La nueva batalla de Alemania
Con la apertura del muro de Berl¨ªn se inicia, ciertamente, una nueva fase en la vertiginosa evoluci¨®n de los pa¨ªses del bloque del Este y en el conjunto de la pol¨ªtica europea y mundial. Si hasta ahora se discut¨ªa sobre la posibilidad o la conveniencia de intervenir en el proceso desde esta parte de Europa, a partir de ahora todos estamos obligados a implicarnos directamente, porque lo que se sit¨²a en primer plano es el problema de la reunificaci¨®n de Alemania y las consecuencias pol¨ªticas que esto puede tener para todo el continente.Desde el fin de la II Guerra Mundial, la pol¨ªtica europea ha estado condicionada por la divisi¨®n en dos bloques cerrados y antag¨®nicos y por el equilibrio militar entre ambos. La divisi¨®n de Alemania ha sido un elemento clave de esta situaci¨®n, pues nadie puede olvidar que de Alemania surgieron las dos terribles guerras mundiales que ha conocido el siglo XX. Por eso la posible reunificaci¨®n de la dos Alemanias no es s¨®lo ni principalmente un asunto estrictamente alem¨¢n. En realidad, la reunificaci¨®n alemana es imposible sin la desaparici¨®n de los bloques actuales. Pero una cuesti¨®n lleva a la otra. Ninguno de los dos bloques puede aceptar hoy por hoy una reunificaci¨®n de Alemania que acabe incluyendo en el otro bloque a uno de sus actuales miembros. Pero tambi¨¦n es cierto que una reunicaci¨®n hecha de com¨²n acuerdo entre todos los componentes de ambos bloques, con formas intermedias de tipo confederal, puede acabar creando en el centro de Europa una aut¨¦ntica zona neutral que rompa la l¨®gica de los bloques y precipite su desaparici¨®n paralela.
Naturalmente, en el desarrollo de este proceso no s¨®lo intervienen factores de estrategia bipolar. Hay factores, de otro tipo tanto o m¨¢s decisivos. Uno de ellos es, por ejemplo, las posibles consecuencias econ¨®micas y pol¨ªticas de la reunificaci¨®n en una Europa que ya no va a ser la de los ¨²ltimos decenios. Se trata de saber, en definitiva, si en el momento en que el bloque del Este cambia de, manera tumultuosa y en orden disperso y en que la potencia aglutinadora del mismo, la URSS, pierde fuerza, es conveniente o no que en el centro mismo del continente se consolide una gran potencia econ¨®mica, como ser¨ªa la Alemania unificada, con una gran capacidad de expansi¨®n hacia el Este y con una fuerte tendencia a imponer su hegemon¨ªa en una zona que tiene todav¨ªa muchos problemas ¨¦tnicos abiertos, que est¨¢ en un dificil¨ªsimo tr¨¢nsito hacia otros modelos pol¨ªticos y econ¨®micos y donde todav¨ªa se discuten problemas de fronteras. Basta recordar la alarma que han sembrado en Polonia y otros pa¨ªses de la zona las afirmaciones del propio canciller de la RFA, Helmut Kohl, poco antes de emprender su visita a Varsovia, cuando dijo que por el momento su pa¨ªs no pone en cuesti¨®n las fronteras actuales, pero que una Alemania reunificada s¨ª que podr¨ªa exigir su revisi¨®n.
Por otro lado, en los pa¨ªses de la Comunidad Europea se empieza a temer que el posible expansionismo alem¨¢n hacia el Este modifique los equilibrios y las perspectivas de futuro del propio Mercado Com¨²n, pues al capital alem¨¢n puede interesarle m¨¢s ser el primero en conquistar el mercado del Este que contribuir a nivelar las distancias entre los pa¨ªses m¨¢s ricos y los menos ricos de la CE.
?sta es una cara del problema. La otra es la repercusi¨®n que los cambios en Alemania, a?adidos a los que ya est¨¢n en curso en Polonia, Hungr¨ªa y la URSS, van a tener en la lucha por la hegemon¨ªa pol¨ªtica en la nueva Europa que se est¨¢ configurando. Se trata de saber, en definitiva, si los cambios en la Europa del Este, una vez descartada la posibilidad de que den lugar a un nuevo tipo de comunismo, van a reforzar a una izquierda diversa y multiforme en torno al eje principal de la socialdemocracia o si van a reforzar a una derecha que puede ser incluso m¨¢s dura que la que conocemos actualmente.
