La catedral sumergida
En la cripta de la catedral de C¨¢diz, a varios metros de profundidad del mar, defendido por sus cimientos, vive latiendo el coraz¨®n de don Manuel de Falla.La Embajada de la Rep¨²blica Argentina y la Fundaci¨®n Rafael Alberti fuimos para llevarle una ofrenda floral como homenaje celebratorio de los 50 a?os de la llegada de don Manuel a Argentina.
Gran d¨ªa para Falla hoy ¨¦ste de C¨¢diz en que su nombre fue unido tan entra?ablemente al de sus a?os de asistencia y soledad en aquel pueblo de Alta Gracia de C¨®rdoba (Argentina), en medio de una sierra que al maestro gaditano recordaba los montes de la Sierra Morena andaluza.
Falla era gaditano, s¨ª, nacido, creo, en la plaza de San Antonio, pero se fue pronto a Madrid y luego a Par¨ªs, en donde lleg¨® en sus primeros a?os de escasez a tocar el piano en una compa?¨ªa de circo de la cual fue despedido como mal pianista por no lograr hacer coincidir un acorde con el salto de una cabra que deb¨ªa posar sus cuatro patas sobre el gran tap¨®n de una botella. Esto me lo cont¨® ¨¦l ya tarde, creo que hacia el a?o 1927, cuando vino a Madrid para estrenar su Concierto en re mayor, para clave, flauta, oboe, clarinete, viol¨ªn y violonchelo, la misma obra que la Camerata Bariloche, de la Rep¨²blica Argentina, ha estrenado en C¨¢diz la otra noche en el sal¨®n Regio del Palacio Provincial, con un inmenso ¨¦xito, por unos ejecutantes de primer¨ªsimo orden, cuyo director era El¨ªas Kayat. El aire llevar¨ªa a las olas, golpeando en los cimientos de la catedral, esta perfecta ejecuci¨®n, quiz¨¢ de la obra m¨¢s plena y poderosa del maestro gaditano.
Creo que el nombre de Falla, a pesar del gran teatro que lleva en C¨¢diz su nombre, suena m¨¢s en los aires del mundo que en su ciudad natal. Este gran andaluz universal, como dir¨ªa de ¨¦l Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, debiera haber estudiado su bachillerato en el colegio de San Luis Gonzaga de los de El Puerto, como el propio Juan Ram¨®n, Fernando Villal¨®n, Pedro Mu?oz Seca y como yo. Ser¨ªa hoy su nombre un argumento m¨¢s ... Se tratar¨ªa as¨ª de un premio Nobel, un Cervantes, un divertido y sorprendente autor teatral, un inesperado poeta sevillano y un genio de la m¨²sica de nuestro tiempo. Ser¨ªa una raz¨®n m¨¢s para no borrar de la fachada el nombre del colegio ni vender las salas del teatro y las fiestas culturales a una escuela de tiro, creo, de la Guardia Civil, ni borrar toda la bella plaza de San Francisco.
Por cierto, que yendo en el avi¨®n para Jerez, un sobrecargo de la compa?¨ªa a¨¦rea se acerc¨® para saludarme con gran afecto y para decirme que un extranjero que iba en primera le hab¨ªa dicho, extra?ado, c¨®mo una gloria universal como yo iba en un asiento de segunda. ?Qu¨¦ maravilla! Tengo que aclarar que en Iberia ambas clases se diferencian en que en la primera te ofrecen un whisky, y en la segunda, una coca-cola.
Quiero decir ahora que esperando en Madrid cambiar de avi¨®n para ir al Festival de Cine de San Sebasti¨¢n, me embarqu¨¦ a Marcos Ana, que hab¨ªa ido al aeropuerto para saludarme. Me lo llev¨¦, s¨ª, al festival, al que fui invitado por la encantadora e inteligente persona de Diego Gal¨¢n. All¨ª supimos de Bette Davis, aunque nunca la vimos, pues no sal¨ªa de su habitaci¨®n, sentada en una silla de ruedas. Lo que m¨¢s nos interesaba de esta visita al festival era la pel¨ªcula de Mar¨ªa Teresa Le¨®n La dama duende, premiada hac¨ªa tiempo en otro festival, realizada por el gran director argentino Luis Saslavski. Desde San Sebasti¨¢n, en donde mejor que su festival cinematogr¨¢fico eran las playas, la ciudad, los pueblos costeros, bajamos de un gran salto a los mares y cielos de M¨¢laga, a casa de Teodolfo Lagunero, gran amigo desde mis a?os de Italia, que me acompa?¨® en nuestro viaje de regreso a Espa?a. No tengo que repetir su frenes¨ª y genialidad para adquirir trozos de mares y monta?as, subir llanuras a los cielos, crear precipicios donde no los hay, etc¨¦tera. Al verlo de nuevo se me ocurri¨® una exclamaci¨®n que Garc¨ªa Lorca, sin venir a cuento, te dec¨ªa de pronto: "?Qu¨¦ talento! ?Qu¨¦ talento! ?Ay, qu¨¦ talento!". Se me ocurri¨® de pronto aplic¨¢rsela a ¨¦l. Y all¨¢ en lo alto de una cima en donde pensaba crear un campo de f¨²tbol le le¨ª estas aleluyas que le hab¨ªa escrito: "?Qu¨¦ talento! ?Qu¨¦ talento! / ?Ay, Se?or Dios, qu¨¦ talento! / Cien mil millones por cientos, / siempre en un gran mar de aumento. / ?Qu¨¦ talento! / La tierra en los llanos crece/ y en otros montes decrece. / Nace el golf en la colina y el f¨²tbol en una esquina. Un oc¨¦ano de balcones / lo alimenta de ilusiones. / Quisiera secar el mar / tan s¨®lo con pasear / en un barco de recreo / y s¨®lo en un gran paseo. / Quiere tener el oficio de ir alzando precipicios / por tranquilos paisajes / que ir¨¢ a verlos sin viajes. / Si lo buscas en el llano, / subir¨¢s al altiplano. / Ir¨¢ a las constelaciones / para buscar sus melones. / Su perro que es un pasota / lo ha convertido en pelota. / ?Su nombre quieres saber? / B¨²scalo al amanecer. / Nunca en alg¨²n agujero / pues se llama Lagunero. Y existe aunque no lo creas y aunque tal vez no lo veas. / ?Qu¨¦ talento! ?Qu¨¦ talento! / ?Qu¨¦ misterioso portento!".
Dej¨¦ los soleados balcones de Lagunero y part¨ª, recorriendo m¨¢s de 100 kil¨®metros, para llegar a C¨¢diz. All¨ª me esperaba don Manuel de Falla, a varios metros de profundidad del mar, en su cripta, defendida por los cimientos sumergidos de la catedral.
S¨¦ que cuando mis cenizas sean arrojadas a la bah¨ªa gaditana, las olas las llevar¨¢n contra los muros de su cripta y oir¨¢ largamente la m¨²sica callada de su coraz¨®n sumergido.
Todas estas cosas las contempl¨® la estrella Altair desde una golondrina.
Rafael Alberti.
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