Torear como la seda
El p¨²blico se volv¨ªa loquito (como quien dice) cuando toreaba Juan Mora, porque ese toreo se produc¨ªa l¨¢nguido, suave y bello, igualito que la seda o cosa as¨ª. No siempre el toreo de Juan Mora se produc¨ªa l¨¢nguido, suave y bello; s¨®lo a ratos, aunque lo suficientemente largos para que la sensibilidad del loquito p¨²blico se colmara con la versi¨®n m¨¢s exquisita del arte de torear.
Tore¨® Juan Mora a la ver¨®nicajuntas las zapatillas o cargada la suerte, remat¨® los lances con la media ver¨®nica alada o desmayando a una mano el capote de seda, y la afici¨®n talaverana, p¨²blico en general y militares sin graduaci¨®n, conven¨ªan que aquella forma de torear era distinta a las formas habituales de torear, inclu¨ªdas otras que estaba viendo en la tarde. En su primera faena intent¨® Juan Mora continuar el toreo de arte y ensayo, pero el toro se desentend¨ªa de la muleta para otear el tendido. Deb¨ªa de ser un defecto de familia porque no fue el ¨²nico toro mir¨®n. En cambio, en el sexto, de encastada nobleza, lo consigui¨® ampliamente.
Rodr¨ªguez / Robles, O
Cano, MoraToros de Dionisio Rodr¨ªguez, bien presentados, aunque varios sospechosos de pitones, en general encastados; 6?, premiado con vuelta al ruedo. Julio Robles: bajonazo perdiendo la muleta (dos orejas protestadas); bajonazo descarado (dos orejas, una protestada). Ortega Cano: estocada y cinco descabellos (silencio); espadazo fallido y estocada ca¨ªda kdos orejas). Juan Mora: pinchazo y estocada delantera (aplausos y salida al tercio); estocada corta trasera (dos orejas y rabo, y vuelta, acompa?ado del mayoral). Los tres matadores y el mayoral salieron a hombros. Plaza de Talavera, 23 de septiembre. Primera corrida de feria.
Los ayudados por alto iniciales y la tanda siguiente de redondos, tirando suavemente de la pastue?a embestida, alborotaron el cotarro y la fiesta misma habr¨ªan alborotado si aquella explosi¨®n de fantas¨ªa torera se llega a producir en la c¨¢tedra. Lo restante de la faena transcurri¨® seg¨²n le funcionaban las entendederas al artista y pareci¨® que cuando se preocupaba de la postura, deca¨ªa la belleza e incluso la ortodoxia t¨¦cnica de la obra, mientras cuando no se preocupaba, el arte resurg¨ªa en toda su esplendidez.
Orejas a pares
Dos orejas y rabo le dieron a Juan Mora y constituy¨® excesivo premio. Ocurri¨®, sin embargo, que el presidente estuvo dando las orejas a pares desde que empez¨® la fiesta. Ped¨ªan una oreja y se apresuraba a conceder dos. El presidente de Talavera a lo mejor ve¨ªa doble. Al p¨²blico no acababa de convencerle el despilfarro, y al producirse la faena de Mora, tan distinta a cuanto hab¨ªa visto antes, como las orejas ya estaban devaluadas, se apresur¨® a pedir directamente el rabo que, por supuesto, fue concedido. Estos presidentes triunfalistas conceden alegremente orejas y rabos porque son del toro; que si fueran suyos, tendr¨ªan m¨¢s comedimiento.Ortega Cano pele¨® pundonorosamente por encelar a otro toro que oteaba el tendido y al noble quinto le hizo enjundiosa faena, en la que hubo un excesivo amontonamiento de pases; de ellos, media docena perfectos y dos sensacionales al natural. Julio Robles tambi¨¦n trabaj¨® de firme, se esforz¨® en alargar la trayectoria de los muletazos, us¨® el pico ya que lo ten¨ªa a mano, qued¨® francamente bien, y el presidente le acab¨® de asear la tarde con el regalo de las orejas a pares. El presidente cre¨ªa que eso era el no-va-m¨¢s del toreo y cuando alguien lo hizo como la seda, por no saber ya qu¨¦ darle, fue y le dio el rabo. Jol¨ªn, con los los presidentes.
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