Vivir de prestado
Desde el enigma verbal de Ros Hombravella (EL PA?S, 5-9-89) hasta el primoroso estilo de Paramio (EL PA?S, 11-8-89), pasando por el oportunismo mala pata de Aznar o la escu¨¢lida pr¨¦dica de nuestros administradores, en la tertulia que se da cita en las p¨¢ginas de EL PA?S se viene hablando de, nuestra econom¨ªa. De su crecimiento e inflaci¨®n, del desmadre consumista y de su efecto sobre el enorme d¨¦ficit comercial. Ahora que me llega el turno voy a procurar pensar como economista, aun a costa -perdonen mi torpeza- de sacrificar el tono jovial y desenfadado que tanto prodigan mis contertulios.Empezar¨¦ dejando clara mi tesis. Creo que es un error afirmar que la coyuntura econ¨®mica espa?ola es buena, con un solo lunar que la afea, el d¨¦ficit comercial. Hay que ver las cosas justo al rev¨¦s.
Es precisamente porque tenemos un enorme d¨¦ficit comercial por lo que la coyuntura econ¨®mica se muestra tan airosa. Es este d¨¦ficit el que enmascara el desma?ado crecimiento de nuestra econom¨ªa.
Bicoca
De todas formas, el d¨¦ficit comercial en s¨ª no es problema. Seg¨²n como se mire es incluso una bicoca. El d¨¦ficit aumenta nuestro bienestar presente, porque nos permite consumir m¨¢s de lo que producimos. Lo malo del d¨¦ficit comercial, como de vivir de prestado, es que no pueda mantenerse indefinidamente.
En estos ¨²ltimos a?os hemos consumido por encima de nuestras posibilidades, pagando el convite con dinero fiado desde el extranjero. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades porque nuestra econom¨ªa no es competitiva. La prueba de la competitividad de una econom¨ªa abierta se halla en la capacidad de mantener una balanza comercial favorable, al mismo tiempo que crece el nivel de vida de la poblaci¨®n.
En Espa?a hemos conseguido aumentar el nivel de vida. Pero a costa de disparar nuestro d¨¦ficit comercial, es decir, de vivir de prestado.
A largo plazo, el principal determinante del nivel de vida de un pa¨ªs es el crecimiento de su productividad. Con las cifras de los principales pa¨ªses industriales en la mano se constata que el crecimiento del consumo ha sido, en todos y cada uno de ellos, pr¨¢cticamente id¨¦ntico al crecimiento de la productividad. Desgraciadamente, nuestro d¨¦ficit comercial indica que el aumento de nuestra productividad ha sido insuficiente. Por razones de precio y calidad, los consumidores espa?oles se inclinan masivamente hacia productos importados.
?Por qu¨¦ la productividad no ha crecido lo bastante para mejorar la competitividad de los productos espa?oles? Por m¨¢s vueltas que se le d¨¦, siempre se acaba en lo mismo: me refiero a la estrecha relaci¨®n que existe entre productividad y formaci¨®n de capital. A escala mundial se observa una relaci¨®n casi proporcional, en el sector industrial, entre el crecimiento del capital f¨ªsico por trabajador y el crecimiento de la productividad. Y puede adem¨¢s comprobarse que la relaci¨®n de causalidad va de la inversi¨®n en capital al crecimiento de la productividad, no en sentido contrario.
De todas formas no hay que olvidar que la inversi¨®n en capital f¨ªsico es s¨®lo parte de la historia. Tan importantes como el edificio y la maquinaria son para las empresas una serie de inversiones menos tangibles. Estas inversiones dan lugar al llamado capital invisible, fruto, por ejemplo, de la inversi¨®n en investigaci¨®n y desarrollo o del lanzamiento y consolidaci¨®n de un nombre comercial.
Capital caro
Tanto la inversi¨®n en capital f¨ªsico como en capital invisible est¨¢n influidas por un elemento b¨¢sico: el coste del capital. El coste del capital afecta el volumen de la inversi¨®n fisica: Igualmente cierto es, aunque menos sabido, que afecta de forma determinante la inversi¨®n en capital invisible. Cuanto mayor es el coste del capital, m¨¢s conviene a las empresas proponerse unos objetivos a corto plazo. Es decir, cuanto m¨¢s caro es el capital, m¨¢s se encarece el futuro. Por el contrario, cuanto m¨¢s barato es el capital, tanto m¨¢s rentable resulta ampliar el horizonte temporal de nuestras decisiones.
