El yugo de HB

SEGURAMENTE TIENE raz¨®n el presidente de la comunidad navarra, Gabriel Urralburu, cuando afirma que "hay que ayudar a Herri Batasuna a liberarse del yugo de ETA". En ese sentido, la eventual participaci¨®n de sus cuatro diputados y tres senadores en el Parlamento podr¨ªa servir para afianzar las posiciones de quienes, en el interior de ese universo tan cerrado, se preguntan si no habr¨¢ llegado el momento de recoger el toldo y abrir las ventanas. Poner pegas a esa presencia a causa de la f¨®rmula empleada en el acto de acatamiento de la Constituci¨®n no parece una actitud inteligente. Sin embargo, en poco se ayudar¨ªa a esos sectores, si de verdad existen, fingiendo ignorar la realidad. Y la realidad es que el margen de autonom¨ªa de HB respecto a ETA es, hoy por hoy, m¨ªnimo.Hubo un tiempo en que HB fue un colectivo que, adem¨¢s de negarse a condenar los atentados de ETA, defend¨ªa determinadas posiciones pol¨ªticas. Desde hace a?os, sin embargo, su ¨²nico programa, su exclusiva estrategia, su sola actividad consiste en servir de altavoz a la autoridad militar competente: justificar los cr¨ªmenes con el argumento de que Euskadi est¨¢ en guerra, reclamar la negociaci¨®n en los t¨¦rminos planteados por ETA, dar cobertura ideol¨®gica a barbaridades como las amenazas contra los t¨¦cnicos de la autopista. Sin ETA y su capacidad de amedrentamiento, los dirigentes de HB apenas merecer¨ªan la atenci¨®n de unos cuantos incondicionales, y su presencia o no en las Cortes despertar¨ªa tanto inter¨¦s como la de Ruiz-Mateos en Estrasburgo. Todo el mundo sabe que esto es as¨ª, incluidos los interesados. Por ello, dificilmente se atrever¨¢n a adoptar cualquier iniciativa que pueda molestar a los del amonal. Por ejemplo, aceptar defender sus ideas, en igualdad de condiciones con los dem¨¢s representantes de la voluntad popular, en los foros democr¨¢ticos.

Lo m¨¢s probable sigue siendo entonces que la eventual presencia de esos parlamentarios en la carrera de San Jer¨®nimo aspire ¨²nicamente a garantizar para HB y ETA una cuota de publicidad gratuita similar a la que obtuvieron en su d¨ªa llevando al activista Juan Carlos Yoldi al Parlamento vasco. El escepticismo est¨¢, por ello, m¨¢s que justificado. Pero tambi¨¦n es cierto que la pr¨¢ctica de la democracia, aunque sea con intenciones dudosas, acaba creando h¨¢bito. Y desde esa perspectiva, tal vez sea imprescindible pagar el precio de esa publicidad si a cambio se favorece la comprensi¨®n por parte de los dirigentes de HB de la siguiente realidad: que la pretensi¨®n de que 346 diputados se plieguen a las exigencias de cuatro de sus colegas es tan absurda como que millones de ciudadanos tengan que renunciar a sus propias ideas para que una minor¨ªa de activistas desista de seguir matando.