Un vasco m¨¢s
El atentado contra los diputados electos de Herri Batasuna devuelve a la actualidad, seg¨²n el autor, la presencia del fascismo, esa realidad larvada que cuando asoma depara sorpresas tr¨¢gicas. El rigor de los aparatos del Estado para esclarecer el crimen y la serenidad de HB son piezas claves para encauzar este momento crucial y lograr que se reanude el di¨¢logo interrumpido en Argel.
Seg¨²n fuentes fiables, en v¨ªsperas de los fusilamientos del 25 de septiembre de 1975 el viejo dictador expres¨® a sus ministros una petici¨®n personal, que naturalmente fue atendida, sobre las cinco ejecuciones previstas. "Necesito un vasco m¨¢s", habr¨ªa dicho para equilibrar la ejemplaridad de una condena que hasta entonces afectaba a un militante de ETA y a cuatro izquierdistas. Fuera o no ver¨ªdica la an¨¦cdota, lo cierto es que sus fieles parecen comprometidos en seguir cumpliendo los deseos del general y con la puntualidad de un gui¨®n del cine negro. Hace cinco a?os, la v¨ªctima fue Santi Brouard, y ahora les ha llegado el turno a los parlamentarios de Herri Batasuna, justo al borde de que cumplieran el significativo paso de una incorporaci¨®n a las instituciones.Desesperaci¨®n
Personalmente experimento ante este asesinato pol¨ªtico la misma sensaci¨®n de desesperaci¨®n e impotencia que sintiera aquella interminable noche de septiembre, que hab¨ªa de repetirse en otras ocasiones con la muerte de Yoyes, de Carmen Tagle, de Santi Brouard, de tantas v¨ªctimas m¨¢s, civiles y militares. Ante las amenazas proferidas contra Imanol o ante las que unos energ¨²menos lanzaron ayer noche, tras el atentado, contra los supervivientes de Herri Batasuna. No se trata de una posici¨®n de equidistancia, pero tampoco de sucumbir al .manique¨ªsmo: la democracia no puede dar el paso que franquea el ingreso a la barbarie en nombre de la defensa de las leyes y de las instituciones.
Resulta perfectamente posible condenar sin paliativos el terrorismo de ETA, rechazar de plano la connivencia de Herri Batasuna y exigir al mismo tiempo que la defensa de la democracia se haga a trav¨¦s de la democracia. Un poco como aquel se?or de Malesherbes, de quien hablaba en mis tiempos de estudiante universitario el profesor D¨ªez del Corral, quien habi¨¦ndose opuesto desde posiciones parlamentarias al absolutismo de Luis XVI, asumi¨® m¨¢s tarde su defensa y dej¨® por ello la cabeza en la guillotina. Tal vez se trata de una posici¨®n inc¨®moda y poco agradecida, pero parece la ¨²nica moral e intelectualmente digna ante el caso que nos ocupa. L¨®gicamente ello lleva a subrayar la autodescalificaci¨®n de aquellos que ven s¨®lo inhumanidad cuando los muertos son los propios, reservando el silencio para los ajenos. Del mismo modo, supone la confrontaci¨®n abierta con la estrategia de terrorismo y autodestrucci¨®n de Euskadi impulsada por ETA, as¨ª como la cr¨ªtica te¨®rica abierta de quienes, desde el fundador Sabino Arana Goiri a sus ep¨ªgonos radicales de hoy, s¨®lo han encontrado para la afirmaci¨®n nacional vasca un camino plagado de arca¨ªsmo e irracionalidad. Pero tambi¨¦n implica otra confrontaci¨®n, en el plano pol¨ªtico, con quienes se niegan a asumir que esa construcci¨®n nacional vasca constituye hoy una precondici¨®n para la democracia, no s¨®lo en Euskadi, sino en toda Espa?a. Y sobre todo obliga a un estricto cumplimiento de las reglas de juego del Estado de derecho, superando definitivamente, por activa y por pasiva, el legado de una ¨¦poca dictatorial en que la irracionalidad del poder pol¨ªtico desencaden¨® el juego de la muerte, cuyas manifestaciones m¨¢s recientes son los ¨²ltimos atentados.
