El pasado inminente
La enorme expectaci¨®n que ha despertado la presencia de Paul McCartney en Espa?a y el indiscutible ¨¦xito de su primer concierto en Madrid han sido clarificadores en muchos aspectos. En el planteamiento musical del cantante brit¨¢nico inciden el paso del tiempo, el actual momento del pop, la recuperaci¨®n de la nostalgia, la manipulaci¨®n del recuerdo y la indiscutible calidad de unas canciones que se han convertido en monumentos de un ayer todav¨ªa vigente.El m¨²sico de 47 a?os se ha planteado la ¨²ltima fase de su carrera como un ejercicio art¨ªstico-comercial en el que rentabiliza sin pudor sus glorias pasadas consciente de la necesidad que tienen los m¨¢s j¨®venes de conjugar simult¨¢neamente pasado con futuro, impulsados por la ausencia de est¨ªmulos creativos en la m¨²sica actual.
Paul McCartney
Paul McCartney (voz, bajo, guitarra, teclados y piano), Robbie Mclntosh (guitarra y coros), Hamish Stuart (guitarra, bajo y coros), Paul Wix Wickens (teclados y coros), Chris Whitten (bater¨ªa), Linda McCartney (teclados y coros). Palacio de los Deportes de la Comunidad. Madrid, 2 de noviembre.
McCartney es el autor de puntos de referencia culturales en forma de canciones. Yesterday, Let it be, Hey Jude, Eleanor Rigby, Thefool on the hill y The long and winding road, por citar algunos de los ejemplos m¨¢s representativos, son composiciones que significaron un compromiso renovador por el clasicismo de sus l¨ªneas mel¨®dicas, la original utilizaci¨®n de los tonos menores en la progresi¨®n arm¨®nica y la melanc¨®lica ternura que rompi¨® con la violenta explosi¨®n de la influencia del blues en la segunda mitad de los sesenta. Y fueron precisamente estas canciones las mejor acogidas en Madrid, interpretadas con los mismos arreglos y cantadas con id¨¦nticas inflexiones que en los antiguos e imperecederos discos de los Beatles.
Como reivindicador de nostalgias, McCartney ha emprendido un trabajo l¨ªcito porque, como compositor, ¨¦l es la nostalgia. Su astucia para mantener los totems que personalizaron su imagen -chaquetas con cuello Mao, bajo Hofner en forma de viol¨ªn, im¨¢genes a?ejas proyectadas simult¨¢neamente en tres pantallas y canciones de la primera ¨¦poca de los Beatles- estuvo en su concierto de Madrid h¨¢bilmente actualizada con una excelente utilizaci¨®n de los recursos t¨¦cnicos -fluminaci¨®n, escenograf¨ªa y sonido- y con la interpretaci¨®n de las canciones de su ¨²ltimo disco, Flowers in the dirt, que intentan recuperar las esencias que marcaron ¨¦pocas pasadas.
Desde este punto de vista, el recital fue magn¨ªfico. Desinhibido, fresco y bien interpretado, como todo buen pop, result¨® emotivo y agradable volver a escuchar canciones que se han convertido en la m¨²sica popular de la nueva aldea global. Como buscador del sentimiento de la a?oranza, McCartney es un aut¨¦ntico maestro porque ¨²nicamente se copia a s¨ª mismo en un mundo en el que el arte del fax ya compite con lo original. Su m¨¦rito indiscutible es haber transformado lo moment¨¢neo en eterno, manteniendo en sus conciertos la energ¨ªa necesaria para dignificar el ejercicio, revivalista.
Pero como impulsor de est¨¦ticas, descubridor de caminos musicales y alquimista de locuras, es otro cantar. La necesidad de recurrir al recuerdo muestra su impotencia para asumir nuevos riesgos creativos, dej¨¢ndose Hevar por el c¨®modo vaiv¨¦n de lo ya adquirido y rentabilizando al m¨¢ximo emociones generacionales. El hecho de que Paul McCartney encuentre en los nuevos adolescentes la savia necesaria para alimentar su segunda juventud, muestra tanto la necesidad l¨®gica de conocer una historia viva y al alcance de la mano como la escasez de ideas en la m¨²sica actual, obligada a reinvertir en el pasado mientras espera la aparici¨®n de nuevos Beatles que abran caminos diferentes.
En este sentido conviene recordar el reciente concierto de Bob Dylan en Madrid, donde la recreaci¨®n de canciones no menos eternas -Like a Roffing Stone, Just like a woman, Mr. Tambourine men y tantas otras- adopt¨® la forma de ruptura de esquemas preestablecidos a trav¨¦s de la violencia, acidez y enfrentamiento a lo habitual. McCartney opta por lo contrario. Por la placidez, la amabilidad y la repetici¨®n agradable de lo ya conocido. Ambos son leg¨ªtimos representantes de un pasado que se ha convertido en inminente y que puede traducirse de dos mane ras: como para suceder prontamente o como amenaza. La elecci¨®n es personal e intransferible Simple cuesti¨®n de matices.
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