Nicolae, el 'gran hermano' de Ruman¨ªa
El 14? Congreso del partido comunista, una puesta en escena al servicio de Ceaucescu
Las calles de Bucarest est¨¢n limpias de mendigos estos d¨ªas. En su lugar han puesto una colecci¨®n de agentes, altos y bajos, visibles e invisibles, que simulan entretenerse mirando escaparates, esperando luz verde en el sem¨¢foro para nunca cruzar o aguardando a alg¨²n colega inexistente. Se dice tambi¨¦n que han abierto nuevas tiendas de comida esta semana. Todo forma parte de la puesta en escena del gran espect¨¢culo que empez¨® el lunes: el 142 Congreso del Partido Comunista Rumano, el de las grandes victorias del socialismo.
En el interior del palacio del Congreso, como acomodadores de un cine surrealista, los anfitriones de la Prensa van de ac¨¢ para all¨¢ intercalando a periodistas con agentes. En todas las filas, en palcos y butacas, los mismos agentes se convierten en apuntadores: en el momento preciso, cuando Ceaucescu alza la voz en tono apasionado para acabar cualquier p¨¢rrafo de su discurso de inauguraci¨®n, ellos aseguran que todo el mundo aplauda."Ceau-ces-cu re-elec-ci¨®n, Ceau-ces-cu re-elec-ci¨®n", gritan todos, en pie, al ritmo de unos aplausos sin fervor ni pasi¨®n. Unos golpes de mano contra mano, m¨¢s que aplausos, perfectamente r¨ªtmicos y al un¨ªsono.Tan perfectos que son imposibles. Y es que un play back no muy bien disimulado ruge en las tripas del sal¨®n. La mayor¨ªa de los delegados ni siquiera abre la boca durante la aclamaci¨®n. Los altavoces delatan un sonido pregrabado que se corta, como una radio al apagarse, cuando Ceaucescu hace la debida se?al. Y la escena se repite 120 veces en la misma ma?ana.
Falsa fiesta
Pero lo m¨¢s curioso en esta sala no es el espect¨¢culo. Lo tremendo es ver a diplom¨¢ticos y delegados extranjeros -entre ellos, la enviada del Partido Comunista de Espa?a (PCE), Marisa Bergaz- levantarse a aclamar al l¨ªder al mismo tiempo que los comunistas rumanos, y titubear entre aplaudir, no gritar, gritar o no aplaudir. Pero la presi¨®n del fervor en radiocasete es tan grande, tan en¨¦rgicos los gritos de los agentes apuntadores, que casi todos los extranjeros participan de esta falsa fiesta que es el culto al conducator. Falsa porque pasan las horas y muchos de esos hombres con el escudo del partido en la solapa, ya cansados, dormitan hasta la pr¨®xima se?al. Hasta el hijo de Nicolae y de Elena, el joven Nicu, jefe del partido en Sibiu, aplaude desganado y sin gritar a su ilustre pap¨¢.
Y falso porque cada peri¨®dico, cada cartel, cada estandarte en la calle y la televisi¨®n. repiten las mismas palabras: "Ceaucescu, comunismo, reelecci¨®n". Los propios trabajadores de la Prensa oficial rumana (la ¨²nica existente) reconocen que no se cuenta nada de lo que pasa en el muro de Berl¨ªn, en las calles de Sofia o de Praga.
?Qu¨¦ delegaciones extranjeras vienen al congreso? "No se sabe bien. Algunas parece que vienen y otras parece que no vienen, pero no se sabe muy bien", contesta un portavoz rumano. ?Por qu¨¦ nos quitaron todos los papeles en el aeropuerto? "Ah, qui¨¦n sabe, hay funcionarios de aduanas que no hacen bien su labor, es muy dificil saber", responde otro portavoz con una sonrisa de oreja a oreja.
Ceaucescu se ha armado de un potent¨ªsimo aparato de propaganda que protege el Estado policial que ha organizado. Al finalizar la primera sesi¨®n del congreso, el pasado lunes, el informativo Telejurnal de la televisi¨®n rumana despleg¨® todos sus medios para mostrar al l¨ªder engrandecido por las aclamaciones.
[Los pa¨ªses miembros de la CE han hecho una declaraci¨®n por la cual justifican su no presencia en el congreso comunista rumano, informa la Oficina de Informaci¨®n Diplom¨¢tica (OID). Los Gobiernos de los doce deploran la situaci¨®n de los derechos humanos en Ruman¨ªa y la negativa de Bucarest a aplicar los aucerdos internacionales].
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