El franc¨¦s americano
Yves Beauchemin presenta en Espa?a'Gatuperios'
Yves Beauchemin no ha pasado 24 horas en Madrid y ya ha intuido con acierto d¨®nde se encuentran las aberraciones urban¨ªsticas m¨¢s gordas, y se ha comprado dos novelas; de Marcial Lafuente Estefan¨ªa con la idea de que su estilo de quiosco es la forma m¨¢s sencilla de comenzar con el castellano. No son casualidades: escritor francocanadiense muy comprornetido con el nacionalismo de Quebec y con causas como la preservaci¨®n de Montreal frente a la especulaci¨®n arquitect¨®nica, Beauchemin utiliza en sus trabajadas y muy largas novelas de dif¨ªcil encuadre todo tipo de influencias, en. una ambici¨®n de m¨²sico por "la obra total". Ahora presenta en Espa?a la de mayor ¨¦xito, Gatuperios (Alianza).
"Yo no creo que la literatura pueda ser verdaderamente realista", dice Beauchemin, "ninguna literatura. Escribir es transformar, interpretar la realidad, y la palabra es siempre arte, estilizaci¨®n, incluso en obras documentales. Siempre existe una elecci¨®n... pero por ah¨ª se llega a la teor¨ªa del conocimiento: filosof¨ªa pura".Bajo una apariencia realista -di¨¢logos, descripciones, tiempo y escenarios reconocibles, referencias comunes...-, la literatura de Beauchemin sorprende suavemente desde el comienzo con peque?as distorsiones y matices que colocan su creaci¨®n tras un velo algo inquietante: la historia sencilla de la que parte Gatuperios -un joven ambicioso quiere hacerse rico con un restaurante- se complica nada m¨¢s empezar con historias y personajes paralelos que convierten el libro en un mundo: cierto mecenas obliga a su beneficiado a buscarle tras un jerogl¨ªfico de letras de bronce; un cocinero franc¨¦s genial sobrelleva su frustraci¨®n de vivir en un pa¨ªs de americanos sin paladar; un sacerdote, el padre Jeunehomme (Jovenhombre, n¨®tese el nombre compuesto, como el de Beauchemin, Bellocamino), se empe?a en encontrar la segunda parte de Las almas muertas, que Gogol quem¨® en la noche del 11 de febrero de 1852, "torturado por sus angustias religiosas, unos d¨ªas antes de su muerte" (p¨¢gina 48).
Gatuperios est¨¢ lleno de juegos y gui?os que el lector adivina homenajes. Las almas muertas supuso una revelaci¨®n para el joven canadiense de 17 a?os que identific¨® aquella atm¨®sfera opresiva (como tambi¨¦n la de La casa de Bernarda Alba), aquellas llanuras y espacios vac¨ªos de Rusia y su "cierta locura", con los, del Canad¨¢ anterior a 1960, cuando el pa¨ªs no hab¨ªa vivido su revoluci¨®n tranquila.
Tercera novela
No parece cansado, Beauchemin. Lleva tres meses fuera de su casa, viajando por Francia, B¨¦lgica y Suiza en viaje de promoci¨®n de su tercera novela, Juliette Pomerlan, y por Espa?a para Gatuperios, la segunda, y no se encuentra cansado pero eso es porque se toma su trabajo como un atleta: sue?o, comida sana, nada de alcohol, mucha agua, largas caminatas por las ciudades que va visitando. Juliette Pomerlan tiene mucho que ver con Gatuperios: la misma larga extensi¨®n de unas 600 p¨¢ginas; las mismas cinco redacciones, la primera, r¨¢pida para no perder el tono y la inspiraci¨®n, y las siguientes para recortar, ensamblar y equilibrar sobre todo; y en la base de un edificio barroco, una historia sencilla: una mujer vive con un ni?o que no es su hijo y cuando intuye la muerte se pone a buscar a la madre verdadera.
Esta historia de b¨²squeda, que tiene mucho que ver con las investigaciones de la novela polic¨ªaca, tiene una ra¨ªz que resulta reveladora sobre la personalidad del canadiense: como muchos intelectuales, despreciaba la literatura policial, por inferior, hasta que un amigo le convenci¨® de que simplemente no hab¨ªa le¨ªdo a los grandes: Chandler, Hammett, McBain... Hoy sus novelas participan de ciertas t¨¦cnicas de la novela polic¨ªaca, y en cierta ocasi¨®n escribi¨® una novela corta en el g¨¦nero. Pero lo dej¨®: "es un g¨¦nero con demasiadas convenciones", dice, "y yo necesito no tener reglas".
Homenaje a Flauhert
En Gatuperios, Beauchemin tributa peque?os homenajes a Flaubert, Gogol, Lawrence Durrell... pero admira sobre todo a Dickens, de quien prefiere, por las grandes lecciones que supusieron, David Copperfield e Historia de dos ciudades. Y admira al escritor ingl¨¦s por "su generosidad, su sentido del humor, su artesan¨ªa. Ley¨¦ndole te dices: "?Ah! ?es as¨ª como se construye!".
"Espero haber inyectado en la novela tradicional un ritmo moderno, supongo que influ¨ªdo por el cine", dice Beauchemin, quien se reclama heredero de la tradici¨®n. "Creo en ella siempre y cuando ello signifique que es para continuarla, no para estancarse en ella. No creo en las rupturas: la Revoluci¨®n Cultural china me pareci¨® siempre una enorme soberbia".
Esa concepci¨®n del arte es exactamente la que aplica Beauchemin a una de sus contadas y elegidas militancias, que es la de proteger la ciudad vieja de Montreal de la especulaci¨®n urban¨ªstica. Presidente de la asociaci¨®n de defensa del viejo Longueil (barrio antiguo de Montreal), entre otras, se enfurece con la tendencia a sustitu¨ªr las ciudades viejas con nuevas, en lugar de ir haciendo c¨ªrculos conc¨¦ntricos que reflejen las sucesivas culturas que van conformando una ciudad. "Los arquitectos deber¨ªan firmar sus edificios, de forma que se viera qui¨¦nes son responsables de ciertas aberraciones. Al fin de cuentas, los escritores y los pol¨ªticos firman las suyas".
Beauchemin se considera a s¨ª mismo "un poco Quijote" y se tiene que retener para no militar en otras muchas causas. Es independentista. Considera que Quebec, la provincia francohablante del Canad¨¢, debe independizarse de los anglosajones para poder sobrevivir como cultura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.