?Ahora qu¨¦?
Se clasific¨® Espa?a. Otra cosa, en un grupo nada complicado, hubiera significado un fracaso para el consumo interno y una sorpresa para los que observan desde el extranjero.La selecci¨®n espa?ola prosigue con su admirable rutina tras haberse clasificado para todos los Mundiales y Eurocopas desde 1978, pero sigue confundiendo a la opini¨®n internacional por su falta de impacto en las fases finales. Al margen de 1984, ha mantenido un anominato hasta en su propio Mundial de 1982.
Y eso que la afici¨®n mundial estima mucho a Espa?a. Durante las precampa?as, las encuestas llevadas a cabo entre jugadores, periodistas y t¨¦cnicos invariablemente se?alan a Espa?a entre los pa¨ªses favoritos. La selecci¨®n ha respondido demasiadas veces con el voto en blanco.
Esta vez la fase clasificatoria no ha sido ninguna excepci¨®n. Nadie discute que haya sido el mejor conjunto del grupo y con diferencia. Pero cada vez son menos los especialistas que quieren quemarse los dedos apostando por Espa?a en Italia. Quienes hace un par de temporadas colocaron a Michel y Butrague?o en el podio continental les han relegado a un segundo plano tras vislumbrar que, detr¨¢s de los llamativos amagos y cintas, les puede faltar la casta de los campeones, el instinto asesino que se les supone a los ganadores.
De cara a Italia, habr¨ªa que sopesar los partidos que gan¨® Espa?a con los que perdi¨®. En Dubl¨ªn, frente a un rival duro, agresivo y que forzaba el reglamento, los hombres clave respondieron arrug¨¢ndose y quej¨¢ndose de que aquello era el antif¨²tbol.
En Italia pueden estar varias Irlandas. Los interrogantes internacionales sobre la selecci¨®n espa?ola no se refieren a su nivel t¨¦cnico sino a su capacidad de sobreponerse en partidos de guante negro. Ahora viene lo dif¨ªcil.
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