Garant¨ªas
En una palabra, la grandeza y la servidumbre de una democracia en la lucha antiterrorista consiste en el mantenimiento de un sistema de garant¨ªas jur¨ªdicas de que eventualmente puede beneficiarse el adversario. Ha de contestar a la guerra con el Derecho, y ello es tambi¨¦n tanto m¨¢s dif¨ªcil cuando los instrumentos para la acci¨®n estatal son herencia de una ¨¦poca caracterizada precisamente por la violaci¨®n sistem¨¢tica desde los aparatos coercitivos de los derechos de quienes se opon¨ªan o simplemente disent¨ªan de la dictadura. La tentaci¨®n de la guerra sucia fue as¨ª demasiado fuerte, y tanto en el caso Amedo como tras el asesinato de Brouard, si algo hubo claro fue que la opci¨®n del Gobierno de Gonz¨¢lez consist¨ªa ante todo en proteger ese aparato coercitivo de toda investigaci¨®n judicial en profundidad. As¨ª, la cohesi¨®n interna del sistema de poder qued¨® garantizada, pero a costa de arrojar una peligros¨ªsima sombra sobre la juridicidad de los actos del propio Estado. Y de paso, ante el reciente atentado, se legitima la desconfianza frente a los procedimientos regulares de investigaci¨®n y enjuiciamiento. Si en los antecedentes citados el Gobierno ha interpuesto una barrera infranqueable a la investigaci¨®n, ?por qu¨¦ iba a levantarla ahora si la luz arrojada por la labor judicial apunta demasiado alto? Aquellos polvos aportan estos Iodos. Y aqu¨ª no vale traer a cuenta la irracionalidad ajena: ETA no justifica GAL.
El atentado del Basque devuelve actualidad adem¨¢s a un tema casi olvidado: el fascismo. Los pa¨ªses de Europa occidental intentan desesperadamente olvidar desde 1945 (nosotros desde 1975) que el fascismo ha sido un componente real y tr¨¢gico de su historia reciente. Tratan de situarlo en un pasado lejano y luego se sorprenden al reencontrarlo, en la forma de lepenismo, de liberales de Carintia o de republicanos de la Alemania Occidental. Hsta entonces resulta incluso de mal gusto evocar su posible resurrecci¨®n, pero lo cierto es que el olvido de su presencia embrionaria suele deparar casi siempre desagradables sorpresas. Sin ir m¨¢s lejos, en Madrid, hace pocas semanas, hemos bordeado con fortuna la tragedia con ocasi¨®n de un partido de f¨²tbol internacional, cuyos "responsables" intentaron transformar en un "infierno deportivo". Es como si una vez desacreditadas sus formaciones pol¨ªticas, tras el desastre de 1982, los fascismos residuales se cobijasen en la geograf¨ªa de los distintos ultras. Y nadie les presta atenci¨®n cuando por un azar no hay muertos. Se reproduce as¨ª el signo de menosprecio que siempre el poder estatal ha sentido hacia esos buenos chicos de extrema derecha, hasta el momento en que est¨¢n suficientemente organizados y nada hay que hacer entonces, sino sufrir su terror. Volviendo la vista atr¨¢s, ya en la II Rep¨²blica, el fascismo de masas fracas¨® en Espa?a, pero su debilidad se vio compensada por las agrupaciones de practicantes de la dial¨¦ctica de "los pu?os y las pistolas" con el concurso de los agentes efectivos de fascistizaci¨®n, protagonistas al fin del 18 de julio. En otras coordenadas hist¨®ricas, los sucesos del lunes demuestran que, con uno u otro origen, es en el n¨²cleo terrorista paramilitar donde se centra el principal riesgo de un resurgimiento fascista. Por ahora, en apariencia, f¨¢cil de suprimir, pero hace falta voluntad pol¨ªtica para ello.
Rigor y serenidad
Porque lo ocurrido no es ni simple "tiroteo", seg¨²n anunciara en la noche del d¨ªa 20 la siempre d¨®cil Televisi¨®n Espa?ola, ni desde luego un suceso "deleznable" (esto es, de importancia secundaria, fr¨¢gil, poco consistente), como sin duda el pobre manejo del idioma hizo decir a la portavoz del PSOE. Estamos en un momento crucial, en el que el rigor en la actuaci¨®n gubernamental y la serenidad de Herri Batasuna son los principales interlocutores. Si est¨¢n ambos a la altura de las circunstancias, de la tragedia debe surgir precisamente aquello que quisieron impedir los asesinos: el relanzamiento de un proceso de negociaci¨®n que devuelva a todos las esperanzas quebradas por la confusa ruptura de Argel. Tendr¨ªamos as¨ª, por fin, evocando la expresi¨®n de otro vasco, paz en la guerra.
es catedr¨¢tico de Historia, del Pensamiento Pol¨ªtico de la, Universidad Complutense de Madrid.
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