Palmer: "La pol¨ªtica nuclear no es negociable"
El primer ministro de Nueva Zelanda habla de su 'Europa en las ant¨ªpodas'
Habla a borbotones, con total espontaneidad. Tiene una herencia complicada porque su predecesor, David Lange, es c¨¦lebre por su sentido del humor corrosivo y por la extremada gracia de sus intervenciones p¨²blicas. Tal vez por esta raz¨®n, Geoffrey Palmer se ve obligado a montar curiosas operaciones de relaciones p¨²blicas. A las 7 de la ma?ana del d¨ªa en que concedi¨® esta entrevista en Christchurch -ciudad por la que es diputado laborista-, actu¨® de disc-jockey en la emisora local. No se dir¨ªa sin embargo que todo es artificio: es un personaje sencillo, directo y siempre dispuesto a reir. Lo hace muchas veces a lo largo de la conversaci¨®n. "?Quiere usted una taza de t¨¦?", pregunta. La casa es peque?a; se levanta y va a la cocina. Desde all¨ª, pregunta: "?con leche y az¨²car?". R¨ªe.Pregunta. ?Qu¨¦ tal su programa de radio?
Respuesta. Hombre, nunca hab¨ªa hecho de disc-jockey, pero me he divertido. Una se?ora gan¨® un viaje a la Costa de Oro, pero es tan vieja que dijo que no pensaba ir... Estas cosas... Nunca est¨¢ uno muy seguro de si este oficio es espect¨¢culo o pol¨ªtica.
P. Supongo que tener que explicar las cosas a un n¨²mero considerable de gente requiere un cierto grado de trivializaci¨®n.
R. El problema en una sociedad de este tama?o -imag¨ªnese, 3.400.000 habitantes-, es que todos piensan que deben conocerle a uno personalmente, que deben poderle ver, casi tocar. Es una especie de sociedad de aldea y la mera idea de que puedo encaramarme a un pedestal es contraria a la cultura pol¨ªtica de este pa¨ªs. La escala de las cosas en Nueva Zelanda es m¨¢s peque?a que en otros lugares, pero, por lo menos, cuando quiero enterarme de algo, s¨¦ a qui¨¦n llamar, le llamo y me lo cuenta todo. [R¨ªe] Y a¨²n as¨ª, fue necesario reestructurar la burocracia, limarla, hacerla m¨¢s responsable. Hemos reformado dr¨¢sticamente el sector estatal. Hasta cambiamos la ley de funcionarios.
Problemas sindicales
P. ?Y no tuvieron problemas con los sindicatos?
R. No puedo decir que los sindicatos quedaran encantados. Se opusieron a la reforma. Pero la hicimos de todos modos y fue un ¨¦xito. Claro que el problema fundamental fue que mucha gente perdi¨® su trabajo [la tasa de desempleo es del 7.3%]. Pero es posible incrementar la productividad y la eficacia simplemente a base de cambiar de estrategia.
P. Despu¨¦s de la crisis del pasado verano cuando Lange dimiti¨® y usted accedi¨® a la jefatura del Gobierno, los sondeos les eran muy poco favorables. ?Qu¨¦ cree usted que le pasar¨¢ al Laborismo en las elecciones generales de otof¨ªo de 1990?
R. Llevamos todas las de ganar. El partido est¨¢ muy unido, hemos vuelto a mejorar en los sondeos y me parece que tenemos excelentes perspectivas de victoria. Mire usted, el problema en pol¨ªtica es que un Gobierno no tiene m¨¢s remedio que tomar decisiones impopulares. A lo largo de los ¨²ltimos cinco a?os hemos tomado muchas decisiones, probablemente las de mayor alcance y contenido desde los a?os 30. Las reformas eran indispensables, pero, claro, en ocasiones nos hicieron da?o. Cosas as¨ª repercuten inmediatamente en la popula ridad de un partido gobernante. Inevitablemente se crea un cierto ambiente de desuni¨®n. Pero eso se acab¨®. Cometimos errores. No hay Gobierno que no los cometa Pero, intent¨¢bamos reconstruir la econom¨ªa neozelandesa; cuando ¨¦se es el objetivo, debe actuarse con crudeza y rapidez. S¨®lo as¨ª se obtienen resultados. Pero como tardan bastante en llegar, es preciso convencer al pueblo de que el Gobierno necesita tiempo para completar su trabajo.
P. La cosa funcion¨® bien y volvieron ustedes a ganar.
R. Y con una mayor¨ªa acrecentada, lo que no deja de tener inter¨¦s si se tiene en cuenta la importancia de los cambios.
P. En los meses previos a la crisis tras la que usted lleg¨® al poder, el ministro de Hacienda [causante de la disputa que llev¨® a su destituci¨®n y finalmente a la dimisi¨®n del primer ministro Lange] hab¨ªa querido llevar su monetarismo a la ra¨ªz misma del Estado de bienestar...
R. Cierto. Los principios que aplicamos a la reforma econ¨®mica no pod¨ªan ser aplicados a la pol¨ªtica social. Y ah¨ª empezaron los problemas... La privatizaci¨®n, por ejemplo, tiene unos l¨ªmites que se basan en un principio muy sencillo: la pregunta a la que debe responderse en econom¨ªa es la de cu¨¢ndo el mercado es la mejor respuesta y cu¨¢ndo no. Cada caso debe ser analizado individualmente. No veo por qu¨¦ el Gobierno deber¨ªa ser el due?o de la lecher¨ªa de cada esquina; no ser¨ªa eficaz. En cambio, vendimos la l¨ªnea a¨¦rea [neozelandesa] porque era un negocio excesivamente caro para que el Gobierno estuviera metido en ¨¦l; si ¨ªbamos a comprar aviones, iba a tener que pagarlos el contribuyente. No ten¨ªamos dinero para financiar operaciones as¨ª con los ingresos del Estado. Si estamos en el negocio de la sanidad, la educaci¨®n y el bienestar, no nos parece que debamos estar en el negocio de las l¨ªneas a¨¦reas [r¨ªe].
