La divulgaci¨®n de los conocimientos cient¨ªficos sobre medicamentos
En el ¨¢mbito m¨¦dico el vocablo f¨¢rmaco se refiere a aquella sustancia qu¨ªmica capaz de interactuar con un organismo vivo y que se utiliza para el tratamiento, prevenci¨®n o diagn¨®stico de una enfermedad, o para evitar la aparici¨®n de un proceso fisiol¨®gico no deseado (como en el caso de los anticonceptivos). En cambio denominamos droga a aquella sustancia con actividad sobre el sistema nervioso central, con efectos sobre las vivencias ps¨ªquicas del individuo y de la que, de su uso m¨¢s o menos prolongado (seg¨²n el caso) se derivan dos consecuencias: 1) la tolerancia, fen¨®meno por el cual una misma dosis de la sustancia produce cada vez una menor intensidad en el efecto, y 2) la dependencia, o sea la necesidad que padece el individuo de readministrarse el producto una y otra vez. En la mayor¨ªa de casos la no administraci¨®n de la sustancia conlleva sensaciones negativas para la persona, y as¨ª ¨¦sta pasa a depender de aqu¨¦lla. En general de una droga se hace uso no m¨¦dico (no motivado por una finalidad curativa o preventiva de una enfermedad), pero en ocasiones algunas drogas, o derivados de ellas con un potencial adictivo menor, tienen utilidad en terap¨¦utica. En estos casos su prescripci¨®n est¨¢ sujeta a unos controles especiales. Aunque en ingl¨¦s el t¨¦rmino drug significa a la vez f¨¢rmaco y droga, en espa?ol afortunadamente tenemos un vocablo diferente para cada concepto.En las farmacias se expenden f¨¢rmacos, de los cuales s¨®lo unos pocos pueden tener efectos propios de lo que hemos definido como drogas. Y est¨¢n en ellas para cubrir los diversos usos que tienen en terap¨¦utica. Afirmar, como se hace en el editorial de EL PA?S "Medicamentos malditos" (24-10-89), que en las "farmacias se almacenan varias veces m¨¢s toneladas de droga de las que puedan hacer circular los narcotraficantes de Per¨², Bolivia y Colombia juntos", pa¨ªses donde se cultiva principalmente la coca¨ªna, es simplemente falso, y confunde a la opini¨®n p¨²blica.
El 'secretismo m¨¦dico'
Cuando un f¨¢rmaco se encuentra convenientemente preparado para su administraci¨®n, ya sea oral, rectal, etc¨¦tera, hablamos de medicamento. Un medicamento acostumbra a contener uno o m¨¢s f¨¢rmacos y otras sustancias (colorantes, estabilizantes), sustancias que habitualmente no ejercen efectos sobre el organismo. Un medicamento con un s¨®lo f¨¢rmaco puede ser denominado por su f¨®rmula qu¨ªmica, su nombre gen¨¦rico (que es el nombre decidido por organismos internacionales independientes para designar a esta mol¨¦cula y por el que es conocido en las publicaciones cient¨ªficas), y finalmente por su nombre comercial, bajo el cual el laboratorio fabricante promociona y vende el medicamento. En este contexto los m¨¦dicos y los usuarios deber¨ªan conocer el nombre comercial y el gen¨¦rico de los medicamentos que utilizan. El nombre qu¨ªmico habitualmente no se utiliza m¨¢s que en el ¨¢mbito de la industria farmac¨¦utica.
En nuestro pa¨ªs, como en otros, tanto las distintas administraciones sanitarias, como colectivos m¨¦dicos o la misma Universidad se han preocupado en divulgar informaci¨®n veraz sobre los medicamentos, independiente de los intereses de los fabricantes, e inteligible para personas de un nivel cultural m¨ªnimo y utilizando el nombre gen¨¦rico y sus equivalencias al nombre comercial correspondiente. La Gu¨ªa farmacol¨®gica para la asistencia primaria" o, en Catalu?a, el ¨ªndex fannacol¨°gic son algunos buenos ejemplos de publicaciones dirigidas a los prescriptores (los m¨¦dicos), pero que est¨¢n al alcance de quien desee consultarlos. Por otro lado es obligado que, en el medicamento vendido consten expl¨ªcitamente los f¨¢rmacos que lo componen (con su nombre gen¨¦rico) y las principales propiedades de los mismos. Por tanto, afirmar en general que "la clase m¨¦dica mantiene en el contenido de sus vadem¨¦cum y en su vocabulario cient¨ªfico el secreto de sus preparados" es tambi¨¦n inexacto.
Libertad de informar
En este contexto surge el citado "libro", glosado en su editorial, como un "texto que contribuye precisamente a ampliar la informaci¨®n de los ciudadanos sobre f¨¢rmacos vendidos legalmente". El texto, para empezar, es an¨®nimo. Yo personalmente doy muy poco cr¨¦dito a las informaciones de car¨¢cter an¨®nimo. Y ello por una raz¨®n muy simple. En una sociedad moderna, abierta y culta el conocimiento cient¨ªfico (que como toda "verdad" es siempre relativa) debe ser susceptible de discusi¨®n y debate. Para ello es necesario un interlocutor con el que debatir el tema. La falta del mismo invalida este principio. El libro en cuesti¨®n contiene falsedades, omite muchas cosas y promueve el abuso de f¨¢rmacos. Pero ello ya ha sido expresado recientemente por otros m¨¦dicos en su peri¨®dico (EL PA?S, 17 de octubre).