Si el bloque del Este est¨¢ cambiando de manera desigual y en orden disperso es porque los pa¨ªses que lo forman son muy diferentes. Pero nada est¨¢ hecho, nada es irreversible y nada permite pensar que los cambios se har¨¢n sin grandes conmociones. No es seguro que en la URSS Gorbachov y los partidarios actuales de la reforma acaben imponi¨¦ndose de manera definitiva. No es seguro que en Polonia se consolide el Gobierno y que los a partidos que lo forman sean los que acaben prevaleciendo. No es seguro que en Hungr¨ªa el nuevo Partido Socialista pueda seguir encabezando la reforma y que la hegemon¨ªa pol¨ªtica quede en manos del socialismo democr¨¢tico. Y, finalmente, no es seguro el camino que va a tomar la reforma en la Alemania del Este ni cu¨¢les van a ser sus consecuencias globales para toda Alemania. Y aunque la reunificaci¨®n puede tardar y es seguro que ser¨¢ muy compleja, el problema pol¨ªtico de la hegemon¨ªa ya est¨¢ planteado y no se puede posponer.
En Alemania Occidental est¨¢ resurgiendo una derecha racista y totalitaria, y en el seno de la propia Democracia Cristiana son muchos los dirigentes y hasta los ministros del actual Gobierno que claman por una nueva gran Alemania como potencia hegem¨®nica en Europa. Uno de los principales consejeros pol¨ªticos del canciller Kohl lo expresaba gr¨¢ficamente hace unas semanas cuando dec¨ªa que quiz¨¢ en el futuro Estados Unidos se ocupar¨¢ de controlar lugares como Am¨¦rica Central, y los alemanes, de controlar la Europa del Este. Y tampoco se puede olvidar que el territorio de la RDA coincide b¨¢sicamente con la vieja Prusia, la zona de tradici¨®n m¨¢s militarista y autoritaria de Alemania. Finalmente, hay que recordar que en los pa¨ªses del Este existe en estado latente una derecha radical, nutrida de un anticomunismo mucho m¨¢s duro y visceral que el de su hom¨®loga de la Europa occidental y con fuertes elementos de integrismo religioso, de racismo de nacionalismo excluyente.
Pero esta derecha puede ser derrotada si el socialismo de mocr¨¢tico en el occidente eu ropeo es capaz de convertirse en el punto de referencla princi pal de los reformistas del Este, es decir, si conecta de nizmera creadora con los esfuerzos de ¨¦stos y entre ambos censiguen impedir que el hundlimento del comun¨ªsmo como sistema e, ideolog¨ªa deje el terreno como libre para la irrupci¨®r, de las tendencias m¨¢s derechistas. En el caso de Alemania Oceldental, el Partido Socialdeni¨®crata Alem¨¢n (SPD) puede y (Jebe ser un elemento decisivo para en cauzar hacia la socialdemocra cia las energ¨ªas ahora liberadas en la RDA. Y tambi¨¦n los verdes pueden y deben tener un papel importante. A su vez, los acon tecimientos pol¨ªticos de las ¨²ltimas semanas en la RDA pare cen demostrar que existen bases suficientes para la coinci dencia entre las fuerzas progresistas de uno y, otro lado. Las encuestas de opini¨®n que se em piezan a conocer, el tono mismo de las protestas masivas de los que afirmaban con orgullo que ellos "se quedaban" y las actitudes pol¨ªticas de las altas Jerarqu¨ªas de las confesiones protes tantes coinciden en la exigencia de un socialismo dernocr¨¢tico capaz de mantener en democracia las principales conquistas sociales ya existentes y de hacer frente a las consecuencias m¨¢s negativas de la econom¨ªa de libre mercado y del neoliberalismo, como el paro masivo, la marginaci¨®n social y el racismo.
?sta va a ser, pues, la batalla del futuro inmediato en la RDA, en toda Alemania y, en toda Europa. Su resultado nos concierne a todos, porque en ella, como en todos los dem¨¢s cam bios del Este, se decide c¨®mo ser¨¢ la Europa del futuro en un mundo en el que los problemas principales ser¨¢n cada vez m¨¢s la lucha de los pa¨ªses pobres y subdesarrollados contra la injusticia y la desigualdad, la lucha contra las nuevas injusticias y marginaciones en los pa¨ªses desarrollados, la lucha por la paz, la lucha por un medio ambiente sano y la lucha por la igualdad y la tolerancia en una sociedad multirracial y multiconfesional.
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