Los filmes de Resnais, Kumai y Scola, m¨¢ximos aspirantes al Le¨®n de Oro
Comienzan a circular las apuestas sobre qu¨¦ pel¨ªcula se llevar¨¢ hoy el Le¨®n de Oro, el legendario supremo galard¨®n que concede este festival. Las hay para todos los gustos, al no existir en la selecci¨®n oficial ni una sola pel¨ªcula genial o indiscutible. Los m¨¢s dan por vencedor a Quiero irme a casa, el flojo filme de Alain Resnais, que est¨¢ situado en el primer lugar de las calificaciones que los cr¨ªticos italianos hacen cada d¨ªa en el peri¨®dico La Repubblica. Pero Muerte de un maestro del t¨¦, del japon¨¦s Kei Kumai, y ?Qu¨¦ hora es?, de Ettore Scola, le siguen de cerca. Maneras de dar apariencia de vida a un muerto.
El papanatismo ambiental puede contagiar al jurado, que preside el ruso Smirnov y del que forma parte el c¨¦lebre fot¨®grafo espa?ol N¨¦stor Almendros, y hacer real esta conjetura. Lo cierto es que de esos tres filmes favoritos, s¨®lo el japon¨¦s es serio. El del realizador franc¨¦s Alain Resnais (I want to go home) es menor y est¨¢ hueco, y el del cineasta italiano Ettore Scola no es m¨¢s que un divertido ejercicio de cine comercial de calidad. Pero los grandes nombres arrastran a los cr¨ªticos y apostadores, y ¨¦stos arrastran a los jurados cuando carecen de criterios propios.
Lo mejor
Lo mejor, o lo poco bueno que se ha visto en esta Mostra -con la excepci¨®n de la sorpresa japonesa Muerte de un maestro del t¨¦- est¨¢ en las obras de los peque?os nombres, en los rellenos de la programaci¨®n, que han dado algunas agradables sorpresas. Dos de estas sorpresas llegaron ayer, con Recuerdos de la casa amarilla, del portugu¨¦s Joao C¨¦sar Monteiro, que es una pel¨ªcula excelente, al mismo tiempo tierna y feroz, de un humor negro penetrante y original¨ªsimo, y el filme africano del sovi¨¦tico georgiano Otar losseliani Y se hizo la luz, que es un precioso poema ecologista, cuya ligereza no le impide ir poco a poco acumulando resonancias tr¨¢gicas.
Estos dos humildes e inteligentes filmes, junto con el taiwan¨¦s Ciudad doliente, el sovietico El marido y la hija de Tamara Alexandrovna y el espa?ol El mono loco, contienen m¨¢s y mejor cine en una sola secuencia que los de los grandes nombres antes citados, que juegan en un festival tan devaluado como ¨¦ste la baza -decisiva si el jurado no se mantiene irreductible y sordo a las presiones pol¨ªticas y ambientales- del prestigio y del escaparatismo. Los premios de interpretaci¨®n pueden decantarse, por un lado, hacia Marcello Mastroianni y Massimo Troisi, que hacen un buen ejercicio profesional, pero ya sabido, en la pel¨ªcula de Ettore Scola; y por otro, hacia el protagonista norteamericano de la obra de Resnais, Adolph Green; sin olvidar la poderosa creaci¨®n -sobria para un superdotado del gesto- de Toshiro Mifune en Muerte de un maestro del t¨¦.
En lo que respecta a las interpretaciones femeninas, no hay discusi¨®n posible: todo lo que no sea dar la primac¨ªa a la actriz brit¨¢nica Peggy Ashcroft (a la que s¨®lo es comparable su antagonista en el filme de Peter Hall She's been away, Geraldine James), ser¨ªa puro cambalache. Nadie hace aqu¨ª sombra a esta maravillosa anciana de gesto unas veces ani?ado y otras de fiera al acecho.
La soluci¨®n a este artificioso empe?o de dar inter¨¦s a una Mostra que no lo tiene llegar¨¢ con el fallo del jurado.
Da lo mismo
No hay grandes esperanzas ni revuelo alguno acerca de lo que al final sancione el jurado internacional. Da lo mismo, Si hay un premio pol¨ªtico a la pel¨ªcula israel¨ª Berlin-Jerusalem, que lo haya; si no lo hay, que no lo haya. Los despliegues de la Prensa italiana por aparentar tensi¨®n de espera son casi c¨®micos. La Mostra est¨¢ enferma -?c¨®mo, de no ser as¨ª, se han seleccionado para competir en ella pel¨ªculas bajo m¨ªnimos, literalmente est¨²pidas, como las de la italiana Lina Wertmuller, Una noche de claro de luna, o la griega Me amas?, entre otras-, y otra edici¨®n como ¨¦sta en 1990 lo convertir¨ªa en un suceso innecesario.
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