Verano madrile?o
De tanto vivir la ciudad, de tanto habitarla por los caminos cotidianos de nuestra obligaci¨®n, acabamos olvid¨¢ndola. Dicen que la soledad es el sentimiento m¨¢s a flor de piel en los moradores de las grandes urbes, el sentimiento m¨¢s propicio de quienes naufragan en la multitud. La soledad de esos caminos diarios, de las mon¨®tonas dedicaciones. El mismo autob¨²s, la misma ruta, el mismo metro, ese itinerario de ida y vuelta que al mismo tiempo nos encierra y nos entierra, mientras la ciudad, m¨¢s all¨¢ de nuestro propio destino de cada d¨ªa, es otra y distinta.Ciertamente que no tenemos demasiadas alternativas para conocerla, que somos m¨¢s proclives a olvidarla. El tiempo siempre apretado, la rutina desolada de su uso, da poco pie para otra aventura que no sea ¨¦sa: la del invariable trasiego de cada jornada. Y hay que hacerlo. Porque vivir la ciudad no debiera ser jam¨¢s una forma de hacerse al olvido, de perderse sin alternativa por la misma calle en el recorrido de las mismas estaciones.
El verano madrile?o, este tiempo para quedarse cuando la obsesi¨®n de irse parece insoslayable, tiene buenos alicientes para romper esa rutina, para trastocar el ritmo de tantos meses gemelos. Y hay un Madrid distinto en este tiempo que habr¨ªa que saber descubrir, empezando por renovar el ¨¢nimo, por proponerse esa modesta aventura de hacerlo.
Aunque se trate de una de aquellas aventuras que est¨¢n a la vuelta de la esquina, m¨¢s propicias para quienes nos gusta descubrir lo obvio, lo inmediato, lo m¨¢s peque?o y cercano que andar cazando leones por el ?frica salvaje o de crucero por esas sosegadas islas de no se sabe d¨®nde.
Madrid zascandil
Un Madrid popular, vitalista, zascandil, m¨¢s a mano en la noche acogedora, cuando los rigores de asfalto se han templado algo y las horas son m¨¢s lentas y menos castigadas. Un Madrid de muchos lugares esparcidos, menos hosco de lo que nos han hecho creer y donde la soledad -ese fantasma urbano- puede quedar f¨¢cilmente aparcada, porque la soledad -reconozc¨¢moslo- pertenece en mayor proporci¨®n a las obligaciones que a las devociones. Y en la libre devoci¨®n de la noche madr¨ªle?a hay mucho tiempo para perderlo, hay muchas rutas distintas que nos llevan lejos de la enquistada costumbre.
Recorrerlas puede ser el m¨¢s refrescante camino para seguir conociendo esta ciudad que como toda gran ciudad es muchas ciudades.
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