Mora se enfrenta al tendido siete
Carlos Mora dej¨® su pol¨¦mica tarjeta de presentaci¨®n en Madrid con una dedicaci¨®n especial para el tendido siete, al que se enfrent¨® ostensiblemente durante la lidia del inv¨¢lido cuarto burel. El diestro derroch¨® voluntad toda la tarde e intent¨® perfumar el ambiente con un sello de torero de clase.Incluso dibuj¨® fugaces y rutilantes arreboles de arte realizados con la mano muy baja. Pero su falta de festejos le hizo, en otras ocasiones, atropellarse, no dome?ar las embestidas y largar trapacinas con la muleta hecha un rebu?o, aunque por culpa del molesto aire que sopl¨® con mayor inquina durante su actuaci¨®n, lo que los aficionados en general y los del siete en particular le recriminaron.
Viento Verde / Mora, Gal¨¢n, Ponce
Cuatro novillos de Viento Verde y dos, 1? y 3?, de Peralta, bien presentados, de juego desigual. Carlos Mora: aviso y silencio; algunas palmas. Juan Pedro Gal¨¢n: vuelta con protestas; palmas. Enrique Ponce: m¨¢s palmas que pitos al saludar; aviso y ovaci¨®n.Plaza de Las Ventas, 8 de octubre.
Enjundiosos redondos
El novillero se enfad¨® con los espectadores de este tendido arites de una buena serie de enjundiosos redondos y al abrochar la misma con el de pecho. Su mezcla de ortodoxia y chundarata fue menos valorada por la flojera de su enemigo, que se derrurribaba con demasiada frecuencia, lo que no sucedi¨® en su primero. Como el pellizco art¨ªstico se lleva dentro y no se pierde, Mora podr¨ªa limar sus defectos y funcionar si se placeara m¨¢s.Ponce es el n¨²mero uno del escalaf¨®n y a su innata cabeza privilegiada para los toros a?ade la madurez de actuar con mucha frecuencia. Tuvo el gesto de venir a la catedral vente?a al Final de la temporada y frente a novillos serios. El tercero, tambi¨¦n inv¨¢lido, se acamaba de continuo y Ponce le tore¨® son suavidad. La mayor ovaci¨®n se escuch¨® cuando una voz en el siete llam¨® gil¨ª al presidente por no devolver a tan debilucho animal.
El que cerr¨® plazo era un manso de solemnidad y Ponce le emboz¨® a base de t¨¦cnica, marcando mucho el viaje, y sereno valor, extray¨¦ndole pases de belleza sin m¨¢cula. Pero no acert¨® con la espada, su ¨²nico y habitual lunar.
Gal¨¢n, tambi¨¦n con mucho aplomo, se luci¨® con sus redondos en el segundo, aunque baj¨® el tono con la mano izquierda. Despen¨® al novillo con un espadazo hasta las p¨¦ndolas. Tambi¨¦n le larg¨® otra buena estocada hasta los gavilanes al calamocheante quinto, que se le raj¨® a media faena y hubo de abreviar.
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