y desde luego casi todas las actitudes sondeadas, sean comunes. Pero esto s¨®lo es una suposici¨®n que nos permite introducir el plural en el t¨ªtulo de este art¨ªculo. Una suposici¨®n bastante probable, aunque no decididamente cierta. Las cifras que voy a dar son de la UGT exclusivamente.
Hay un aspecto sorprendente y que obliga a matizar algunas cr¨ªticas dirigidas a la UGT, y probablemente a los otros sindicatos: dos tercios de los delegados de UGT (los delegados son el n¨²cleo operativo de un sindicato) son menores de 40 a?os, y m¨¢s del 80% de los afiliados lo son desde el a?o 1980. Esto quiere decir que estamos ante una organizaci¨®n u organizaciones j¨®venes, con una intensa renovaci¨®n de sus cuadros.
M¨¢s del 90% de los trabajadores sindicados; son trabajadores de contrato fijo, y aqu¨ª s¨ª puede haber un importante d¨¦ficit de representaci¨®n en los sindicatos. Este aspecto requiere un esfuerzo de cambio hacia la obtenci¨®n de una mayor representatividad de eventuales y parados.
Otro dato interesante es el que se refiere a los motivos por los que los delegados creen que han sido elegidos como tales: las cualidades personales y la capacidad de gesti¨®n microsindical est¨¢n muy por encima de su ideolog¨ªa o de las siglas de su sindicato. Esto nos habla de un sindicalismo menos program¨¢tico e ideol¨®gico y m¨¢s micro. Las exigencias de los trabajadores hacia sus delegados no pasan tanto por las grandes palabras como por la resoluci¨®n de los problemas acuciantes de la vida cotidiana.
Desde el punto de vista m¨¢s profundo de las actitudes, los sindicatos parecen acusar la herencia cultural del viejo mundo, caracterizado por el car¨¢cter compacto de la clase trabajadora y por la visi¨®n del mundo exterior al sindicato (el mundo burgu¨¦s, tanto de los due?os del capital como de los obreros no sindicalizados) como un mundo ego¨ªsta y depravado. Esto les puede llevar (les lleva, de hecho) a construir un muro separador entre ellos (los sindicados) y los dem¨¢s (los no sindicados), ignorando las complejidades de la vida social y las bases fundamentales del mundo contempor¨¢neo. Una cierta herencia cristiana parece determinar actitudes idealistas y paternalistas poco concordes con la actual constituci¨®n del mundo social como lugar de confluencia racional de intereses diversos, porque la buena raz¨®n universal que parece subyacer a ese idealismo s¨®lo ha tra¨ªdo en este siglo situaciones pol¨ªticas poco deseables, como el fascismo (rep¨¢sese su ret¨®rica) o el peor estalinismo.
?stos son unos m¨ªnimos datos de un trabajo mucho m¨¢s extenso que deber¨ªa servir de apoyo a la renovaci¨®n sindical. Ahora que se acerca un nuevo oto?o laboral, y que todav¨ªa es posible que el Gobierno y los sindicatos reabran el di¨¢logo, es preciso recordar a ambas partes lo precaria que es, en ciertos aspectos, la situaci¨®n de este pa¨ªs. Ni los sindicatos ni el Gobierno deber¨ªan desconocer ciertas cosas: el Gobierno debe saber que los sindicatos que tiene enfrente, a pesar de sus d¨¦ficit, son organizaciones s¨®lidas, bastante representativas de un sector medio de trabajadores y con una importante capacidad de movilizaci¨®n. Y los sindicatos no pueden desconocer el apoyo social del Gobierno. Quiz¨¢s el uso de ciertos clich¨¦s por ambas partes, como econom¨ªa neoliberal o intereses corporativos, por recordar dos alusiones frecuentes entre unos y otros, no sirva m¨¢s que para fijar demasiado las posiciones y bloquear las posibilidades de reencuentro.
Y de la misma forma que el estado de movilizaci¨®n permanente es profundamente peligroso, y puede ser azuzado por gentes que no defienden precisamente las libertades p¨²blicas presentes y futuras, el prescindir sistem¨¢ticamente de los sindicatos a la hora de gestar algunas decisiones que los afectan no parece contribuir a reconducir la situaci¨®n hacia la paz social.
La econom¨ªa, por otra parte, no es algo abstracto que se ejecute al margen de los actores sociales: en los dif¨ªciles momentos que se avecinan, la asunci¨®n por parte sin ical de algunas cuestiones b¨¢sicas de nuestra econom¨ªa podr¨ªa contribuir a paliar el previsible impacto del mercado ¨²nico. No parece imposible una contrapartida gubernamental que equilibrara las necesarias prestaciones mutuas.
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