El mes de todos los peligros
Agosto, mes de todos los peligros en Polonia, se desarrolla bajo el signo de la incertidumbre. El Gobierno de Mieczyslaw Rakowski, dimisionario desde su rev¨¦s en las elecciones de Junio, ha decidido suprimir por decreto, a partir del 1 de agosto, todas las subvenciones de los productos agr¨ªcolas. ?stas, en el caso de la carne, alcanzaban hasta el 300% del precio de compra, y su desaparici¨®n repentina se ha saldado con un alza de las mismas dimensiones sobre el mercado. Las compensaciones salariales, evidentemente, no bastan para amortiguar el choque de un alza masiva del coste de la vida. El clima social se encuentra muy agitado, y las huelgas estallan todos los d¨ªas en la industria, los transportes y los servicios. Su din¨¢mica se parece algo a la que en agosto de 1980 condujo a la par¨¢lisis total del pa¨ªs. Algunos de los focos de huelga se dejan apaciguar con un aumento salarial, pero, en lugar de extinguirse, el incendio tiende, al contrario, a extenderse como una mancha de aceite.Es posible que la pr¨®xima llegada de la ayuda alimenticia procedente de la Comunidad Europea, al igual que las, importaciones de carne francesa y de otros pa¨ªses occidentales, permita reducir la tensi¨®n y evitar lo peor. Este es el deseo del Gobierno, le, cual parece l¨®gico, pero tambi¨¦n lo es de Solidaridad. Ambos buscan una salida a la dif¨ªcil crisis gubernamental, y la tensi¨®n social complica aun m¨¢s su tarea.
Desde la semana pasada, Polonia tiene nuevo primer ministro, el general Czeslaw Kiszczak. Pero los sillones ministeriales permanecen vac¨ªos, y sin la ayuda de Solidaridad nunca podr¨¢n ser ocupados. Las elecciones de junio, aunque s¨®lo parcialmente libres, han originado, sin embargo, un Parlamento in¨¦dito, en el que el partido comunista por s¨ª solo no disfruta de la mayor¨ªa. El general Kiszczak, ministro del Interior del Gobierno saliente, est¨¢ para algo. En efecto, ha optado por el escrutinio mayoritario a dos vueltas, aunque el sistema proporcional habr¨ªa sido mucho m¨¢s favorable para su bando. El precio de este error es doblemente grave: por una parte, en el Senado, donde el voto es libre, el partido comunista no ha conseguido la elecci¨®n de ninguno de sus candidatos; por otra parte, en la Dicta muchos de los candidatos gubernamentales han sido elegidos en la segunda vuelta gracias al apoyo, t¨¢cito o expl¨ªcito, de Solidaridad. Se comprende que su lealtad hacia la coalici¨®n encabezada por el partido comunista sea muy relativa, y que cambiar¨ªan de bando voluntariamente. ?Qui¨¦n va a atreverse a tirar la primera piedra si saben que dentro de cuatro a?os, en unas elecciones totalmente libres, no tendr¨¢n oportunidad de conservar sus esca?os si no es con los sufragios de Solidaridad?
El nuevo primer ministro conoce demasiado bien la nueva aritm¨¦tica parlamentaria polaca para hacerse ilusiones sobre su capacidad de gobernar con los socios recalcitrantes de su propia coalici¨®n. Por ello, y de entrada, ha lanzado una oferta a Solidaridad para formar juntos el Gobierno de transici¨®n hacia la democracia. Su discurso ha gustado, y ha sido aplaudido con gran cortes¨ªa, pero la respuesta ha sido "no", o, m¨¢s exactamente, "no, pero ...". Desde luego, el presidente del grupo parlamentario de Solidaridad, Bronislaw Geremek, no se ha abstenido de ironizar sobre la dificultad de votar por un antiguo ministro del Interior "cuando se ha sido reh¨¦n de su ministerio". Pero, adem¨¢s de esta observaci¨®n sobre el pasado, ha querido expresar sobre todo que el pa¨ªs no comprender¨ªa el sentido de la eventual gran coalici¨®n. En lugar de acelerar los cambios pol¨ªticos radicales, deseados por Solidaridad, esta f¨®rmula traer¨ªa consigo el des¨¢nimo, negativo para todos. No obstante, queda un pero. ?Qu¨¦ pasar¨ªa, en efecto, si el general Kiszczak no consiguiese formar Gobierno? ?Puede desearse entonces que pruebe su suerte otro dirigente