La historia es reversible
Concluye el articulista sus impresiones sobre la actualidad sovi¨¦tica se?alando que las grandes tensiones que generan los movimientos nacionales, as¨ª como las huelgas obreras y otros conflictos sociales, requieren inevitablemente un reforzamiento del sistema representativo pol¨ªtico y una cada vez mayor interrelaci¨®n entre el Soviet Supremo y los elementos reformistas encabezados por Gorbachov.
Los movimientos nacionalistas son potencialmente el elemento m¨¢s desestabilizador de todo el proceso, porque son los movimientos de m¨¢s profunda base popular y con objetivos menos negociables. En las rep¨²blicas b¨¢lticas es donde el movimiento democr¨¢tico est¨¢ m¨¢s desarrollado y engloba a la pr¨¢ctica totalidad de la poblaci¨®n de origen no ruso. En mis discusiones con los nacionalistas estonios un tema se repet¨ªa obsesivamente. "No tenernos por qu¨¦ ser", me dec¨ªan, "los corderos sacrificados en el altar de la reconciliaci¨®n entre el Este y el Oeste. Fuimos violentamente anexionados hace medio siglo y ning¨²n r¨¦gimen democr¨¢tico puede fundar el nuevo orden sobre este atropello hist¨®rico". De hecho, cuentan con la admiraci¨®n y el apoyo de la mayor parte de las tendencias democr¨¢cticas en el resto de la URSS. En el Sur, el tema nacionalista es m¨¢s complejo y se colorea de fanatismo religioso (isl¨¢mico) y de manipulaci¨®n pol¨ªtica de la nomenclatura. De hecho, Azerbaiy¨¢n est¨¢ dominada por el peor sector de la nomenklatura, mientras que el nacionalismo armenio es profundamente democr¨¢tico. De modo que la violencia de Azerbaiy¨¢n (en donde comandos fundamentalistas matan armenios y queman sus casas) es a la vez una guerra santa por el islam, contra los armenios y contra la perestroika que pone en cuesti¨®n los privilegios de la elite regional. Por otro lado, el movimiento nacionalista cobra fuerza en Georgia, en Ucrania y, lo nunca visto, despierta un sentimiento separatista en Siberia, que adopta adem¨¢s el discurso ecol¨®gico de la defensa de sus recursos naturales expoliados por la industria militar. El horizonte concreto de esta suma de movimientos es la desintegraci¨®n eventual del imperio sovi¨¦tico. Y ello los hace, a la vez, profundamente revolucionarios y tremendamente desestabilizadores del orden mundial. Aqu¨ª no se puede juzgar. Debemos, al menos, respetar el derecho a la vida de lo particular, con respecto a la racionalidad de lo universal.Conexi¨®n estrecha
El tratamiento de las enormes tensiones que generan y que van a generar estos movimientos nacionales, as¨ª como las huelgas obreras, las protestas por los derechos humanos, el movimiento ecologista y otras luchas que cobran cada vez m¨¢s fuerza en todas las dimensiones (incluyendo, para citar un ejemplo, un fuerte movimiento en defensa de las focas de la isla Sajalin), requiere, para no desencadenar el caos, un reforzamiento del sistema pol¨ªtico representativo y una conexi¨®n cada vez m¨¢s estrecha entre el Soviet Supremo (hoy con mayor¨ªa de delegados no designados por el Partido Comunista) y los elementos reformistas del Gobierno, encabezados por Gorbachov.
En los primeros d¨ªas de octubre, dos hechos apuntan en esa direcci¨®n. Por un lado, la formaci¨®n de un comit¨¦ interregional de la oposici¨®n democr¨¢tica dentro del Soviet Supremo, liderado por Sajarov y Yeltsin, con amplia legitimidad entre los movimientos sociales, con respecto a los cuales puede hacer el papel de puente. Por otro lado, el acuerdo entre Gobierno y mayor¨ªa del Soviet Supremo sobre la ley prohibiendo las huelgas por 15 meses, pero limitando dicha prohibici¨®n a algunos sectores considerados clave para la econom¨ªa nacional (transporte, energ¨ªa, materias primas) y s¨®lo mientras se redacta una ley-marco sobre el derecho de huelga. Por primera vez, el Gobierno (que quer¨ªa una prohibici¨®n sin restricciones) ha tenido que dar la ¨²ltima palabra al Soviet Supremo, un ¨®rgano que ahora controla cada vez menos. Tambi¨¦n se dice que Gorbachov est¨¢ satisfecho del resultado del debate, por lo que ello representa de capacidad real de maniobra de las nuevas instituciones pol¨ªticas.
