El tama?o de la crisis
A pesar del sentimiento generalizado de que el sector tur¨ªstico atraviesa una crisis importante, el autor considera que no hay motivo para ello, al menos en la amplia acepci¨®n de la palabra, y ve positivo que el contraste de la situaci¨®n de 1989 con la de los a?os anteriopres haya provocado una oleada de an¨¢lisis cr¨ªticos que pueden servir para que afloren los problemas estructurales del sector y para sacar conclusiones estrat¨¦gicas de acuerdo con la evoluci¨®n previsible del mercado .
Casi todo el mundo parece opinar que 1989 es, en Espa?a, un a?o de crisis para el turismo. Y la verdad es que, como ocurre muchas veces, todo depende de lo que entendamos por crisis. Pero es igual, despu¨¦s de meses hablando de crisis del turismo, el clima creado no admite la negativa sin m¨¢s, sino que exige el an¨¢lisis objetivo de los datos con el m¨¢ximo rigor para extraer de este an¨¢lisis unas conclusiones convincentes y operativas.Durante varios a?os, las cifras m¨¢s significativas del turismo se han incrementado constantemente. A?o tras a?o se han ido batiendo r¨¦cords en ambas variables, incluso por encima de las previsiones oficiales. Por ejemplo, en 1988 los objetivos de afluencia tur¨ªstica, fijados en un aumento en torno al 3% del n¨²mero de visitantes, se vieron superados, alcanz¨¢ndose un incremento del 7,2%. De la misma forma, la coincidencia de un incremento real en los ingresos exteriores por turismo con la mejora de la paridad peseta-d¨®lar (divisa en la que se elabora la balanza de pagos) contribuy¨® notablemente a los altos ¨ªndices de crecimiento de los ingresos por turismo medidos en d¨®lares.
Esta situaci¨®n ha propiciado unas expectativas que se han demostrado excesivas. Expectativas que han generado corrientes inversoras, fundamentalmente inmobiliarias, y secundariamente tur¨ªsticas, que han convertido lo que en circunstancias normales no hubiera sido m¨¢s que una mera oscilaci¨®n coyuntural del mercado en algo con connotaciones de crisis estructural. Porque es cierto que la demanda tur¨ªstica internacional ha mostrado s¨ªntomas de debilidad en 1989 respecto a a?os anteriores, pero en tan escasa medida que las cifras mensuales acumuladas de visitantes en 1989 se han mantenido por encima de las del a?o anterior todos los meses.
En esta situaci¨®n, puede uno hacerse dos preguntas. En primer lugar, ?por qu¨¦ tanta alarma? En segundo, ?es que no hay ning¨²n motivo de alarma?
Las razones del clima alarmista que se ha creado y que han reflejado los medios ele comunicaci¨®n son sin duda complejos, aunque parten -a mi juicio- de dos circunstancias principales. Una de car¨¢cter objetivo: este a?o se ha quebrado la l¨ªnea de a?os anteriores de crecimientos importantes, y los menores crecimientos han sido interpretados negativamente -e incluso traducidos como disminuciones-, lo que ha originado la opini¨®n generalizada de crisis tur¨ªstica. La segunda, de origen menos objetivo: al manifestarse la debilidad relativa de la demanda en mayor medida en los viajes organizados, los operadores tur¨ªsticos internacionales, que son los primeros en apreciar esta tendencia, han puesto en marcha sus poderosos e influyentes medios para magnificar este hecho.
Presi¨®n a los hoteleros
Que esto se interprete como un intento de presionar a los hoteleros espa?oles hacia una rebaja de sus precios, en una negociaci¨®n siempre muy dura, no creo que sea una conclusi¨®n excesivamente suspicaz.
Nuestra segunda pregunta, ?hay motivo de alarma?, exige un an¨¢lisis m¨¢s profundo de la situaci¨®n. Sin duda, algunos de nuestros mercados de origen -Reino Unido, pa¨ªses escandinavos- atraviesan situaciones econ¨®micas peores que en a?os anteriores. Esto, que en circunstancias normales no pasar¨ªa de ser una dificultad coyuntural en un contexto econ¨®mico europeo francamente positivo, saca a la luz algo m¨¢s: la viciosa estructura de nuestra oferta de alojamientos tur¨ªsticos. Es decir, que el crecimiento de nuestra oferta en los ¨²ltimos a?os, al producirse en mayor medida en el sector extrahotelero y por razones m¨¢s de inversi¨®n inmobiliaria que de oferta tur¨ªstica en s¨ª, ha generado una demanda inducida -por encima de las previsiones- en los segmentos de mercado de menor capacidad adquisitiva y, por tanto, con mayor sensibilidad a un cambio negativo de la coyuntura. Es evidente que no hay motivo para pensar en una crisis del turismo, en la m¨¢xima acepci¨®n de la palabra. Las oscilaciones coyunturales de los mercados de demanda no ser¨ªan suficientes para inquietar a un sector cuyos fundamentos siguen firmemente asentados en h¨¢bitos culturales europeos y en una situaci¨®n econ¨®mica regional sobradamente estables. Pero es bueno que el contraste de la situaci¨®n de 1989 con la de los a?os anteriores haya provocado una oleada de an¨¢lisis cr¨ªticos que pueden servir para aflorar los problemas estructurales del sector y para sacar conclusiones estrat¨¦gicas de acuerdo con la evoluci¨®n previsible del mercado tur¨ªstico.
