La mujer de la tierra de las minas
Pasado Somorrostro, junto al camino que lleva al moj¨®n fronterizo de Vizcaya con Cantabria, hay algunos edificios de antigua traza y m¨ªsera pobreza que serv¨ªan de albergue a familias de mineros. En uno de ellos naci¨® Dolores Ib¨¢rruri. El monte de Triano, que ya los romanos conoc¨ªan y explotaban, estaba en los-a?os finales del siglo XIX a pleno rendimiento de campanil y carbonato. El contorno entero de las minas de hierro era un hormiguero de picadores, barrenadores, galgueros y dinamiteros. Los accidentes de trabajo eran cotidianos por la falta de protecci¨®n en las voladuras y en el transporte del mineral. La inmigraci¨®n masiva de la mano de obra de Castilla y de Galicia acud¨ªa a los mercados laborales en condiciones de total desprotecci¨®n.Mi padre fue director del hospital minero, y por su consulta y quir¨®fano pasaron miles de estos obreros con heridas graves, en ocasiones irremediables. Yo le ,o¨ª hablar de los soldados carlistas que, desmovilizados tras el final de la guerra civil en 1886, buscaban en las duras tareas del tajo minero un jornal m¨ªnimo con el que sostener a la familia.
De ese ambiente brot¨® la primera gran huelga socialista de Espa?a, la elecci¨®n de los concejales de ese signo en Gallarta y los m¨ªtines al aire libre en los que Facundo Perezagua, con su silueta de ap¨®stol barbudo, predicaba el marxismo de la Internacional. La escisi¨®n vino a comienzos de los a?os veinte, y el partido comunista, uno de cuyos l¨ªderes fue un oficial del Ej¨¦rcito, ¨®scar P¨¦rez Sol¨ªs, arrastr¨® a una parte importante del socialismo minero a sus filas y estructuras. En ese clima se form¨® Dolores Ib¨¢rruri.
Yo la recuerdo perfectamente en los m¨ªtines de los a?os republicanos. Era una mujer de hermosa planta; pelo oscuro pegado a las mejillas, con ojos vivaces y brillantes y una voz comunicativa que llegaba al ¨²ltimo auditor. Era desgarrada y violenta en sus ap¨®strofes, pero -cosa curiosa- ten¨ªa al mismo tiempo una traza de gran se?ora vascongada que no consegu¨ªa disimular.
Era conocida la broma que se gastaba a una dama del establishment bilba¨ªno a prop¨®sito de su fuerte parecido con la l¨ªder del comunismo femenino.
La perd¨ª de vista en sus a?os de exilio y la salud¨¦ en las Cortes despu¨¦s de la transici¨®n, para recordarle la amistad de los suyos con mi padre, lo que aunque entonces era una ni?a hab¨ªa escuchado en m¨¢s de una ocasi¨®n en su hogar.
Otros sabr¨¢n hacer una completa biografia del personaje hist¨®rico y de su importante papel en el desarrollo y en las actitudes del Partido Comunista Espa?ol durante y despu¨¦s de la guerra civil. Yo prefiero evocar en este breve apunte la estampa de una mujer de mi tierra, nacida en un ¨¢mbito de pobreza extrema, educada en la fe religiosa, de una gran capacidad intelectual y de enorme y contagiosa habilidad para dirigirse a las masas sin perder en su apasionada vibraci¨®n un trasfondo femenino de mujer vasca.
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