Funcionarios y artistas
LA VIDA, organizaci¨®n y actividades de la Orquesta Nacional de Espa?a (ONE) no son, desde luego, los grandes problemas de la m¨²sica espa?ola, al menos mientras no se resuelva el prioritario: la ense?anza. En todo caso, y por tratarse de la primera agrupaci¨®n sinf¨®nica del Estado, adquiere la suficiente significaci¨®n como para que el conflicto surgido entre la direcci¨®n del Instituto Nacional de las Artes Esc¨¦nicas y de la M¨²sica (INAEM) y los profesores de la ONE con motivo del proyectado nombramiento de Crist¨®bal Halffter como director art¨ªstico est¨¦ ocupando buena parte de la actualidad cultural.Pensar que en otros lugares no existen problemas m¨¢s o menos an¨¢logos ser¨ªa tan err¨®neo como dejar de resolver por ello los nuestros. Y el de la ONE es, antes que una cuesti¨®n de nombres propios, un asunto de infraestructura. La de la Orquesta Nacional ha quedado obsoleta, pues el paso del tiempo parece demostrar la inconveniencia de una agrupaci¨®n sinf¨®nica formada por funcionarios p¨²blicos con categor¨ªa forzosamente especial. Por otra parte, la situaci¨®n deficitaria de la profesi¨®n musical espa?ola mantiene sin cubrir una parte importante de la plantilla de la ONE sin que pueda resolverse tal carencia con instrumentistas extranjeros, ya que la ley s¨®lo autoriza un m¨¢ximo del 10% de profesores no espa?oles. Independientemente de la condici¨®n funcionarial o no que los componentes de la ONE mantengan en el futuro, es bien sabido que dentro de dos a?os, en raz¨®n de nuestros compromisos con la Comunidad Europea, el l¨ªmite de ese porcentaje desaparecer¨¢, lo que ha de significar, se quiera o no, una progresiva renovaci¨®n en los cuadros de nuestra primera orquesta.
Probablemente una de las claves para entender el confuso asunto que gira en torno a la orquesta sea el de que las partes litigantes no est¨¢n hablando hasta ahora con la suficiente claridad. La creaci¨®n de una direcci¨®n art¨ªstica para la entidad, tal y como propone el INAEM, parece una decisi¨®n acertada que, como es frecuente en muchas orquestas europeas, deber¨ªa estar asistida por una junta asesora suficientemente responsable y significativa. En ella ha de o¨ªrse la voz de los profesores de la orquesta y su opini¨®n debe pesar, sin que se convierta en fuerza de irresistible presi¨®n. Todos han de prestar su colaboraci¨®n a lo que es fundamental: la definici¨®n precisa de las funciones que nuestra orquesta debe desempe?ar dentro del cuadro de la cultura, prescindiendo de factores negativos como el corporativismo, la comodidad y la rutina. En este caso, parece indiscutible que la funci¨®n crea el ¨®rgano y no al rev¨¦s, pues para el brillante y azaroso desarrollo de series del repertorio habitual, bastar¨ªa hoy con la continua visita de formaciones extranjeras, siempre bien recibidas por el p¨²blico.
Existen demasiados vanos en el repertorio de la ONE como para insistir una y otra vez en partituras necesarias pero no ¨²nicas. Y esta planificaci¨®n es materia que sobrepasa las decisiones de los maestros titulares, que, como es natural, tienen sus propias preferencias e inclinaciones. Ante el desarrollo del Plan Nacional de Auditorios, la apertura de nuestras fronteras y el progresivo perfeccionamiento de orquestas en las nacionalidades y comunidades aut¨®nomas, la Nacional tiene la obligaci¨®n de no quedar atr¨¢s ni en calidad ni en inter¨¦s de sus actividades. Todo lo contrario: debe recuperar un car¨¢cter protagonista y ejemplarizador. La asunci¨®n de esta tarea despejar¨ªa por s¨ª sola tantos nubarrones como se ciernen sobre el presente y el futuro de la hoy conflictiva Orquesta Nacional.
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