Si la falta de competitividad de la econom¨ªa espa?ola resulta de la tradicional baja tasa de inversi¨®n, suscitada por el elevado coste del capital, conviene preguntarse qu¨¦ es lo que ha encarecido el capital.
Como cualquier otro precio, el del capital refleja el juego de la oferta y la demanda. El precio del capital ha sido alto porque en Espa?a se ahorra poco -se consume mucho-, y porque buena parte de este ahorro, de por s¨ª escaso, se dirige a inversiones especulativas, en particular inmobiliarias.
En nuestras espa?olas tertulias de socioeconom¨ªa est¨¢ bien visto atribuir el elevado consumo de los espa?oles a factores culturales. Pero antes de culpar de ello al yuppismo del personal o al clima de frivolidad fomentado por la nueva clase en el poder convendr¨ªa echarse unas simples cuentas. Habr¨ªa que ver si la pol¨ªtica fiscal y redistributiva en boga no fomenta el consumo.
En relaci¨®n con esto remito al lector al precioso art¨ªculo que Xavier Freixas public¨® en el diario La Econom¨ªa el 9-9-89. En ¨¦l calculaba que el rendimiento neto del ahorro en 1989 resultaba negativo para personas que declararan rentas superiores a los 7.000.000 de pesetas; y que nunca superaba el 3% para ingresos superiores a 52.000 pesetas mensuales.
Si esto es as¨ª, lo que resulta inexplicable no es que se ahorre poco, sino que se ahorre en absoluto.
Ni yuppismo ni sociedad de consumo. Nuestra poca capacidad de ahorro no se debe a un ensalmo cultural, es resultado de la m¨¢s elemental aritm¨¦tica.
?Para qu¨¦ vamos a dejar de consumir si no se nos compensa el sacrificio? Conjugados los' efectos de la inflaci¨®n y del impuesto sobre la renta no sale a cuenta ahorrar. Se dir¨¢ que el gravamen a la renta, proceda del trabajo o del ahorro, es el precio que hay que pagar por tener una sociedad m¨¢s justa.
Pero est¨¢n equivocados quienes piensan que se trata de un precio inevitable. Un impuesto sobre el consumo incentivar¨ªa m¨¢s el ahorro que el actual impuesto sobre la renta. Y ello sin sacrificar nuestra capacidad de redistribuir la renta.
Se me dir¨¢ que no es ¨¦ste momento para preocuparse por el poco ahorro nacional. Despu¨¦s de todo, Espa?a ha gozado en estos ¨²ltimos a?os de una de las m¨¢s altas tasas de inversi¨®n de los pa¨ªses industriales. ?No es cierto que estamos invirtiendo y por tanto mejorando la productividad de nuestra econom¨ªa y la competitividad de nuestros productos?
Financiaci¨®n exterior
El problema est¨¢ en que esta inversi¨®n ha sido financiada por la entrada masiva de capital extranjero. Es nuestra an¨®mala balanza de pago la que ha permitido la enorme inversi¨®n en nuestro pa¨ªs. Pero no olvidemos que la capacidad de un pa¨ªs para invertir ha dependido siempre de su capacidad de ahorro. Resulta demasiado arriesgado confiar en que los flujos internacionales de capital se muevan siempre en la misma direcci¨®n.
Una econom¨ªa pr¨®spera sin inflaci¨®n ni d¨¦ficit desmesuarados tiene que ser competitiva. Ahora bien, que nadie pretenda que Espa?a compita ventajosamente en los mercados internacionales sin ahorrar e invertir como los que m¨¢s.
Y que nadie espere milagros. S¨®lo se ahorrar¨¢ si sale a cuenta ahorrar y s¨®lo se invertir¨¢ si el coste del capital es bajo. Esto es as¨ª de simple y todo lo dem¨¢s son filigranas para marear la perdiz.
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