La muerte de Sciascia conmueve a Italia como la de Pasolini o Italo Calvino
Hoy ser¨¢ enterrado el escritor en Racalmuto
No era f¨¢cil ayer comprar los peri¨®dicos italianos en Palermo, pues se agotaban no mucho despu¨¦s de llegar a los quioscos. Como los telediarios de las muchas cadenas de televisi¨®n, todos informaban en primera p¨¢gina de la muerte de Leonardo Sciascia, ocurrida el lunes por la ma?ana, y pr¨¢cticamente todos coincid¨ªan en subrayar su b¨¢sica honradez, su incapacidad para el pacto y el arreglo, su coraje. Nunca tanto le fue reconocido en vida. En el primer juicio global a su obra, con ¨¦l insepulto, la sociedad italiana parece calibrar m¨¢s su actitud hacia la literatura y la vida que su obra en s¨ª misma, por m¨¢s que ambas resulten inseparables. Sciascia ser¨¢ enterrado en Racalmuto este mediod¨ªa, en lo que ¨¦l quiso que sea "el funeral m¨¢s sencillo posible".
Alguien ha dicho que la muerte de Sciascia va a estremecer a la sociedad italiana con la misma fuerza que ocurri¨® con la de Pasolini, hace 14 a?os, o la de Italo Calvino, junto a Alberto Moravia y el propio Sciascia, el tercer indiscutible de las letras italianas. Y as¨ª debe de ser desde el momento en que los m¨¢s importantes pol¨ªticos opinan sobre Sciascia y su obra con letras igual de gordas que escritores y cineastas (las obras m¨¢s representativas del siciliano fueron llevadas al cine).As¨ª, Marco Panella, secretario del Partido Radical Italiano, viaj¨® ayer a Palermo para presentar su p¨¦same a la familia, y con la intenci¨®n de no acudir a los funerales de hoy: "Ah¨ª estar¨¢n las televisiones, los diarios, los poderosos, todos sus enemigos y falsos amigos que cuando estaba vivo intentaron herirle, ofenderle... creo que muchos lo consiguieron".
Giulio Andreotti, presidente del Consejo de Ministros y destacado dirigente de la Democracia Cristiana que tan a menudo critic¨® Sciascia -como a los dem¨¢s, por otra parte-, declar¨®: "Sciascia fue uno de los hombres m¨¢s libres que he conocido y, como total, inc¨®modo para los amigos y temido de quienes s¨®lo aman los acomodos".
Un t¨ªmido
Lo cierto es que cuanto m¨¢s se habla de ¨¦l, con m¨¢s nitidez aparecen las aparentes contradicciones de este hombrecillo breve y t¨ªmido, siempre agarrado a un cigarrillo, de quien hoy nadie discute el valor y cuyas propuestas trascend¨ªan las fronteras de la pen¨ªnsula -alguien ha dicho que Sicilia es la piedra en la que tropieza la bota- y remov¨ªa la muy agitada y por tanto casi indiferente vida p¨²blica italiana. A¨²n hoy su obra se caracteriza por plantear m¨¢s enigmas que respuestas. De pocas obras de artistas de su edad se puede decir lo mismo.Con un sentido de la camarader¨ªa que tampoco abunda en el con frecuencia feroz mundo de las letras italiano, Moravia lo explicaba muy bien: "Sciascia proced¨ªa con el m¨¦todo opuesto a los de sus queridos iluministas: ¨¦stos andaban del misterio a la verdad y la raz¨®n; en cambio, Sciascia anduvo de la verdad y la racionalidad al misterio". De ah¨ª la frecuencia con que en su obra aparece la figura del indagador, que se inclina sobre un misterio que a menudo no resuelve, pues no encuentra el culpable; es m¨¢s, no est¨¢ claro que exista el culpable, es incluso posible que lo seamos todos. As¨ª sucede con Todo modo, un libro casi metaf¨ªsico a fuerza de complejo, que adelant¨® el drama y misterio de la muerte de Aldo Moro. Seg¨²n dijo a este diario hace casi un a?o, El caso Moro era el libro que prefer¨ªa de los suyos, junto con La desaparici¨®n de Mayorana.
En aquella ocasi¨®n, una entrevista a lo largo de un fin de semana con motivo de la edici¨®n italiana de El caballero y la muerte, que ahora aparece en Espa?a, el tema que volvi¨® m¨¢s veces fue precisamente el de la muerte, y no s¨®lo porque se tratase de un siciliano: entre los t¨®picos que constituyen lo siciliano figura el inter¨¦s y fascinaci¨®n por la muerte. Fue entonces cuando dijo que no le tem¨ªa a la muerte, sino a ser enterrado vivo, motivo de la tardanza de su entierro, y cuando cit¨® a Montaigne: "Vivir es prepararse a bien morir". Tambi¨¦n dijo sentir cierta curiosidad intelectual por ella, la muerte, y la "ilusi¨®n de que se trate de un puerto de paz". Este hombre reservado, que rogaba a sus amigos no facilitasen su n¨²mero de tel¨¦fono personal y que por pura urbanidad no llevaba su discreci¨®n a negar entrevistas a quienes se desplazaban hasta la isla, tuvo la suerte de morir entero, l¨²cido y rodeado de su familia y sus amigos, seg¨²n ha ido trascendiendo.
Tuvo tambi¨¦n la suerte Sciascia de ver con nitidez c¨®mo se le acercaba el fin, y no se asust¨®, sino que, al decir de sus amigos, mantuvo esa famosa sonrisa triste, sin un gramo de codicia por lo que dejaba atr¨¢s. S¨®lo pidi¨®, hace unos d¨ªas, que le llevaran a la calle a ver esa ciudad, Palermo, corro¨ªda por la especulaci¨®n inmobiliaria y tambaleante por las tensiones de Sicilia, en la que volc¨® en vida tanta paciencia. Perros polic¨ªa olfatean estos d¨ªas a todos los viajeros que llegan a la isla en busca de droga, y si es pera lo suficiente no es dificil ver alg¨²n aullante coche de la polic¨ªa corriendo contra el tr¨¢fico y to mando las curvas en dos ruedas.
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