del partido comunista? No es ¨¦se, seguramente, el consejo de Lech Walesa y de sus allegados. Su relaci¨®n con este general que en 1981 los envi¨® a los campos de internamiento ha cambiado radicalmente antes de y durante la larga negociaci¨®n que ocho a?os despu¨¦s ha permitido la legalizaci¨®n de Solidaridad y las elecciones de junio. No es un misterio para nadie que, durante toda esta fase tan delicada, el general Kiszczak y Lech Walesa se han Vuelto a encontrar en la finca Peque?a Magdalena (Magdalenka, en polaco), en los alrededo res de Varsovia, hasta el punto de que el acuerdo final, firmado en el palacio de los Racizwill, se suele llamar el acuerso de Magdalenka. As¨ª pues, Bronislaw Geremek ha otorgado su con fianza al nuevo primer ministro: que es un gran negociador que sabe discutir, y nosotros confiams en su palabra". Otro dirigente de Solidaridad, Adam Michnik, que desde 1968 ha pasado ocho a?os en prision, pide con gran magnanimidad, que no se juzgue al general Kiszczak por su pasado: "Todos los hombres pueden cambiar de ideas y hacer cosas diferentes", manifest¨®, precisandc que en Polonia de lo que se trata es de transformar "los mecanismos del poder". ?C¨®mo? Adam Michnik es partidario de una cohabitaci¨®n a la francesa: "Para vosotros, la presidencia; para nosotros, el gobierno". Michnik ha lanzado esta contrase?a desde el diario Gazeta, del que es director, y, a pesar del poco eco que dicha consigna ha suscitado en Solidaridad, sigue creyendo en ella.
La aritm¨¦tica parlamentaria, aparentemente, le da la raz¨®n. Por dos veces la Dieta ha votado a favor de las propuestas de Solidaridad, con el fin de inquirir acerca de la gesti¨®n econ¨®mica del Gobierno saliente y sobre las muertes no aclaradas ocurridas durante el estado de guerra. Bien entendido, aun cuando Solidaridad pudiera contar con una mayor¨ªa estable, Michnik no querr¨ªa, seguramente, que formase Gobierno en medio de la tempestad del agosto polaco. Por el momento, y aun cuando los sillones ministeriales sigan estando vac¨ªos, resulta m¨¢s inteligente esperar y observar.
El general Kiszczak, despu¨¦s del "no, pero..." de Lech Walesa, se ha precipitado en casa del cardenal Glemp, primado de Polonia, como para solicitar una vez m¨¢s la mediaci¨®n de la Iglesia en el di¨¢logo entre los polacos. Ahora bien, durante su reciente v?sita a Vend¨¦e, con ocasi¨®n del bicentenario de la Revoluci¨®n Francesa, el cardenal, en una entrevista concedida a Ouest France, ha dicho, sin ning¨²n tipo de rodeos, que el pluralismo politico en Polonia no ser¨¢ real sin la formaci¨®n de un partido cristiano. Desde hace mucho se sabe en Varsovia que sus sentimientos hacia Soilidaridad son muy ambiguos, y que preferir¨ªa que Lech Wallesa y los suyos se limitasen al campo sindical. De ah¨ª a apostar por la fragmentacion del grupo parlament arlo de Solidaridad no hay m¨¢s que un paso, y inuchos creen que el cardenal, antes o despu¨¦s, acabar¨¢ por darlo.
El panorama pol¨ªtico polaco, ya singularmente fragmentado, lo estar¨ªa todav¨ªa m¨¢s, lo que no colaborar¨ªa a apaciguar el clima social ni a encontrar una f¨®rmula de gobierno estable. Por otra parte, y con vistas al mundo que quiere venir en su ayuda, Polonia no puede embarcarse en una interminable crisis gubernamental. El canciller Kohl ha suspendido ya su visita a Varsovia, con el pretexto de la inestabilidad reinante. As¨ª pues, parece singularmente necesario un nuevo encuentro en Magdalenka entre el general Kiszczak y Lech Walesa para poder desbloquear la situaci¨®n. Ni que decir tiene que ellos dos son los ¨²nicos que pueden definir una nueva forma de di¨¢logo entre el partido comunista y Solidaridad, tanto en la Dieta como en el pa¨ªs. Tarea ardua, sin duda, pero la que ambos han tenido que afrontar antes de llegar a los acuerdos de Magdalenka, en abril, tambi¨¦n lo era. ?Podr¨¢n lograrlo por segunda vez?
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