El final de las cruzadas
Este verano sopla en Estados Unidos un tibio viento de cruzadas. As¨ª en las pel¨ªculas de mayor ¨¦xito: Indiana Jones, acompa?ado por su padre (un Sean Connery genial y adorable), emprende la ¨²ltima cruzada en busca del Santo Grial. Hay que reconocer que este Parsifal made in Hollywood resulta bastante m¨¢s entretenido que el de Wagner.. . El otro gran protagonista de los estrenos estivales es Batman, conocido desde sus inicios en el comic como the caped crusader, t¨ªtulo que -por suerte para Robin- no significa en ingl¨¦s lo que parece en castellano. El quirom¨®rfico cruzado ha d¨¦ enfrentarse con su archienemigo el Jocker, al que Jack Nicholson convierte, mediante su gesticulaci¨®n agresiva y su forzada sonrisa de payaso descerebrado, en una especie de Ruiz-Mateos, pero con algunos kilos de m¨¢s. En el terreno de la pol¨ªtica, las decisiones del Tribunal Supremo en materia de la pena de muerte aplicada a menores, de la regulaci¨®n del aborto en cada uno de los Estados y del respeto debido a la bandera han excitado afanes belicosos a favor y en contra. El presidente Bush, por ejemplo, se ha sentido visceralmente agredido con el asunto de la bandera y planea una enmienda constitucional (o al menos eso dice) para resguardar de insolencias ese desventurado trapo. Une este edificante prop¨®sito a otros, del mismo jaez antes expresados, de tal modo que un caricaturista del Boston Globe puede concentrar en dos vi?etas lo que va pol¨ªticamente de 1789 a 1989: en la primera, Jefferson y Washington preparan enmiendas para garantizar la libertad de palabra y de prensa, el derecho de la gente a la seguridad de sus personas, hogares, peri¨®dicos, etc¨¦tera; en la segunda, Bush, y Quayle preparan enmiendas constitucionales para organizar la oraci¨®n p¨²blica en las escuelas, convertir el aborto en un crimen, convertir la profanaci¨®n de la bandera en un crimen, etc¨¦tera... Respecto a los temas de la pena de muerte y del aborto, bastante m¨¢s serios que el anterior, la pesada herencia de Reagan en materia judicial se hace notar de manera que alarma a cualquier persona medianamente liberal de este gran pa¨ªs. Otro chiste del Globe resume bien lo que piensan estos cr¨ªticos; el dibujante muestra a un juez de la corte suprema, encaramado en lo alto de su estrado, amonestando a una cariacontecida embarazada: "Es posici¨®n de este tribunal, jovencita, considerar que el feto es una vida preciosa y no puede ser abortado. Eso s¨ª, una vez ya nacido, se le puede dar inadecuada educaci¨®n, mala comida y peor alojamiento, se le puede privar de la igualdad de oportunidades, y si verdaderamente se echa a perder despu¨¦s de los 16 a?os, entonces se lo ejecutaremos con todo gusto". Otros enfrentamientos son de una amplitud m¨¢s restringida, aunque involucren principios no menos importantes. Por ejemplo, la pol¨¦mica suscitada por la galer¨ªa Corcoran, de Washington, al cancelar una exposici¨®n del fot¨®grafo Robert Mapplethorpe, recientemente desaparecido. La muestra estaba parcialmente subvencionada con fondos p¨²blicos, y hubo indudables presiones pol¨ªticas sobre la galer¨ªa para que optara por la suspensi¨®n, ya que entre las fotograf¨ªas que iban a exponerse hay varias que presentan coitos homo y heterosexuales, escenas sadomasoquistas, abundantes falos en disposici¨®n de ataque, etc¨¦tera. Los habituales ligueros de la decencia consideraron que la sensibilidad de ciertas personas pod¨ªa considerarse ofendida por tales im¨¢genes: por ejemplo, los padres que llevan a sus hijos peque?os los fines de semana a visitar galer¨ªas de arte, por lo visto sin tomarse antes la molestia de averiguar lo en ellas expuesto. Tales personas, se dijo, no quieren que el dinero de sus impuestos sea destinado a subvencionar un tipo de expresi¨®n art¨ªstica que a ellos les repugna; el hecho de que las