?Se hacen realidad nuestros sue?os?
?Se hacen nuestros sue?os verdaderamente realidad? Esta era la pregunta que me hac¨ªa con frecuencia durante mi corta estancia en Hungr¨ªa en mayo pasado. Casi no pod¨ªa reconocer el pa¨ªs que hab¨ªa visto hac¨ªa s¨®lo un a?o.. Aquellos que eran j¨®venes en octubre de 1956 y que vivieron los momentos de liberaci¨®n durante los doce d¨ªas de libertad sintieron, despu¨¦s de la intervenci¨®n sovi¨¦tica del 4 de noviembre, que entraban en un oscuro t¨²nel y que al final nunca ver¨ªan la luz. Doce a?os m¨¢s tarde, cuando ya eran hombres y mujeres de mediana edad, comenzaron de nuevo lentamente a abrigar esperanzas. En esta ocasi¨®n las pusieron en una primavera de Praga; otra vez fue en vano. Parec¨ªa que esta generaci¨®n iba a desaparecer de la tierra sin haber visto sus sue?os hechos realidad. Y precisamente, muchos de nosotros ya han desaparecido. Pero aquellos que a¨²n viven y se han hecho mayores en estos 33 a?os pueden hacerse nuevamente la vieja pregunta: ?pueden sus sue?os, despu¨¦s de todo, hacerse realidad?
Seguramente, aun si se hacen realidad, no ser¨¢n los mismos que so?amos durante los d¨ªas de 1956. Muchos de nosotros ¨¦ramos, en 1956, comunistas reformados, una postura que hace tiempo qued¨® atr¨¢s. Las nuevas generaciones que vinieron despu¨¦s de nosotros tuvieron nuevas experiencias vitales y otras esperanzas y deseos. De todos modos, el proceso de liberaci¨®n que se inici¨® en mayo de 1988, al derrumbarse de repente el liderato kadarista, el proceso que ahora est¨¢ adquiriendo impulso es la realizaci¨®n de nuestros sue?os. Aunque contuvieran otras cosas, eran esencialmente sue?os de liberaci¨®n.
La liberaci¨®n de la opresi¨®n pol¨ªtica puede iniciarse con un simple y violento gesto, pero el proceso es siempre complejo -y tiene muchos aspectos diferentes. Esta vez en Hungr¨ªa no hubo toma de la Bastilla local.
Por alguna raz¨®n, el proceso de liberaci¨®n vino, por decirlo de alguna manera, por arte de magia. Por una vez, algo raro en la historia de Hungr¨ªa, las condiciones eran favorables. La pol¨ªtica de glasnost en la Uni¨®n Sovi¨¦tica coincidi¨® felizmente con el r¨¢pido envejecimiento de Janos Kadar, que lleg¨® al extremo de la enfermedad mental. Los grupos de la oposici¨®n, aunque num¨¦ricamente peque?os, pero resueltamente democr¨¢ticos y muy capaces desde el punto de vista intelectual, se ganaron el respeto del sector del pueblo m¨¢s comprometido pol¨ªticamente. Por ¨²ltimo, la revoluci¨®n de 1956, que parec¨ªa haberse borrado de la memoria colectiva de los h¨²ngaros durante los terribles a?os de represi¨®n, gracias a los esfuerzos de quienes han mantenido la llama viva, ha vuelto gradualmente a la memoria de la naci¨®n en los ¨²ltimos a?os. Por tanto, exist¨ªa un precedente, un modelo a seguir aunque no en todos sus aspectos, por lo menos en algunos.
Lo impredecible y contingente de la historia tiene su m¨¦rito: ni siquiera todos estos factores juntos proporcionan una explicaci¨®n estrictamente causal del repentino surgimiento del proceso de liberaci¨®n. Sin embargo, una vez que ¨¦ste se hubo iniciado, los tres factores unidos resultaron decisivos.
La libertad de Prensa fue la primera libertad lograda. Hoy hay peri¨®dicos h¨²ngaros que de la noche a la ma?ana han alcanzado el nivel de sus mejores colegas de Europa occidental. Fue una sorpresa para m¨ª comprobar que, para obtener informaci¨®n adicional y totalmente objetiva sobre acontecimientos del este de Europa y otras partes, alcanzaba con solicitarla desde Nueva York al diario h¨²ngaro Magyar Nemzet. Para alguien cuyo nombre durante d¨¦cadas s¨®lo figuraba en documentos condenatorios, confidenciales del partido o en los archivos secretos del Ministerio del Interior, result¨® indudablemente una experiencia poco corriente conceder entrevistas a varios peri¨®dicos, a la radio y televisi¨®n h¨²ngaras e incluso a Radio Europa Libre (que ahora tiene un corresponsal en Budapest).
La libertad de reuni¨®n vino conjuntamente con la libertad de Prensa. Nuevos movimientos, alianzas y partidos han surgido casi a diario, y los antiguos est¨¢n en proceso de reorganizaci¨®n. Hace un a?o, cuando se mencionaba al "partido" en una conversaci¨®n, se hac¨ªa referencia, naturalmente, al partido comunista. Esto ha cambiado de manera radical. Mi hija tambi¨¦n habla del "partido", pero se refiere a la Alianza de los Dem¨®cratas Libres, un nuevo partido que proviene de los grupos Smizdat y al que ella pertenece.
