La velocidad y el tocino
Jes¨²s de Montreal
Direcci¨®n y gui¨®n: Denys Arcand. Fotografia: Guy Dufaus. M¨²sica: Louise Jobin. Canad¨¢, 1989. Int¨¦rpretes: Lothaire Bluteau, Catherine Wilkening, Johanne-Marie Tremblay, Remy Girard, Robert Lepage, Gilles Pelletier, Yves Jacques. Estreno en Madrid: cine Renoir, en versi¨®n original subtitulada.
Hay mucha politiquer¨ªa -como en todos los sitios donde se manejan grandes cantidades de dinero- en las bambalinas de los grandes festivales de cine. El ¨²ltimo de Cannes, pese a contar con un jurado que hizo un reparto final de premios con criterios m¨¢s independientes que los comunes en estos casos, no fue una excepci¨®n a lo dicho. Hab¨ªa dos pel¨ªculas en concurso, la francesa Demasiado bella para m¨ª y la canadiense Jes¨²s de Montreal, que fueron cantadas nada m¨¢s presentarse como las dos grandes favoritas a la Palma de Oro.Por fortuna -pues hubiera sido una injusticia-, ninguna de las dos lo obtuvo, pero la presi¨®n de la industria y la Prensa francesa respecto de la primera y de la anglosajona respecto de la segunda era tan fuerte y persistente que al final hubo cambalache: la primera se llev¨® un disparatado premio especial, y esta Jes¨²s de Montreal, otro de consolaci¨®n. Y todos contentos.
Jes¨²s de Montreal es la segunda pel¨ªcula de Denys Arcand, que alcanz¨® hace tres aflos notoriedad y bastante audiencia con El declive del imperio americano, que ¨¦l mismo escribi¨® y dirigi¨®, como en este caso. Ambas pel¨ªculas, pese a ser argumentalmente muy diferentes, est¨¢n por ello cortadas por un mismo patr¨®n y proponen un cine con ambiciones intelectuales y excelente factura, que puede dar el pego, gracias a la solvencia de sus medios humanos y t¨¦cnicos, a no ser que se: las mire un poco de soslayo y con algo de incredulidad, en cuyo caso se tambalean. Se trata de filmes inteligentes y cultos, con pretensiones de diagn¨®stico de nuestro entorno hist¨®rico.
Jes¨²s de Montreal da impresi¨®n de profundidad, pero en realidad se trata de una obra epid¨¦rmica. Arcand re¨²ne y amalgama con mucha habilidad no ideas, sino espectros de ideas, digeridos o cuando menos precocinados, m¨¢s que con cultura, con el barniz de cultura que llaman culturina.
Desajuste
Nada estrictamente malo hay en este filme, salvo una cosa y grave: que es m¨¢s, mucho m¨¢s, lo que parece dar que lo que efectivamente da. De ah¨ª, de este desajuste, es del hilo del que hay que tirar para medir el verdadero calibre de una pel¨ªcula hinchada no tanto por sus m¨¦ritos intr¨ªnsecos como por los que toma de presta do de algunos vac¨ªos del cine actual.
Insistimos: nada malo hay en este filme. Cada componente funciona en ¨¦l y cada pieza est¨¢ cortada a la medida justa de su complementaria. Es por ello un conjunto -bastante heterog¨¦neo, pues entremezcla sin que chirr¨ªen la velocidad y el tocino- de bondades parciales que da lugar a una totalidad muy inferior a esas sus partes.
Obra muy elaborada, lo es m¨¢s a trav¨¦s de una operaci¨®n de c¨¢lculo que de vigor metaf¨®rico, por lo que su artificio deriva hacia lo artificioso, sus efectos hacia un efectismo cuco y jalonado por subrayados o gui?os que aborregan al espectador d¨®cil y le hacen entrar sin respuesta propia en el reino de la complicidad, a la manera de aquel brillante y superficial cine de qualit¨¦ franc¨¦s, contra el que se afirmaron -neg¨¢ndolo- los fundacionales filmes de la nouvelle vague.
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