La cuesti¨®n alemana
Durante 40 a?os se consider¨® abierta la cuesti¨®n alemana, aunque en realidad no lo estaba. Adenauer, pero tambi¨¦n su gran, adversario del Partido Socialdem¨®crata Alem¨¢n (SPD), Kurt Schumacher, dieron a la libertad prioridad absoluta sobre la unidad, entre otras cosas porque pod¨ªan imaginar que otra alternativa compromet¨ªa la libertad sin lograr la unidad.La cuesti¨®n alemana estaba cerrada porque Europa estaba cerrada y bloqueada. La consigna se llamaba bipolaridad, la realidad estaba determinada por dos poderosos bloques que se rozaban en Alemania. Los dos Estados alemanes, baluartes y columnas al mismo tiempo de sus respectivas alianzas, eran demasiado importantes desde un punto de vista estrat¨¦gico como para abandonarlos a s¨ª mismos, y menos a¨²n a la superperpotencia contraria. Despu¨¦s de todo, la reunificaci¨®n s¨®lo, pod¨ªa sigficar dos cosas: anexi¨®n de la alemania unida a uno de los dos bloques o neutralizaci¨®n y desmilitarizaci¨®n (dos alternativas aparentes). Ni Washington ni Mosc¨² pod¨ªan aceptar que el otro uniese a todos los alemanes bajo su bandera, y la era para Adenauer (con raz¨®n) lo que fue para Bismarck el cauchernar de coalitions. una pesadilla (una perpetuaci¨®n de Postdam, del "entendimienteo [de las potencias vencedoras] sobre nuestras espaldas y "a costa de Alemania"). su conclusi¨®n: "Alemania no debe caer entre las ruedas de molino, si no estar¨¢ perdida".
Pero ahora, despu¨¦s de 40 a?os, vuelve a surgir la cuesti¨®n alemana. sin que nadie lo hubiese planeado o previsto. Y no han sido los pol¨ªticos profesionales, sino los ciudadanos, quienes han alterado el orden del d¨ªa. en la RDA, en Polonia y en Hungr¨ªa. Para laos ciudadanos s¨®lo se habia previssto -desde Brandt hasta Kohl- un papel secundario en el gui¨®n de la Ostpolitik cl¨¢sica de Bonn. Hab¨ªa que ensayar la armon¨ªa con los reg¨ªmenes, con los Honecker, Gomulka y Kadar, para que, con la sensaci¨®n de una estabilidad sancionada por Occidente, pudiesen aflojillar (cautamente) las riendas a sus s¨²bditos. Pero ahora resulta que los s¨²bditos abandonan a los beril neses del Este, y los que quedan exigen, sin dejarse intimidar, "democracia, ya".
M¨¢s a¨²n, a los sovi¨¦ticos, los soberanos en ¨²ltima instancia, no parece molestarles el cambio revolucionaro que se est¨¢ produciendo en su imperio. La doctrina Breznev, que somete la soberan¨ªa a la unidad del socialismo, acaba de ser eliminada por el ministro de Asuntos Exteriores, Shevardnadze, al conceder a los europeos del Este "absoluta libertad de decisi¨®n". En la televisi¨®n norteamericana, su portavoz, Guenadi Guerasimov, siempre dispuesto a hacer alg¨²n chistecillo, onfreci¨® a cambio la doctr¨ªna Sinatra, refiri¨¦ndose a la famosa canci¨®n I did it my way. "Eso quiere decir", a?adi¨®, "que cada pa¨ªs siga su propio camino".
Entre la desimperializaci¨®n de la pol¨ªtica exterior sovi¨¦tica y la protesta aparentemente imparable de la poblaci¨®n de la RDA, resulta dif¨ªcil defender el realsocialismo prusiano entre el Elba y el Oder. Eso lo ha tenido que suirir Erich Honecker en su propia carne; eso lo aprende elprincipe heredero Krenz a diario. Una rectificaci¨®n de los frentes sucede a la otra, y no se vislumbra todav¨ªa el final de la retirada. ?Por qu¨¦ ha surgido la cuesti¨®n alemana con tanta vehemencia precisamente donde hasta ahora nadie hubiese esperado la explosi¨®n, en la RDA, el lugar m¨¢s g¨¦lido de la guerra fr¨ªa? Si se esfumase el socialismo de la seminaci¨®n, ?qu¨¦ legitimaci¨®n tendr¨ªa todav¨ªa un segundo Estado alem¨¢n? Si desapareciesen la hoz y el martillo de la bandera nacional, s¨®lo quedar¨ªan los colores negro, rojo y oro. El muro y el alambre de espino tendr¨ªan que caer, los alemanes volver¨ªan a unirse tan inevitablemente como corre el agua por el cauce del rio.