personas a las que s¨ª gusta la fotograf¨ªa de Mapplethorpe tambi¨¦n son contribuyentes y de que los fondos p¨²blicos destinados al arte ni puedan ni deban estar distribuidos siempre de acuerdo con las preferencias idiosincr¨¢sicas de cada ciudadano fue preferido en este caso. Se hizo portavoz de los prohibicionistas Hilton Kramer, cr¨ªtico -hasta ahora- considerado serio, en un art¨ªculo virulento publicado por The New York Times. Las r¨¦plicas y protestas masivas han sido mucho m¨¢s abundantes, y es de suponer que la pol¨¦mica continuar¨¢, porque ya hay una galer¨ªa de Boston que se ha comprometido a inaugurar la exposici¨®n en agosto. En otro orden de cosas, la National Rifle Association -partidaria de la venta sin ning¨²n tipo de restricci¨®n de armas de fuego a particulares- ha aprovechado fotograf¨ªas de la brutal represi¨®n de la soldadesca china contra los manifestantes desarmados de Tiananmen para hacer propaganda de la posesi¨®n de armas (incluidos, si uno tiene fondos para ello, bazookas y carros de combate) como un requisito inalienable de la libertad pol¨ªtica. Max Weber se hubiera llevado las manos a la calavera... De todas formas, incluso con los muy recientes y parciales controles actuales, no deja de ser curioso que la posesi¨®n de armas -que implica potencialmente da?o a otros- sea en EE UU algo legalmente accesible, mientras que la posesi¨®n o adquisici¨®n de drogas (que en el peor de los casos s¨®lo comportan da?o para el usuario) sea perseguida sin ambages en todos los frentes. Misterios de las cruzadas.
Y, sin embargo, la gran cruzada ideol¨®gica, tal como la hemos conocido, ha acabado ya. Se ha reconquistado el Santo Sepulcro y resulta que estaba vac¨ªo, como nos malici¨¢bamos. No hemos entrado en Jerusal¨¦n, pero hemos aprendido a pasarnos sin Jerusal¨¦n celestial, lo cual es logro nada desde?able. La guerra fr¨ªa ha concluido por KO t¨¦cnico del adversario que representaba a la comunidad disciplinada, frugal y teol¨®gicamente un¨¢nime de los nost¨¢lgicos de un medievo imposible frente al moderno individualismo democr¨¢tico y hedonista. Por una vez hubo suerte y la reacci¨®n fue derrotada. La contienda se ha resuelto en el nivel
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El final de las cruzadas
Viene de la p¨¢gina anteriorte¨®rico, cierto, pero las instituciones a¨²n se resisten a transformar los mecanismos de poder que se parapetaron tras el maximalismo ideol¨®gico ahora hecho jirones. Tanto en el Este como en el Oeste, las fuerzas conservadoras sienten el desamparo de haber perdido al Enemigo con may¨²scula y de tropezar con el acoso de los enemigos interiores, es decir, de sus conciudadanos. Antes, toda divergencia seria se achacaba a complacencia con el imperialismo capitalista o con el totalitarismo comunista, seg¨²n el caso. Ahora esa coartada suena a¨²n m¨¢s a hueco de lo que sol¨ªa, y los reaccionarios de cada bando tienen que v¨¦rselas con su verdadero adversario: la gesti¨®n de la pluralidad. En los pa¨ªses del ex socialismo real, el enfrentamiento es (y quiz¨¢ siga siendo a¨²n por largo tiempo) m¨¢s sangriento, pero el problema en el fondo es m¨¢s sencillo, pues se trata de instituir la pluralidad pol¨ªtica, lo cual ya se ha logrado en varias sociedades desarrolladas del planeta. En los pa¨ªses democr¨¢ticos, por el contrario, la violencia puede ser menor, pero la cuesti¨®n es m¨¢s ardua, pues se trata de instituir la pluralidad moral, que es algo a¨²n no logrado del todo en parte alguna. Y unos y otros han de ir asumiendo que los retos del momento son cada vez m¨¢s globales: junto a los reaccionarios del pasado (los utopistas partidarios de que "mientras todo no cambie, nada cambiar¨¢") tendr¨¢n que irse yendo poco a poco los reaccionarios del presente, que siguen pensando los conflictos desde la limitaci¨®n inoperante del nacionalismo estatista.
