?Vaya un Descubrimiento!
Premisa primera: todo este tinglado de Crist¨®bal Col¨®n se paga con dinero de la m¨¢s clara extracci¨®n p¨²blica, bien sea a trav¨¦s de la sociedad estatal encargada de preparar las conmemoraciones del descubrimiento de Am¨¦rica, bien a trav¨¦s de la empresa p¨²blica ENDESA que patrocina el espect¨¢culo. Premisa segunda: al dinero p¨²blico hay que exigirle que sea invertido en algo con una bien definida rentabilidad social.?Puede una ¨®pera de nueva creaci¨®n aportar algo a la sociedad que la paga? No es f¨¢cil: demasiados anquilosamientos pesan sobre un g¨¦nero que, en lo que va de siglo, no se distingue precisamente por haber estado en la cresta de la ola cultural; pero puede, claro que puede: a condici¨®n de que diga algo que no se haya dicho antes o que haga decir lo que antes no se hab¨ªa dicho.
Crist¨®bal Col¨®n
De Leonardo Balada sobre un libreto de Antonio Gala. Principales int¨¦rpretes: Jos¨¦ Carreras, Montserrat Caball¨¦, Carlos Chausson, Luis ?lvarez, Stefano Palatchi, Victoria Vergara. Producci¨®n: Sociedad Estatal Quinto Centenario. Direcci¨®n esc¨¦nica: Tito Capobianco. Escenograf¨ªa: Eduardo ?rculo y Mario Vanarelli. Coreograf¨ªa: Cesc Gelabert y Lydia Azzopardi. Orquesta y Coro del Gran Teatro del Liceo dirigidos por Theo Alc¨¢ntara.Liceo, Barcelona, 24 de setiembre.
Crist¨®bal Col¨®n no cumple con esta funci¨®n p¨²blica. El grave l¨ªmite de la obra es que ni siquiera consigue enardecer los ¨¢nimos: hay honestidad en las notas de Balada, hay honestidad en el texto de Gala, hay honestidad en la producci¨®n y en los int¨¦rpretes. Pero el conjunto resultante no es una suma de honestidades: el producto pasa sin incidir en las conciencias y el resultado va ¨²nicamente a mayor autobombo de la operaci¨®n estatal que lo concibe.
La ¨®pera funciona, medianamente bien como espect¨¢culo de evasi¨®n: vistosa -y cara- puesta en escena, con unas plataformas giratorias que van delimitando espacios: la cubierta de la Santa Mar¨ªa, el puerto de Palos, el palacio de los Reyes, por poner ejemplos. Las entradas y salidas de las masas son ingeniosas, bien resueltas. Menos bien el vestuario, en exceso convencional en unos casos y peligrosamente condescendiente con el g¨¦nero de revista en otro: los indios del final, con sus plumas y m¨¢scaras incas, movi¨¦ndose al conocido ritmo cuaternario de los apaches de las pel¨ªculas -"b¨®m-bom-bom-bom; b¨®m-bom-bom-bom"- chirr¨ªan considerablemente.
Falta de sinton¨ªa
El libreto no est¨¢ a la altura a la que nos tiene acostumbrado Antonio Gala con otros escritos. No consigue establecer una adecuada sinton¨ªa con el g¨¦nero l¨ªrico. En la definici¨®n del protagonista, por ejemplo: demasiados detalles van a?adi¨¦ndose al personaje a lo largo de la obra, hasta que, lejos de enriquecerlo, lo diluyen. Col¨®n es un ambicioso, pero tambi¨¦n un sentimental; un h¨¢bil pol¨ªtico, pero tambi¨¦n un so?ador; un intr¨¦pido, pero tambi¨¦n un personaje lleno de dudas. Y eso dentro de un escrupuloso respeto por la historia documentada de Col¨®n. En ¨®pera los personajes no hablan, sino que cantan. Est¨¢n pues obligados a pasar cuentas con la m¨²sica: es ella la encargada de matizar, sugerir, proyectar, adelantar acontecimientos. Se ha optado por el recuerdo de Col¨®n, m¨¢s que por el sue?o, cuando la historia del g¨¦nero demuestra que ¨¦ste es bastante m¨¢s efectivo que aqu¨¦l desde el punto de vista dram¨¢tico. Un pu?ado de hombres, solos en un mar inexplorado y que no saben si encontrar¨¢n la tierra de promisi¨®n o la muerte da para no pocas alucinaciones. Menos hist¨®ricas, pero teatralmente m¨¢s eficaces. No estamos abogando por libretos literariamente insulsos, pero s¨ª m¨¢s funcionales, con personajes m¨¢s compactos. Como Pinz¨®n, por ejemplo: ¨¦se s¨ª es un personaje oper¨ªsticamente convincente y bien resuelto.La m¨²sica: ?qu¨¦ componer hoy? Estamos en unos momentos dur¨ªsimos para el creador. ?Volver a la melod¨ªa o no? ?Asestar la pen¨²ltima puntilla a la tonalidad, o no? ?Marcarse un estilo fijo que no atienda a otras razones m¨¢s que las del propio e intransferible compromiso est¨¦tico, o pasar cuentas con el espectador, buscando su complicidad? Balada se ha planteado todo esto y ha optado por el eclecticismo: tratamiento de arias pr¨®ximo a Puccini (el que mejor ha escrito para la voz en este siglo), mucha parte declamada (heredada del sprechgesang), corales de ascendencia orffiana, timbres orquestales dentro de la tradici¨®n del teatro musical americano (Bernstein) y una personal inclusi¨®n de temas etnol¨®gicos (el primer acto acaba con una prolongada seguidilla) que, se pretenda o no, nos acercan a la zarzuela.
El resultado es un lenguaje perfectamente asumible por el espectador medio, y eso a priori no merece un juicio ni positivo ni negativo. Pero lo que nos falta es la apuesta estil¨ªstica, el compromiso, el riesgo, con toda la tensi¨®n que comporta la elecci¨®n. Incluso el error.
Momento brillante
El momento m¨¢s brillante de la obra es cuando Col¨®n aparece ante la comisi¨®n de expertos que le niegan toda ayuda para emprender el viaje: ah¨ª surge el mejor Balada, porque el compositor se inclina descaradamente por su personaje y siente como profundamente rid¨ªculas las cr¨ªticas que a ¨¦l mueven los supuestos expertos.La interpretaci¨®n fue globalmente buena: Jos¨¦ Carreras (Col¨®n) demostr¨® estar en plena forma en una parte que requiere una prolongada presencia sobre la escena; pero acus¨® la incomodidad que produce la mencionada poca definici¨®n de su personaje. Montserrat Caball¨¦ (reina 1sabel) no tuvo problema alguno con una parte hecha a su medida. Excelente Chausson (Pinz¨®n), persiguiendo la musicalidad del personaje incluso donde no la hab¨ªa; y vocalmente convincente Victoria Vergara (Beatriz), en un personaje que es casi una alucinaci¨®n del protagonista. El resto del reparto, como el coro y la orquesta estuvieron a buen nivel, llevados con mano segura por Theo Alc¨¢ntara.
Pero todo eso se le pod¨ªa suponer a un montaje de sus pretensiones -y de sus recursos-, incluso antes de verlo. La obra se encamina hacia la conclusi¨®n con el conocido "?tierra!", el "tierra a la vista" de nuestra leyenda colectiva. Y una cosa es tierra en la vista y otra arena en los ojos del espectador. Y ojos que no ven coraz¨®n, ?ay!, que no siente.
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