?Pero qu¨¦ opinari los dem¨¢s? No hay quic olvidar que ia cuesti¨®n alemana no ha pertenecido nunca de manera exclusiva a los alemanes: el orden de la posguerra no pretend¨ªa s¨®lo la contenci¨®n de los sovi¨¦ticos, sino tambi¨¦n el encauzamiento de los alemanes, lo que es una per¨ªfrasis m¨¢s elegante de un equilibrio de fuerzas en Alemania y alrededor de Alemania, que no deb¨ªa dar a los alemanes motivo ni oportunidad de volver a desplegar su dinamismo con tanta violencia como en las dos guerras mundiales. ?Reunificaci¨®n? Mosc¨² guarda un silencio elocuente, y Par¨ªs y Washington se cuidar¨¢n mucho de decir no. El presidente Bush pronunci¨® el martes incluso un s¨ª cuidadosamente sopesado: ¨¦l "no compart¨ªa la preocupaci¨®n de otros pa¨ªses por una Aleman¨ªa reunificada".
Pero tampoco hab¨ªa que urgir ni aprem¨ªar, anadi¨®. "Necesitamos tiempo [y] prudencia", y los alemanes deber¨ªan llegar antes a un entendimiento con los brit¨¢nicos y los franceses. Prudencia y entendimi,ento no son una mala propuesta en tiempos turbulentos e imprevisibles. Tampoco se trata de que una Alemania unificada se convirtiese en la potencia econ¨®mica y militar m¨¢s fuerte de Europa; eso ya lo es hoy la Rep¨²blica Federal de Alemania (si dejamos aparte la cuesti¨®n at¨®mica).
El problema reside en otro lugar: las condiciones marco de la cuesti¨®n alemana siguen siendo, en sus aspectos fundamentales, y a pesar de todos los progresos espectaculares, las mismas de 1949.
La reunificaci¨®n a trav¨¦s de la incorporaci¨®n a Occidente es algo que no aceptar¨¢ ni el gobernante m¨¢s liberal de Mosc¨²; cualquier otra soluci¨®n pondr¨ªa en peligro los valiosos v¨ªnculos con Occidente, desde la Comunidad Europea hasta la Organizac¨ªon del.Tratado del Atl¨¢ntico Norte (OTAN).
Tampoco ha desaparecido el viejo conflicto de valores entre libertad y unidad; s¨®lo que hoy se trata en primer lugar de la libertad de los alemanes orientales. Esto es tambi¨¦n el principal anhelo de la pol¨ªtica alemana cl¨¢sica: postergar la autodeterminaci¨®n exterior de Alemania entera.para aumentar la libertad interior de la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Alemania.
Austria tiene un orden de libertad y una frontera indolora con el vecino alem¨¢n, precisa mente porque acept¨® la limita ci¨®n de su derecho de autodeterminaci¨®n. ?O acaso ya est¨¢ el orden de la posguerra tan soca vado que nadie ser¨ªa capaz de oponerse a 77 millones de alemanes.
Apostar por ello no responder¨ªa a la necesidad de prudencia, sobre todo porque la s¨²bita combinaci¨®n de libertad y unidad podr¨ªa bloquear precisamente esos vertiginosos procesos de distensi¨®n que perforan por primera vez desde 1949 la coraz¨¢ de hielo que rodea Alemania.
?Es imaginable que ma?ana Gorbachov o su sucesor contemplen tranquilamente c¨®mo se separa de los c¨¢lculos militares de Mosc¨² la RDA, el baluarte estrat¨¦gico sovi¨¦tico? El ministro de Asuntos Exteriores de la RFA, Genscher, tiene raz¨®n cuando dice que el acercamiento en Europa "significa tambi¨¦n un acercamiento entre los alemanes. Este proceso debe encauzarse en el desarrollo europeo".
Tampoco este principio es nuevo, sino la base de cualquier pol¨ªtica alemana sensata. S¨®lo cuando Europa est¨¦ unida -cuando la estabilidad militar y el equilibrio hayan quedado definitivamente relegados a un segundo plano- se situar¨¢ la cuesti¨®n nacional en el coraz¨®n de Europa bajo una nueva luz. El camino que conduce a la Eurolpa unida dista todav¨ªa mucho de tener la suficiente firmeza para soportar ya ma?ana el peso de la Alemania reunificada.
Traducci¨®n: Anton Dieterich.
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