Por un volterianismo posmoderno
No s¨¦ si a la eclosi¨®n de nuevas actitudes fide¨ªstas, a todo este resurgir de credulidades sat¨¢nicas, b¨²squeda de arropos sectarios y eclesiales, curiosidad por todo lo num¨¦rico y paranormal; esta revalorizaci¨®n, en definitiva, de todo lo religioso y pararreligioso que caracteriza la d¨¦cada que- estamos concluyendo, puede llam¨¢rsele "reencantamiento del mundo", como el profesor Aranguren propon¨ªa hace pocos d¨ªas en estas mismas p¨¢ginas.Tal vez la reacci¨®n frente al desencantamiento weberiano del mundo, que parece haber tocado fondo cuando el sexo desritualizado (l¨¦ase promiscuo) llega a convertirse en algo peligroso, pueda rastrearse en todos estos comportamientos neorritualistas- (vuelta al amor cort¨¦s y al cortejo tradicional), neoformalistas (revalorizaci¨®n de los usos, modales y formas de vestir convencionales) y neofide¨ªstas (desde la devoci¨®n orientalista hasta la inera declaraci¨®n de respeto por la religi¨®n por parte de antiguos secularistas ) que han venido a caracterizar los ochenta.
Hay, sin embargo, algo desesperado en todos estos intentos de vuelta atr¨¢s, de retorno a una situaci¨®n normalizada, estable y cargada de sentido que tan frontalmente contradice la experiencia de un mundo ca¨®tico, en continua expansi¨®n y en el que la reducci¨®n de todos los valores a un continuo de signos intercambiables se impone a cualqu¨ªer intento de jerarqu¨ªa que no est¨¦ basado en la fuerza bruta o el poder econ¨®mico.
Spengler, que comparaba una situaci¨®n parecida a la presente con la ¨¦poca helen¨ªstica, el siglo III III antes de Cristo en China, y el imperio Maurya en la India, conclu¨ªa su enumeraci¨®n de cultos mist¨¦ricos, retornos teos¨®ficos y esnobismos religiosos de todo tipo surgidos en las ¨¦pocas de aced¨ªa materialista de la humanidad con estas palabras: "Siempre el juego de los mitos en que nadie cree, y el gusto de ciertos cultos con que se pretende llenar el vac¨ªo interior. La creencia verdadera sigie siendo la creencia en los ¨¢tomos y los n¨²meros, pero esta creencia necesita el abracadabra culto para ser tolerable a la larga".
Se trata, en todo caso, de
una complementaci¨®n al parecer inevitable y c¨ªclica en las sociedades hist¨®ricas: a ¨¦pocas de gran libertad moral (o relajamiento, si se quiere) y laxos v¨ªnculos sociales suceden otras en las que el cuerpo social en su conjunto parece querer recomponer sus miembros demasiado flojos y reforzarlos mediante una disciplina moral y un sentido de la jerarqu¨ªa a?orados s¨®lo por los reaccionarios en la ¨¦poca anterior. Aunque, posiblemente, en ninguna etapa precedente de la humanidad, la vuelta a lo convencional, lo jer¨¢rquico y lo trascendente resultara tan cargada de c¨ªnico desespero como en la presente: tal vez porque la trituraci¨®n de toda anterior jerarqu¨ªa axiol¨®gica haya ido m¨¢s all¨¢ de lo nunca imaginado, en esta sociedad posindustrial donde todo valor de conocimiento resulta por igual reducible a unidades m¨ªnimas de informaci¨®n, archivables, transmisibles, recombinables.Reencantamiento, pues, si se quiere, pero no como quien lanza un sortilegio en un contexto social en el que sus frutos est¨¢n aceptados de antemano y resultan eficaces previamente a su efectuaci¨®n (es el brujo el que puede fallar, nunca el poder de los esp¨ªritus a los que invoca), sino como quien prueba f¨®rmulas supuestamente eficaces para ver cu¨¢l de ellas resulta m¨¢s tranquilizante o m¨¢s operativa: ?se es el misterio de las continuas conversiones y nuevos nacimientos tan t¨ªpicos de los nuestros actuales sectarios y buscad¨®res de Dios. Bastante similar, por otro lado, a aquel continuo indagar religioso por trial & error de los primeros siglos de nuestra era, que llevaba a los m¨¢s inquietos a pasar del culto de Isis al de Mitra, del dualismo maniqueo a los furores de la gran diosa siria, para acabar no pocas veces en el cristianismo, que para fortuna de ellos era el horizonte insuperable de la ¨¦poca, misi¨®n que en la nuestra cumpli¨® un d¨ªa el marxismo, liara acabar donde ha acabado.
