Los 'tories' se aferran a los altos tipos de inter¨¦s para combatir la inflaci¨®n
Nigel Lawson, el asediado ministro de Hacienda brit¨¢nico, asegur¨® ayer a los conservadores que no hay alternativa al oneroso e impopular alza de los tipos de inter¨¦s para combatir la inflaci¨®n, primera prioridad en pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno de Margaret Thatcher. Lawson hablaba desde Blackpool a sus correligionarios, pero tambi¨¦n al electorado y a la City, y ninguno qued¨® plenamente satisfecho.
Los conservadores hicieron un acto de fe y tomaron por cierta la palabra de Lawson de que la presi¨®n econ¨®mica ser¨¢ menor a su debido tiempo, l¨¦ase para cuando se convoquen elecciones.Las expectativas puestas en el discurso eran altas -se hab¨ªa presentado como el m¨¢s importante de su carrera pol¨ªtica y hab¨ªa concitado m¨¢s inter¨¦s que el que hoy ha de pronunciar Thatcher- y Lawson defraud¨®. Su intervenci¨®n fue un anticl¨ªmax, como en buena ley cab¨ªa esperar. El canciller del Exchequer es el ministro que menos propensi¨®n tiene a acomodarse a los vientos de la opini¨®n p¨²blica y ayer lo dijo expl¨ªcitamente: "Quien quiera ser ministro de Hacienda para ser popular est¨¢ equivocado".
El ha gozado con anterioridad de altas cotas de aprecio p¨²blico, pero aquellos tiempos s¨®lo se recuerdan con amarga nostalgia entre los conservadores, que ven en las actuales vicisitudes un gran riesgo electoral. De hecho, en la rebaja fiscal del presupuesto presentado por Lawson en 1988 se encuentran las ra¨ªces del problema que ahora aflige a la econom¨ªa brit¨¢nica: exceso de consumo y d¨¦ficit r¨¦cord de la balanza de pagos.
"No hay alternativa"
Lawson ha decidido atacar estos males con la ¨²nica medicina de encarecer el precio del dinero -criticada desde las propias filas conservadoras-, que supone graves cargas para las econom¨ªas dom¨¦sticas, en particular para los millones de brit¨¢nicos endeudados con pr¨¦stamos hipotecarios y para las peque?as y medianas empresas, que sienten su futuro amenazado por una menor capacidad de competir."No hay alternativa", dijo Lawson para defender su pol¨ªtica de altos tipos de inter¨¦s, en exacto paralelismo con las palabras atribuidas a Thatcher en 1981, cuando los monetaristas rompieron con todos los esquemas de pol¨ªtica econ¨®mica. "No hay alternativa y esa pol¨ªtica servir¨¢", dijo entre apagados aplausos (los conservadores lo aplauden todo), antes de garantizar que "seguir¨¢ adoptando cualquier medida necesaria, por impopular que sea, para mantener una econom¨ªa en estado saludable".
Los congresistas aplaudieron el firme compromiso de Lawson para luchar contra la inflaci¨®n, que promete tiempos cr¨ªticos, y se reconfortaron con el refrescamiento de la memoria que les hizo el ministro de que tanto en 1981 como en 1985, a mitad de cada una de las anteriores legislaturas, hubieron de adoptarse medidas impopulares que, al cabo, hicieron posibles sendas arrolladoras victorias. El discurso de Lawson son¨® a hueco en la City, pendiente de la evoluci¨®n de una libra que ha perdido terreno con respecto al marco alem¨¢n. Los analistas, sin embargo, no le reprocharon nada al reconocer que un congreso del partido no es el lugar id¨®neo para desentra?ar sutilezas econ¨®micas.
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