La hoguera de las necedades
Primero hay que dar 20 vueltas a la manzana para aparcar el coche podrido por la discordia. Luego, con la radio debajo de la axila, hay que subir los pelda?os de la rotonda y ponerse a la altura de las banderas de la contaminaci¨®n. All¨ª se alza la Junta Municipal de Moncloa, un, edificio circular ante el que monta guardia un polic¨ªa que se hurga la nariz. En el interior las enredaderas preelectorales agonizan asfixiadas por el humo de los fumadores que, hacen' cola, de pie, bien sea para empadronarse o, si esto falla, para encabronarse.
A la cabeza de esa cola, aunque casi a la altura del tobillo, est¨¢n los r¨®tulos y los impresos. Para verlos hay que brincar, y ello explica que una veintena de j¨®venes calce zapatillas importadas para la pr¨¢ctica del deporte patrio: el salto del conejo y la bocanada del tabaco, rubio.
Los otros avisos se cumplen con el mismo rigor que el de la prohibici¨®n de fumar en locales p¨²blicos. Uno, visible en lo alto del cristal de la cajera, dice: "En este lugar estamos trabajando, duro. No traiga desaliento o amarguras diveras. ?Sea amable y no rompa los nervios!". Est¨¢ firmado por la Asociaci¨®n para la Prevenci¨®n de la Neurosis. Otros, en cada una de las puertas de los negociados advierten que queda prohibido el ajena a toda persona ajena a esta oficina.
La cola, que empieza a formarse a las 9.30 y ser¨¢ disuelta a las 11.30 (Por la tarde no hay nada que hacer), sobrepasa el medio centenar de personas. Los que van llegando asoman la nariz con cautela. Preguntan al ¨²ltimo, pues no se atreven a hacerlo en el mostrador, si ¨¦sta es la cola de los empadronamientos. Y qu¨¦ hay que hacer. Y d¨®nde, est¨¢n los impresos si creen que en una hora llegar¨¢n al tr¨¢mite. Y si eso no se podr¨ªa hacer por correo, con lo simple que iba, a resultar. Y d¨®nde se ha visto que haya s¨®lo dos atendiendo a tantos. Y cosas as¨ª, para matar el tiempo, ya que no al concejal del distrito. Un muchacho se apoya, desfalleciente, en la puerta de Sanidad y Consumo. Es la estampa del departamento que convendr¨ªa imprimir para 1992. "Joder, hay que echarle mucha paciencia" dice. Otro le recuerda que en v¨ªsperas de la moci¨®n de censura, se hizo una campa?a con promesas de informatizaci¨®n tan sublimes que, si no recuerdo mal, iba a ser posible autoempadronarse con el ordenador como quien juega a las maquinitas. Pero ahora en el sitio de esas maquinitas hay archivadores arrinconados, bolsas de El Corte Ingl¨¦s y colillas del subdesarrollo. Tambi¨¦n hay una b¨¢scula de farmacia. "Ser¨¢ para pesar el papel antes de venderse ,lo al trapero" comenta una se?ora rasc¨¢ndose las varices. "No hay derecho, podr¨ªan dar n¨²mero como en la pescader¨ªa, ?no cree?", se pregunta.
Luego entra una madre joven con carrito y beb¨¦. Se pone en la cola. La gente mira a la mam¨¢ y lanza incienso de Tabacalera al hijo. Un hombre propone que se salte la cola o deje fuera del crematorio, a la criatura. El ordenanza tercia: "Por m¨ª hagan lo que quieran, si todos est¨¢n de acuerdo y lo aprueban, que la se?ora pase la primera". Hay divisi¨®n de opiniones. La se?ora se ruboriza y el ni?o empieza a berrerar. Uno protesta: "?Habr¨¢ que venir con chupete y cochecito para acabar pronto, no te fastidia!". Finalmente, la se?ora es autorizada por el preelectorado, y temblorosa, como si cometiera pecado de infidelidad, agarra los impresos y los rellena en el manillar del carro. "Aqu¨ª dice que firme el agente padronal", pregunta otro vecino de tr¨¢mite, "?¨¦se soy yo o son ellos?".
Inspiran compasi¨®n
Ellos tambi¨¦n inspiran compasi¨®n. Han debido instruirles para que extremen su amabilidad. por estas decisivas fechas. O quiz¨¢ les nace del fondo de su alma en pena del funcionariado.
Por eso a nadie le extra?a que ya al filo, de la hora del cierre la jefa misma del negociado de Estad¨ªstica salga descompuesta al ruedo, para, con el acero en alto, darle la estocada al respetable. "?Estamos desbordados, siempre desbordados! ?Yo trabajo siete horas seguidas y a¨²n no me he podido comer el bocata!".
La cola colea. Colea de estupor y de emoci¨®n administrativa. La jefa del negociada insiste: "Llevo 18 a?os en el Ayuntamiento, ?y no aguanto m¨¢s! ?Escriban y protesten! ?Ven mi bocadillo aqu¨ª en el papel de esta?o? ?Me ha entrado la enterocolitis!".
Una se?ora avanza un paso y se sale de la fila. Dice: "A ver, su nombre, que yo s¨ª que escribir¨¦".
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