Lo que se ha denominado la revoluci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica ha generado una cantidad tal de conocimientos que, en la actualidad, es materialmente imposible abarcarlos todos con rigor. De ah¨ª surgen las figuras de los "expertos", personas avezadas en una materia concreta. Me parece l¨®gico que la opini¨®n de un f¨ªsico o de un metere¨®logo tenga m¨¢s peso que la de cualquier otro ciudadano, a la hora de decidir si es o no urgente tratar de reducir el agujero de ozono de la atm¨®sfera, y c¨®mo debe hacerse.
Los procesos biol¨®gicos son siempre multifactoriales, y por tanto cualquier observaci¨®n est¨¢ sujeta a multitud de condicionantes. Para asegurar que un hecho es la consecuencia de un determinado factor, la ciencia moderna se vale de numerosas t¨¦cnicas de complejidad creciente. La ventaja del sistema radica en que el "m¨¦todo cient¨ªfico" no garantiza que una afirmaci¨®n sea verdadera, ¨²nicamente permite medir la "probabilidad" de que lo sea. En el campo del medicamento ha varios m¨¦todos para evaluar el beneficio y el riesgo inherentes a su uso. El "ensayo cl¨ªnico controlado" es el principal. Asegurar que un f¨¢rmaco es eficaz y razonablemente seguro en una determinada patolog¨ªa no es f¨¢cil. La variabilidad entre individuos es un hecho frecuente. Aun con un m¨¦todo riguroso, los gazapos y los errores han sido frecuentes en la historia de la farmacolog¨ªa, como en otros ¨¢mbitos. Sin el m¨¦todo cient¨ªfico la probabilidad de error es m¨¢xima y la de acierto m¨ªnima.
Tener los instrumentos necesarios para medir y analizar el agujero de ozono de la atm¨®sfera no est¨¢ al alcance de cualquier ciudadano y, por tanto, ¨¦ste no tiene m¨¢s remedio que aceptar las observaciones de los "expertos". Sin embargo, cualquier individuo es susceptible de tener una experiencia en su propia persona sobre los efectos o las propiedades de cualquier f¨¢rmaco. Pero sabemos, y ello forma parte de la naturaleza humana, que la subjetividad en la apreciaci¨®n de una determinada experiencia individual no permite que ¨¦sta sea autom¨¢ticamente generalizable. Por ello, dicha experiencia debe ser interpretada nada m¨¢s como lo que es, o sea como una opini¨®n. El se?or Senillosa, cuya pluma he admirado con frecuencia, afirma en el pr¨®logo del libro que su est¨®mago intolera la aspirina (hecho que ocurre a cientos de miles de personas), y bendice un medicamento denominado Arcali¨®n 200 (nombre comercial) que, seg¨²n ¨¦l, "le estimula sus m¨²sculos y su cerebro, le facilita su poder de concentraci¨®n y le elimina su fatiga". El preparado es un s¨ªmil de la vitamina B 1 (nombre gen¨¦rico). Por lo que conozco, no hay trabajo cient¨ªfico alguno que sustente estas supuestas propiedades de la vitamina B 1 ni de ninguno de sus derivados.
A m¨ª me estimula el agua de Seltz, y a mi vecino la naranjada y soy libre de ingerirlas si lo deseo. Dichas afirmaciones deben moverse en el campo de la opini¨®n, pero no pueden ser aceptadas como verdades cient¨ªficas y no me parecer¨ªa l¨®gico, por ejemplo, que la Administraci¨®n permitiera que, en su publicidad, se promovieran estas bebidas en base a este argumento. Lo innegable es que, a diferencia del agua de Seltz o la naranjada, cualquier f¨¢rmaco que tenga realmente actividad demostrable, es capaz de producir (en determinadas circunstancias) tanto efectos beneficiosos como efectos perjudiciales para la salud de las personas. Por tanto hay que ser muy riguroso a la hora de informar sobre los efectos de los medicamentos, y el citado texto no lo es.
Una constante en la historia de la humanidad es la aparici¨®n c¨ªclica de profetas que mantienen conocer la curaci¨®n y la soluci¨®n de los males que afligen a la humanidad. Un elemento importante, para alcanzar la felicidad en la sociedad competitiva que nos ha tocado vivir, parece ser el ¨¦xito social y profesional. Para ello es necesario competir con ventaja sobre el enemigo. As¨ª aparece el doping y sus apologetas. El libro que nos ocupa es, en mi opini¨®n, un equivalente moderno de los falsos profetas y charlatanes de la antig¨¹edad. Que una editorial pretenda hacer su agosto con un panfleto que se intuye muy lucrativo me parece l¨®gico, desde una perspectiva comercial. Lo preocupante es que lo haga con el apoyo impl¨ªcito de un peri¨®dico tan prestigioso y con tanto peso sobre la opini¨®n p¨²blica como el suyo. Creo que esa vez se han equivocado.
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