John Irving, luchador
El autor de 'El mundo seg¨²n Garp' presenta 'Oraci¨®n por Owen'
Los editores de John Irving se enfrentaron ayer al problema no habitual de encontrarle al novelista un gimnasio en Madrid en el que pudiera practicar su rito diario de levantar pesas sin que se le ex?giera ir vestido de una determinada forma: ya tuvo esa experiencia en Italia. Irving hace pesas todos los d¨ªas y practica la lucha libre, deporte en el que compiti¨® hasta los 34 a?os; ahora tiene 47. La elecci¨®n de este deporte no es casual: seg¨²n explica, en la lucha libre aprendi¨® la disciplina indispensable para la redacci¨®n de sus libros, cl¨¢sicos, largos y de trama compleja. Irving presenta en Espa?a el ¨²ltimo, Oraci¨®n por Owen, una par¨¢bola evang¨¦lica.Parece ser que no era un buen luchador, cuando compet¨ªa era m¨¢s bien lento y no demasiado fuerte. Pero en cambio ten¨ªa aguante, resist¨ªa tres asaltos y en el cuarto atacaba con unas pocas llaves, que domina. A menudo su competidor besaba la lona.
No es una comparaci¨®n f¨¢cil: Irving es macizo pero no por ello romo -le brillan los ojos negros-, habla lenta y largamente mientras ampl¨ªa las explicaciones, y a cualquiera que le haya le¨ªdo le resultar¨¢ dificil imaginarle escribiendo corto: El mundo seg¨²n Garp, El hotel New Hampshire, La leyenda del bebedor de agua, entre otras publicadas por Tusquets, y ahora Oraci¨®n por Owen, son historias escritas en cuatro o cinco a?os para lectores con tiempo. Esas dimensiones de mansi¨®n victoriana no son ex tra?as si se piensa que los autores que Irving admira -"fu¨ª lector antes que autor"- son Dickens, Thomas Hardy, Tols toy, Turgueniev, Flaubert, y que no est¨¢ demasiado convencido de que un Kafka sea tan importante como dicen.
"Desde el principio quise es cribir novelas narrativas y melodram¨¢ticas como las que hab¨ªan escrito ellos, y que reflejaran mi tiempo como ellos hab¨ªan reflejado el suyo. Soy muy consciente de mi audiencia, lo que no quiere decir que sea condescendiente: cuanto m¨¢s oscuro y dif¨ªcil sea el asunto del libro, m¨¢s consciente tiene que ser el autor de su deber de entretener".
Irving no ha heredado la visi¨®n rom¨¢ntica del artista. "Creo que soy una persona normal, con una vida m¨¢s bien rutinaria y una inteligencia media", dice. Cree en cambio que tiene cierta habilidad para suscitar la curiosidad de la gente acerca de sus personajes y sus historias -creencia que queda confirmada por los adelantos de mill¨®n y medio de d¨®lares (unos 180 millones de pesetas) que le pagan en Estados Unidos-, y cree que eso es lo ¨²nico que importa: no lo que el autor piense o sienta o viva, sino lo que les ocurra a los personajes: "Cuando lo le¨ª, lo ¨²nico que yo quer¨ªa era saber qu¨¦ le ocurr¨ªa a Emma Bovary" dice Irving con un cerrado acento norteamericano.
Vestido con vaqueros y un amplio jersey, Irving pertenece a esa categor¨ªa de hombres con el pelo gris que mantienen el cuerpo joven, relativamente frecuente en Estados Unidos y bastante rara en el sur de Europa. Ha dejado su piso de Nueva York y ahora vive entre Canad¨¢ y Bridgehampton, uno de los m¨¢s caracter¨ªsticos pueblos de Long Island, cerca de Nueva York: mansiones blancas, veleros, bosques que en oto?o suscitan la visita de turistas... el escenario de Nueva Inglaterra en que se desarrollan buena parte de sus libros.
Ya hace algunos a?os que Irving no da clases de literatura en la universidad, aunque con cierta frecuencia le asaltan sue?os de que el dinero se acaba y tiene que volver a las aulas, y entonces se da cuenta de que fue una pesadilla y de que le costar¨ªa adaptarse a escribir otra vez s¨®lo dos horas, "en un margen del d¨ªa". "Entonces lo ignoraba; simplemente, tener un trabajo era algo obligatorio cuando se escrib¨ªa".
Oraci¨®n por Owen, el libro que Irving ha venido a presentar a Espa?a, tiene la extensi¨®n, minuciosidad y aparente realismo de sus obras anteriores, y los rasgos biogr¨¢ficos, por m¨¢s que el autor s¨®lo reconozca antecedentes en el car¨¢cter de la aristocr¨¢tica y severa abuela de la novela. Sin embargo, tambi¨¦n se encuentra la figura del medio hu¨¦rfano que aparece con cierta frecuencia en sus obras. Irving, como el narrador de Oraci¨®n por Owen, no conoci¨® a su padre, un piloto que fue abatido por los japoneses y que seg¨²n parece logr¨® huir a China, y su madre, como la de Jol¨ªn, se cas¨® con otro hombre cuando ¨¦l ten¨ªa seis a?os de edad.
Uno de los ejes de su narrativa, concede Irving, es el de la ausencia de un miembro de la familia, sea el padre, la madre o el hijo. En una situaci¨®n casi id¨ªlica, algo se tuerce: he ah¨ª el nudo en la concepci¨®n de la novela cl¨¢sica, que en buena parte es, por cierto, la que vuelve a tener un indiscutible ¨¦xito en el mundo anglosaj¨®n.
Santo y disc¨ªpulo
Owen, el personaje de la oraci¨®n, es un d¨¦bil: peque?o hasta el punto de que la diversi¨®n de sus compa?eros en la escuela consiste en sostenerlo en el aire sin bajarle, tiene una voz de tira c¨®mica (esto es, como la del Pato Donald) y un esp¨ªritu noble. Su grandeza se observa a trav¨¦s de la visi¨®n que de ¨¦l da su ¨ªntimo amigo y narrador, John Wheelwright, indispensable pues, como observa Irving con agudeza, "no existe santo si no existe disc¨ªpulo".Los libros de Irving empiezan por el final; quiere decirse, que la primera visi¨®n que de ellos tiene es el final, y luego va construyendo para atr¨¢s, edifica los antecedentes. Oraci¨®n por Owen nace, y valga la simplificaci¨®n, de la rabia que un liberal dem¨®crata como Irving (la definici¨®n es suya) sinti¨® con la guerra de Vietnam, cuando seg¨²n explica la inocencia fundacional de Estados Unidos fue violada para siempre.
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