Sin embargo, mientras el Parlamento debate y los intelectuales sue?an, la sociedad y la econom¨ªa sovi¨¦ticas est¨¢n al borde de la desintegraci¨®n. El transporte no funciona entre algunas regiones y se teme que haya falta de carb¨®n y de combustible durante el invierno que ya llega desde el Norte. En la regi¨®n de Mosc¨², numerosos soldados han abandonado los cuarteles y han regresado ilegalmente a sus casas, sin que nadie les moleste. Sectores enteros de la burocracia desobedecen o ignoran las ¨®rdenes de los organismos competentes, seg¨²n las relaciones de poder imperantes en cada lugar y en cada servicio. El viejo orden no es leg¨ªtimo, pero es el real, y el nuevo orden tan s¨®lo existe en el discurso y en los centenares de leyes y decretos que cada d¨ªa tramitan las nuevas instituciones. Entre esos dos ¨®rdenes contradictorios, la sociedad civil ha irrumpido con extraordinaria fuerza, creatividad y, frecuentemente, con excesiva imprudencia. A primeros de octubre Yeltsin, en una entrevista a la televisi¨®n norteamericana, puntualmente difundida por la televisi¨®n sovi¨¦tica, pronosticaba que si no hab¨ªa cambios fundamentales antes de un a?o tendr¨ªa lugar en la URSS una explosi¨®n social de incalculables consecuencias. Los s¨ªntomas van, desgraciadamente, en esa direcci¨®n, pero no son ineluctables.
Vuelta a la racionalidad
Vuelta a la racionalidad. Nos encontramos en amable charla, sentados en los confortables sillones del Centro de Investigaci¨®n de la Opini¨®n P¨²blica, el reci¨¦n creado CIS sovi¨¦tico, que dirige la soci¨®loga Tatiana Zaslavskaya, una de las l¨ªderes e inspiradoras del movimiento de reforma, pr¨®xima consejera de Gorbachov. Hacemos balance de la situaci¨®n. S¨ª, hay una evoluci¨®n en la opini¨®n. La gente se atreve a pensar y a hablar, por primera vez. Las actitudes son profundamente democr¨¢ticas. La credibilidad de las reformas aumenta poco a poco. Pero todo el mundo pide m¨¢s, mucho m¨¢s. Lo que en un principio se inici¨® como reformas modernizadoras del sistema, conllev¨® una democratizaci¨®n pol¨ªtica que permiti¨® el desarrollo de un amplio y diversificado movimiento social que hoy por hoy tiene su propia din¨¢mica, una din¨¢mica que impone sus propios ritmos a Gorbachov.
Por su parte, en otro momento y en otro lugar, el l¨ªder disidente Pavlovski, dirigente del Comit¨¦ Sovi¨¦tico por la Paz, tambi¨¦n piensa que la perestroika est¨¢ desbordada por la din¨¢mica social. Pero tambi¨¦n coincide con la necesidad de adecuar los objetivos a las realidades hist¨®ricas.
Y de pronto, en el muelle decorado tecnocr¨¢tico del santuario de la nueva elite, o en el viejo y asqueroso tugurio de Mosc¨² donde se alberga el radical Comit¨¦ Sovi¨¦tico por la Paz, una idea empieza a tomar cuerpo en mi peregrinar por los caminos de la perestroika: todo es posible, la historia es reversible. Atr¨¢s pueden quedar los millones de cad¨¢veres torturados de las ilusiones revolucionarias de varias generaciones, los cr¨ªmenes del estalinismo, los hero¨ªsmos y las miserias del movimiento comunista, la divisi¨®n de la tradici¨®n socialista, la denostaci¨®n sectaria de la democracia pol¨ªtica, la separaci¨®n del mundo en bloques. Tal vez la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y con ella nosotros, est¨¢ saliendo del t¨²nel del tiempo, en donde nos sepultaron los ca?ones del Aurora. No para abrazar el capitalismo, sino para inventar una nueva vida. Tal vez es posible, para el pueblo sovi¨¦tico, y para todos nosotros, volver a empezar.
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