Antonio Garisa, actor

Ten¨ªa Antonio Garisa lo que se llamaba, desde los latinos, vis c¨®mica: una virtud que no ha desaparecido y que puede encontrarse en algunos, pocos, de los nuevos, pero que se suele depreciar injustamente en relaci¨®n con los actores de m¨¦todos, estudios o sistemas. La vis c¨®mica es algo que pertenece a la naturaleza misma del individuo y que se manifiesta en forma que, siendo siempre igual a s¨ª mismo y vi¨¦ndose sin cesar al actor, se vea tambi¨¦n el rid¨ªculo o el disfraz del personaje. Afin¨® sus dones naturales en la compa?¨ªa de Casimiro Ortas, que fue un maestro del g¨¦nero c¨®mico, y supo traspasarlo al cine, lo cual no es siempre f¨¢cil; algunos de cuyos mejores directores de la ¨¦poca (los primeros, Bardem, y Berlanga en Esa pareja feliz) le utilizaron como representaci¨®n del espa?ol popular. Su f¨ªsico, su voz, su manera de llevar el grito y el adem¨¢n al extremo, le destinaron a las comedias que llamaban de figur¨®n,- y ¨¦se ha sido su ¨²ltimo papel, en una vieja comedia de Arniches, Los caciques, que era una cr¨ªtica de la corrupci¨®n en el abuso del poder, reverdecida por la direcci¨®n de Jos¨¦ Luis Alonso.

Ya se hab¨ªa manifestado su enfermedad, que fue reapareciendo en la larga temporada de esta comedia y en su gira por Espa?a; Garisa, c¨®mico de tradici¨®n, cumpl¨ªa la de volver a las tablas despu¨¦s de cada desfallecimiento y la de no abandonar el espect¨¢culo aun al borde de la muerte. Le ha llegado a los 73 a?os, con m¨¢s de medio siglo en su maleta de c¨®mico, sin que le hubieran faltado jam¨¢s las carcajadas del p¨²blico, que fueron su gran objetivo en la vida. Como s¨®lo pasa con algunos grandes comediantes, nada m¨¢s aparecer en escena se notaba ya en la sala un rumor de satisfacci¨®n y una expectaci¨®n ante las frases que iba a pronunciar: ten¨ªa el arte de que nunca le fallasen.