Porque eso s¨ª que es cierto. Nuestra oferta tur¨ªstica se ha desarrollado en gran parte al margen de la evoluci¨®n del mercado de demanda. Como si las preferencias y las motivaciones de nuestros turistas fuesen las mismas que en los a?os sesenta. Los an¨¢lisis anuales de la demanda europea que integran los planes de marketing de la Secretar¨ªa General de Turismo indican el crecimiento progresivo de requerimientos m¨¢s complejos y sofisticados que s¨®lo sol y playa. En funci¨®n de ello se hicieron las campa?as de promoci¨®n y se convocaron a?o tras a?o concursos de cr¨¦dito tur¨ªstico.
Pero pese a todo, hay que reconocer que el desarrollo de nuestra oferta tur¨ªstica no ha seguido, m¨¢s que en una parte muy escasa, ese camino que marcaba la evoluci¨®n de la demanda. Se han hecho hoteles de lujo, numerosos campos de golf, se han mejorado instalaciones, pero un ingente volumen de inversi¨®n -que ha nublado, ocult¨¢ndola, la otra realidad- se ha dirigido a la construcci¨®n de apartamentos con la vaga intenci¨®n de que sean tur¨ªsticos, segundas residencias con la misma intenci¨®n, urbanizaciones con ese mismo t¨ªtulo; y todo ello, muchas veces sin que se hubieran previsto las infraestructuras necesarias y con el negativo impacto medioambiental que toda construcci¨®n excesiva implica.
Lamentablemente, las consecuencias de esta situaci¨®n, que inicialmente se manifiesta en el desajuste oferta-demanda, no se limitan a la presi¨®n sobre los precios, la consiguiente degradaci¨®n de nuestra demanda y la eventual expulsi¨®n del mercado de las empresas marginales. El grave riesgo es que se consolide el estereotipo turismo espa?ol = turismo barato y de baja calidad, que empezaba a cambiar gracias a los esfuerzos del sector m¨¢s profesional de nuestros empresarios y a las inversiones en una promoci¨®n que ha apostado por una imagen de calidad.
En un pa¨ªs de econom¨ªa, de mercado -y el turismo es afortunadamente uno de los sectores m¨¢s libres- no cabe quejarse- de que las decisiones de inversi¨®n adoptadas por miles de particulares son equivocadas. Ni menos hacer llamamientos a la intervenci¨®n directa del Estado. Todo el sector y todo el pa¨ªs va a sufrir las consecuencias de ello.
Rectificaci¨®n
Por eso tambi¨¦n todos est¨¢n llamados a la rectificaci¨®n. Por parte de las administraciones p¨²blicas, los municipios y comunidades aut¨®nomas, porque el desarrollo urbano y la ordenaci¨®n del territorio, as¨ª como la ordenaci¨®n del turismo en su ¨¢mbito geogr¨¢fico, les est¨¢n espec¨ªficamente encomendados. Y el Gobierno del Estado, porque, al lado de esas instituciones, es ' preciso seguir haciendo un esfuerzo en llenar el desfase de lustros entre el nivel de nuestras infraestructuras y servicios y los de los pa¨ªses de donde proceden nuestros turistas.
F-Inalmente unas palabras sobre lo que puede ser la clave de nuestro futuro tur¨ªstico. El turismo de calidad exige, como punto de partida, el respeto y la reintegraci¨®n del medio ambiente. No s¨®lo en los turismos alternativos que van desarroll¨¢ndose en medios m¨¢s fr¨¢giles (monta?a, deporte, salud), sino en el tradicional turismo de sol y playa, que va a seguir siendo por mucho tiempo la base de nuestra econom¨ªa tur¨ªstica. La creciente sensibilidad por estos planteamientos exige que tambi¨¦n en esto Espa?a deje de ser diferente.
es secretario general de Turismo.
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