P. Se dir¨ªa que es cada vez m¨¢s dif¨ªcil distinguir entre una ideolog¨ªa y otra. A veces, la izquierda hace cosas que m¨¢s bien deber¨ªa hacer la derecha, ?no?, como aplicar recetas thatcherianas a la gesti¨®n socialdem¨®crata de la econom¨ªa. La pol¨ªtica ya no parece buscar justificaciones en la ideolog¨ªa.
R. Hay mucho de cierto en esa observaci¨®n. Me da la sensaci¨®n de que el mundo ha sufrido mucho en nombre de las ideolog¨ªas pol¨ªticas. Ha habido demasiada adhesi¨®n r¨ªgida a los principios sin que fueran evaluados sus efectos pr¨¢cticos y eso no suele poner comida sobre la mesa o dinero en el banco. Demasiados ?smos... recetas seguras de fracaso. Y ahora, en cierto modo, todos los gobiernos experimentan con cosas que no pertenecen a su ortodoxia tradicional. Lo que ocurre es que esa ortodoxia no funcionaba: ni keynesianismo ni monetarismo. Hay que evitar ser cautivo de las ideolog¨ªas. [Sonr¨ªe] No estoy seguro de que la ideolog¨ªa no sea positivamente peligrosa. [R¨ªe]
P. ?Qu¨¦ cosas se escuchan de un primer ministro laborista! Si, en Espa?a, Felipe Gonz¨¢lez dijera cosas as¨ª, y le gustar¨ªa, se meter¨ªa en un buen l¨ªo. [Palmer r¨ªe estrepitosamente] ?No deber¨ªa devolverse a la ideolog¨ªa socialista algo del romanticismo que siempre la impuls¨®?
R. Hombre, creo que la gente debe inspirarse en una visi¨®n, la visi¨®n de una vida mejor, de una vida de paz y contento para sus familias, libre de las miserias de la guerra. El partido laborista cree firmemente en estos valores de esperanza y optimismo. Lo que pasa es que las decisiones econ¨®micas no pueden depender exclusivamente de raseros inalterables. Hay que tener en cuenta los hechos y ver los resultados que producen; si no, se condena uno al fracaso.
Pol¨ªtica nuclear
P. Se han hecho ustedes famoso por su pol¨ªtica nuclear. ?La van mantener inalterable?,
R. Absolutamente. Esa pol¨ªtica no es negociable. Puede que en otras partes del mundo se la considere rara, pero aqu¨ª nos parece convencionalmente sabia. Estamos muy lejos de todo y no necesitamos armamento nuclear. Nadie nos amenaza. Nuestro vecino m¨¢s cercano, Australia, est¨¢ a 2000 kil¨®metros de mar movida y adem¨¢s son amigos. ?Qu¨¦ no amenaza? Nada. Aqu¨ª no vamos a tener armamento at¨®mico, ni naves de propulsi¨®n at¨®mica ni nada que se le parezca. No vamos a permitir su acceso a Nueva Zelanda. En realidad, esta cuesti¨®n tiene que ver con Francia y sus pruebas at¨®micas en el islote de Mururoa. Si tan seguras e inofensivas son, ?por qu¨¦ no prueban sus bombas en el centro de Francia? Toda esta cuesti¨®n nos parece repulsiva.
P. ?Y sus relaciones con el presidente Mitterrand?
R. Han mejorado mucho. Estuvieron mal con el Gobierno Chirac y con el acto terrorista organizado por el servicio secreto franc¨¦s para hundir al Ra?nbow Wanior. Pero, en fin, es cosa del pasado. Esperemos al resultado del arbitraje internacional. Ahora nos entendemos con m¨¢s facilidad con el gabinete Rocard. Su pol¨ªtica en Nueva Caledonia es mucho m¨¢s razonable. Lo mismo puede decirse de varias de sus iniciativas medioambientales y que a nosotros nos parecen bien. He visto a Rocard varias veces y nos llevamos muy bien.
P. ?Con EE UU tambi¨¦n?
R. Bueno, nuestras relaciones con EE UU han estado dominadas por el problema nuclear. No est¨¢n de acuerdo con nuestra pol¨ªtica nuclear y por eso han dicho que la ANZUS, la alianza entre Australia, Estados Unidos y nosotros, deber¨ªa declararse inoperante. Pero ¨¦sa es nuestra ¨²nica dificultad con ellos. Nuestro comercio no ha resultado afectado para nada. Por lo dem¨¢s, no tenemos intenci¨®n de ceder en la cuesti¨®n nuclear.
P. Ya sabe usted que en Espa?a, en este tema, algunas veces hemos dicho que quer¨ªamos aplicar la pol¨ªtica neozelandesa de no permitirlo... para justificar la entrada en la OTAN.
R. Ya. Eso es lo que irritaba a Washington: no quer¨ªan que export¨¢ramos nuestra postura Nada estaba m¨¢s lejos de nuestra intenci¨®n, claro.
P. No se preocupe. En realidad, invocamos la de Dinamarca que consiste en no preguntar a nadie lo que lleva...
El primer ministro r¨ªe.
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