El pianista VIadimir Horowitz fallece a los 85 a?os
El m¨²sico muri¨® en su casa de Nueva York
El legendario pianista VIadimir Horowitz muri¨® el pasado s¨¢bado en su casa de Nueva York, v¨ªctima de un ataque cardiaco, a la edad de 85 a?os, seg¨²n dio a conocer ayer su agente, Peter Gelb. El m¨²sico, nacido en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, emigr¨® a Estados Unidos en 1928, pa¨ªs del que adquiri¨® la nacionalidad. La muerte de Vladimir Horowitz fija definitivamente su nombre en la gran historia del piano, en la que, desde hace tiempo, brillaba con ejemplar intensidad. Horowitz era, y seguir¨¢ siendo, gracias a las grabaciones testimoniales que nos deja, un nombre de referencia por los valores singulares de su t¨¦cnica y la precisa determinaci¨®n de su estilo.
Disc¨ªpulo de Felix Blumenfeld (1863-1931) como Heinrich Neuhaus (1888-1964), del que proced¨ªan Richter y Guilels, en Horowitz encontramos significativas coincidencias con los dos ¨²ltimos pianistas y no escasas connotaciones con algunos de sus contempor¨¢neos germanos.Con particularidades tan llamativas como sus fabulosas octavas que elogiara Rachmaninov, la t¨¦cnica de Horowitz no fue siempre infalible en la medida en que ha llegado a serlo en otros. S¨ª lo era su capacidad de comunicaci¨®n gracias a la cual desde el primer momento de su actuaci¨®n se establec¨ªa un estrecho di¨¢logo entre el artista y el p¨²blico.
En este sentido, las diferencias con Guilels resultan notables; si para ¨¦ste hacer m¨²sica era, sobre todo, hacerla para s¨ª mismo aceptando el ¨¦xito como fen¨®meno resultante, para Horowitz esa comunicaci¨®n pianista -oyente adquir¨ªa un valor sustantivo. Algo semejante lo hemos vivido muy de cerca y en repetidas ocasiones con Arturo Rubinstein tan distinto, por ejemplo, a la actitud mucho m¨¢s introvertida de un Giesekinj.
Gran lisztiano
Gran lisztiano, aun cuando convenga se?alar su especial amor por la Sonata, lograba versiones realmente orquestales del Mephisto-Vals, pero tambi¨¦n se internaba con propia visi¨®n descubridora por las galer¨ªas de Schumann en la Fantas¨ªa opus 111. Los conciertos, la Segunda sonata y las obras m¨¢s breves de Rachmaninov cobraban tanto inter¨¦s en las versiones de Horowitz como en las del mismo compositor, quien, como es bien sabido, fue un pianista arrollador. En su apertura de criterios y su voluntad de realizarse dentro de muy distintas posibilidades pian¨ªsticas, se acerc¨® con sutileza a Faur¨¦ y a Debussy y expuso sus puntos de vista sobre Scarlatti o Clementi que, en sus manos, suscitaban un inter¨¦s grande pues antes de dar lugar a la discusi¨®n, ganaban a todos por lo que ten¨ªan de belleza.Existe un cap¨ªtulo precioso del que por fortuna queda documento grabado: el concierto celebrado en el Carnegie Hall neoyorquino el 18 de mayo de 1976. Horowitz hace m¨²sica de c¨¢mara con Stern y Rostropovich y acompa?a a Fischer Dieskau el ciclo Amor de poeta. Al escucharlo descubrimos el secreto de Horowitz para Schumann, su voluntad de cantar y hacer arte po¨¦tica. A la vista de esta y otras muestras de m¨²sica m¨¢s conmovedora que convulsiva cabe pensar que el estilo de Horowitz estaba marcado por un ir y venir de lo m¨¢s ¨ªntimo a lo m¨¢s espectacular y energ¨¦tico con un matiz certeramente se?alado por Piero Rattalino: la asombrosa incapacidad de envejecer.
El artista que emigr¨® de la Uni¨®n Sovi¨¦tica a Estados Unidos en 1928, di¨® varios conciertos en la Casa Blanca, incluido uno en 1978 al cumplirse el 50 aniversario de su llegada a su pa¨ªs de adopci¨®n. En esa ocasi¨®n, el entonces presidente norteamericano Jimmy Carter le calific¨® como un "tesoro nacional". Volvi¨® ala URSS en 1986, donde ofreci¨® varios conciertos.
Babelia
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