En Hungr¨ªa ya es una verdad evidente por s¨ª misma que el sistema de partido ¨²nico est¨¢ totalmente en quiebra. Si es posible darle alg¨²n cr¨¦dito a la opini¨®n de las urnas, una ampl¨ªsima mayor¨ªa del Partido Socialista H¨²ngaro de los Trabajadores,
que ayer gozaba de un poder hegem¨®nico, prefiere una democracia 'multipartidista a su postura anterior de monopolio incontrolado. Un porcentaje significativo de los comunistas h¨²ngaros parece haber decidido desbolchevizar su propia organizaci¨®n y transformarla en un partido socialista digno de cr¨¦dito. Para ser justos, una gran parte del pueblo parece confiar en el ala reformadora de este partido, a pesar de haber padecido, con el comunismo h¨²ngaro, la peor de las experiencias posibles. Detr¨¢s de este enigma est¨¢ la 'figura ¨²nica y heroica de Imre Nagy, que en cierto momento fue un comunista dispuesto a morir por una democracia multipartidista, por la neutralidad y la independencia, todo lo cual ten¨ªa su base en la legitimidad revolucionaria de 1956. El ajusticiado Imre Nagy avala la honradez de Imre Pozsgay.
Los partidos y movimientos h¨²ngaros son de tipo laico, todos liberales, democr¨¢ticos y en su mayor¨ªa, pol¨ªticamente, de izquierda. Una disposici¨®n general para el di¨¢logo y la pol¨¦mica, cierta predilecci¨®n por la discrepancia, una inclinaci¨®n por los compromisos razonables, son elementos que dominan la escena pol¨ªtica con una saludable excepci¨®n. No existe ning¨²n consenso en lo relativo al compromiso por una nueva Constituci¨®n que reemplace a la seudoconstituci¨®n estalinista. Siento una gran simpat¨ªa con este particular rechazo a un compromiso: tengamos una nueva Constituci¨®n, mejor tarde que pronto, pero que sea buena y duradera.
Uno no puede evitar observar que la base popular del proceso pol¨ªtico es mucho m¨¢s peque?a de lo que era durante la revoluci¨®n de nuestra juventud; Esto no es una cr¨ªtica. Bajo el poder estalinista de los cincuenta, todo el pueblo hab¨ªa sido politizado por coerci¨®n. Por este motivo, durante la revoluci¨®n, la gente fue pol¨ªticamente muy activa. Dicho de una manera, m¨¢s perspicaz:, Janos Kadar despolitiz¨® con ¨¦xito el pa¨ªs durante 33 a?os. No debe extra?ar entonces que a la gente le lleve
tiempo comprender que el destino est¨¢ en sus propias manos. No obstante, sean cuales sean las razones, el problema est¨¢ all¨ª. La imaginaci¨®n institucional de 1956 cre¨® consejos obreros y revolucionarios y varios ¨®rganos de autogesti¨®n. Tales instituciones actualmente no se ven. No existe en Hungr¨ªa ning¨²n movimiento sindical similar a Solidaridad, aunque algunos sindicatos nuevos y libres est¨¢n surgiendo y organiz¨¢ndose especialmente, de acuerdo con las l¨ªneas de antiguas tradiciones. Muchos observadores y part¨ªcipes en los hechos h¨²ngaros se sienten inquietos sobre esta estrecha base pol¨ªtica: yo tambi¨¦n comparto ese sentimiento. ?Es posible dise?ar una nueva democracia sobre las cabezas de aquellos a quienes se supone los mayores beneficiarios del cambio? ?Puede arreglarse el gran desorden econ¨®mico, pol¨ªtico y moral heredado del antiguo r¨¦gimen sin la voz de aquellos que m¨¢s sufrieron para ser o¨ªdos? La antigua verdad democr¨¢tica se aplica tambi¨¦n aqu¨ª: cuanto m¨¢s responsable es la participaci¨®n de todos los que est¨¢n comprometidos, mayores son las posibilidades para una naciente democracia.La pregunta generalizada en la Hungr¨ªa de hoy es la de si ya ha llegado la nueva era en la historia nacional. Aunque el proceso de liberaci¨®n parece irreversible sin el uso masivo de fuerza desde el exterior, los j¨®venes dem¨®cratas hacen bien en insistir que la nueva era s¨®lo comenzar¨¢ despu¨¦s de las primeras elecciones libres. Conf¨ªan en que esas elecciones libres se lleven a cabo. Sin embargo, nuestra generaci¨®n a¨²n es cauta con las creencias, ya que nuestras esperanzas fueron con gran frecuencia traicionadas. Por esta raz¨®n, nos seguimos haciendo la pregunta: ?se hacen nuestros deseos verdaderamente realidad?
Traducci¨®n: C. Scavino.
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