El final del gran enfrentamiento entre blanco y negro puede llevarnos a la compleja pluralidad de la policrom¨ªa o a la monoton¨ªa del gris. A esta ¨²ltima tendencia pertenecen algunas reacciones a la antigua usanza, que simplifican como en los buenos tiempos maniqueos, pero ya no tienen el respaldo ideol¨®gico de las cruzadas de anta?o. Por ejemplo, algo que se ha repetido hace no mucho en este pa¨ªs como culmen de radical an¨¢lisis pol¨ªtico: "Todos los pol¨ªticos son iguales, todos est¨¢n corrompidos". Antes, en la feliz ¨¦poca de las cruzadas, por esa afirmaci¨®n hab¨ªa que entender: "Todos los pol¨ªticos burgueses son iguales, un¨¢monos a los revolucionarios que acabar¨¢n con el corrupto pluripartidismo liberal y capitalista", o quiz¨¢ (variante franquista o¨ªda durante 40 a?os): "Todos los pol¨ªticos de los partidos son igual de vendidos e intrigantes, apoyemos al caudillo y su democracia org¨¢nica". Ahora se repite la sentencia asnal, pero ya no se sabe lo que se quiere decir o no se reconoce lo que implica decirlo: recomendar por lo bajines el voto de pataleta a Ruiz-Mateos o a Herri Batasuna. Total, bobadas. Porque, en efecto, la corrupci¨®n pol¨ªtica se ha revelado como muy bien repartida en el mundo. En Estados Unidos, reci¨¦n salidos del Irangate, se descubre el esc¨¢ndalo de la Housing and Urban Development (HUD), instituci¨®n destinada a proveer a los necesitados de viviendas y que ha sido aprovechada por desaprensivos pol¨ªticos para beneficiarse con las ayudas a la pobreza; en Rusia, la perestroika va sacando a la luz un caso de corrupci¨®n al mes, empezando por el yerno de Breznev, que enterraba el dinero maloanado en un bosque porque no ten¨ªa d¨®nde gastarlo, pobre brib¨®n; en Jap¨®n deponen a un primer ministro por haber recruitado indebidamente fondos, y el siguiente resulta que manten¨ªa a una geisha inopinadamente lenguaraz; en Cuba, altos mandos militares son condenados a muerte, dicen que por narcotr¨¢fico, etc¨¦tera. Lo de Espa?a supongo que ya se lo saben ustedes. Muy cierto, todos los pol¨ªticos, en todos los sistemas y latitudes, pueden, a poco que les dejen, volverse iguales. Se parecen a los hombres, que tambi¨¦n nos volvemos iguales en cuanto nos tienta demasiado la ocasi¨®n. De modo que por ello urge desarrollar las leyes y controles sociales que favorezcan las mejores diferencias e impidan la igualaci¨®n en lo peor. Ya no se trata de emprender nuevas cruzadas, sino de potenciar incruentas pero en¨¦rgicas guerrillas. Lo ha dicho muy bien Peter Sloterdijt en su Cr¨ªtica de la raz¨®n c¨ªnica: "Esto significa una despedida del esp¨ªritu de las metas alejadas, una mirada clarividente en la carencia original de fines por parte de la vida, una limitaci¨®n del deseo de poder y del poder del deseo... En una palabra: comprender la herencia de Di¨®genes". ?Hay quien de m¨¢s?
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