El problema, en semejante contexto, se plantea para los que Voltaire -en una ¨¦poca favorablemente irreligiosa- llamaba los "esp¨ªritus fuertes", aquellos que no necesitan el arropo de la religi¨®n organizada liara sentir que su vida tiene alg¨²n sentido. Para estos tales (entre quienes me atrever¨ªa a situar a los ateos militantes, contra el propio Voltaire, que los consideraba peligrosos fan¨¢ticos en potencia), el actual resurgir de todo tipo de fes los coloca en una situaci¨®n inc¨®moda: por un lado, la autonom¨ªa que les da la raz¨®n no les hace precisa la lucha contra un esp¨ªritu de superstici¨®n que hist¨®ricamente parece imponerse como la mejor forma de humanizar a la mayor parte de nuestra especie; por otro, el abuso de determinados predicadores fide¨ªstas que, vali¨¦ndose de la actual batida en retirada del laicismo, intentan confundir la creencia m¨¢s o menos ilustrada con el pensamiento cr¨ªtico no les permite guardar silencio.
Y hay que decir que, mucho m¨¢s que frente a los fan¨¢ticos vestidos con todo tipo de h¨¢bitos aseguradores o los inofensivos sectarios que repiten incansablemente mantas o venden estampitas, resulta dificil callarse ante quienes sostienen, por un lado, que "el Papa es un dictador sonriente" y siguen prest¨¢ndole adhesi¨®n, aunque sea cr¨ªtica, o ante obispos de zonas deprimidas que exigen democracia sin renunciar a una marca carism¨¢tica que los distingue trascendentalmente de su reba?o, o ante esos te¨®logos que tratan a los dicasterios romanos de "sistema rigurosamente totalitario" sin sentirse obligados a formar Iglesia aparte.
Las consecuencias de este tipo de planteamientos no son puramente intraeclesiales, sino que afectan a la idea misma de una convivencia laica en la que los necesitados de apoyo religioso y los que se apoyan en la sola luz de la raz¨®n pueden convivir tolerantemente.
No es s¨®lo que algunos te¨®logos prestigiosos, como hace K¨¹ng en su ¨²ltimo libro, Teolog¨ªa para la posmodernidad, intenten presentar el racionalismo cr¨ªtico como "en ¨²ltima instancia tambi¨¦n irracional" para mejor poder vender el fide¨ªsmo como una opci¨®n cient¨ªficamente aceptable bajo el nombre de teolog¨ªa ecum¨¦nica cr¨ªtica. Es tambi¨¦n que ideas aparentemente tan inocuas como las de reivindicar una inveros¨ªmil Iglesia democr¨¢tica militan a favor de una confusi¨®n entre democracia civil y comunidad carism¨¢tica que, si desde el punto de vista del apoyo de los media favorece a opciones religiosas como la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, perjudican claramente a las sectas llamadas totalitarias, aureoladas de una fama tan sat¨¢nica como de martirial fama en defensa de la libertad de conciencia aparecen nimbados los te¨®logos cr¨ªticos.
La respetabilidad te¨®ricopol¨ªtica adquirida por la religi¨®n en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, gracias b¨¢sicamente al Vaticano II y al redescubrimiento contracultural de la religi¨®n como t¨¦cnica de integraci¨®n psicol¨®gica, hace que resulte dificil hoy hablar de ella peyorativamente. Pero cr¨ªtica no significa difamaci¨®n. El mismo K¨¹ng lo advierte desde la orilla religiosa: "No un enfrentamiento hostil, y tampoco una coexistencia iren¨ªstica, sino una colaboraci¨®n dial¨®gico-cr¨ªtica".
No se trata de volver al voltenanismo comecuras de d¨¦cadas atr¨¢s, fruto l¨®gico de una Iglesia prepotente y una religi¨®n oscurantista, pero tampoco se trata de claudicar de la cr¨ªtica religi¨®n que en otro tiempo ayud¨® a gestar la racionalidad moderna.
En menos de una d¨¦cada, los laicistas de este pa¨ªs han pasado de un agnosticismo nial fundado, o un simple indiferentismo religioso, a un indiferentismo ateo que se justifica con una tolerancia posmoderna tan poco ilustrada como cr¨ªticamente haragana. Tal vez vaya siendo hora de averiguar si se puede ser a la vez aficionado a de la teolog¨ªa y debelador de las inconsecuencias teol¨®gicas, admirador de los fastos y las devociones religiosas y buen conocedor a un tiempo del trasfondo en el que arraiga la creencia; en una palabra, volteriano y posmoderno sin contradicci¨®n.
es antrop¨®logo y escritor.
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