Matadores banderilleros con chorizo
Domecq / Espl¨¢, Mendes, SoroToros del marqu¨¦s de Domecq, bien presentados, flojos y mansos. Luis Francisco Espl¨¢: silencio en los dos. V¨ªctor M¨¦ndes: silencio en los dos. El Soro: vuelta; vuelta por su cuenta con muchas protestas. Plaza de Albacete, 12 de septiembre. Quinta corrida de feria.
La corrida de los matadores-banderilleros trascurr¨ªa entre el sopor s¨®lo salvado por las enormes rastras de chorizo, bien regado con vino, que deglut¨ªa gran parte de los espectadores. As¨ª, los matadores-banderilleros con chorizo eran m¨ªnimamente digeribles, pues ni siquiera con los rehiletes destacaron en este festejo.
Toros y toreros ayudaron al aburrimiento. Los toros, por su debilidad y escasa casta. Despu¨¦s de la fren¨¦ticas y alocadas carreras a que les somet¨ªan los coletudos, Regaban parados al ¨²ltimo tercio y con problemas. Unos problemas no insolubles para especialistas o lidiadores de alcurnia, pero este tipo de diestros no pis¨¦ ayer el rubio albero de Albacete. Deambulaban por all¨¢ y acull¨¢, y trajinaban a los bichos sin demasiados conocimientos ni sandungas.
Menos mal que hasta el especial p¨²blico que acude a estas corridas de toreros-banderilleros, iba preparado. Durante los ¨²ltimos tercios de la lidia y en el intermedio de la corrida, el espect¨¢culo se trasladaba del ruedo a los tendidos y pasillos, absolutamente abarrotados. Las ollas de ajo de Mataero, de pisto y gazpachos manchegos, de jud¨ªas con perdiz y oreja, de papill¨®, etc¨¦tera, eran un anticipo de los chorizos, morcillas y guarricas que ven¨ªan despu¨¦s.
Los numeritos con los palitroques comenzaron ya en el toro que abri¨® plaza. En este y en los dos siguientes los tres espadas se intercambiaron los palos. Cada diestro los puso a su estilo, aunque sin demasiada fortuna. Luis Francisco Espl¨¢, con variedad y conocimiento de los terrenos; V¨ªctor M¨¦ndes, con verdad y asom¨¢ndose; y El Soro, con sus cl¨¢sicos molinillos y a toro pasado.
Espl¨¢ no demostr¨® inter¨¦s en la faena del primero y se tap¨® en una labor vulgarota y superficial. Tal vez el nombre del cuarto, Inspirado, le despert¨® sus duendecillos art¨ªsticos, pero fue un espejismo y las tandas de desiguales pases tampoco calaban en los asistentes, que prefer¨ªan los enumerados comestibles.
A Mendes, al que hizo varios excelentes quites su subalterno Julio Gonz¨¢lez, le tocaron los bichos m¨¢s violentos en el ¨²ltimo tercio. Sobre todo el Alirado, segundo, cuyos pitones cosquilleaban el enmara?ado cielo. Aguant¨® algunas coladas y se desenga?¨® r¨¢pidamente.
El Soro despleg¨® todos sus efectismos pueblerinos y circenses, que s¨®lo gustaron a un sector de la plaza, el situado en los tendidos que aguantan el solano durante toda la corrida. Sus gurripinas y mantazos fueron aplaudidos por ese p¨²blico, al que tambi¨¦n acab¨® cansando tanta chundarata y mojiganga y volvi¨® a los chorizos.
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