Occidente tiene la palabra
Suele decirse que en Alemania nunca ha tenido lugar una revoluci¨®n y se olvida que una de las grandes revoluciones europeas comenz¨® precisamente en este pa¨ªs: la reforma de Mart¨ªn Lutero . Los mismos cr¨ªticos han afirmado siempre que los alemanes eran incapaces de hacer una revoluci¨®n, ?pero es eso cierto??Acaso no somos hoy testigos de c¨®mo se conquistan en las calles de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA), con decisi¨®n y prudencia, sin derramamiento de sangre ni violencia, unos cambios profundos que no lograron conseguir aquellos que durante d¨¦cadas confiaron en una pol¨ªtica de fuerza? En ninguna revoluci¨®n de la historia la relaci¨®n coste-beneficio -si se nos permite emplear aqu¨ª este t¨¦rmino comercial- ha sido tan extraordinariamente favorable, tan ¨®ptima como en estas semanas en Berl¨ªn, Leipzig y Dresden.
La revoluci¨®n en la RDA contin¨²a a su manera lo que comenzaron Polonia y Hungr¨ªa, que en estos pa¨ªses fue posible gracias a la nueva imagen del mundo de Gorbachov. El impulso inicial parti¨® sin duda del Este. Parti¨® del Este, pero est¨¢ transformando en un fulminante proceso secular Europa entera, quiz¨¢, al final, el inundo.
Para la mayor¨ªa de nosotros la historia era hasta ahora lo que registraban los historiadores en los libros. Hoy vemos c¨®mo se forma ante nuestros ojos la materia prima de la historia. Barro en la mano del alfarero podr¨ªa ser, ?pero d¨®nde est¨¢ el maestro que ayude a modelar este material con fantas¨ªa y creatividad? A veces parece corno si muchos de los llamados hombres de Estado de Occidente no hubiesen comprendido la importancia de lo que est¨¢ sucediendo hoy.
Nos acercamos al final de un siglo que estuvo marcado por cat¨¢strofes inauditas: dos guerras mundiales, el holocausto, Hiroshima, Hitler, Stalin... Parece que entre tanto las ideolog¨ªas, los dogmas y las emociones han sido sustituidos por un poco m¨¢s de pragmatismo. Es posible que ahora se cumplan las grandes esperanzas de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Pero tambi¨¦n existe el peligro de que todo se venga abajo si Occidente no se decide a prestar ayudas generales. Podr¨ªa crearse un mundo nuevo, pero falta el creador.
En Occidente se tiende a contemplar con satisfacci¨®n el desastre econ¨®mico del comunismo, y se ve en ¨¦l la prueba de la propia superioridad. Pero un producto social superior, unas tasas de crecimiento y unas rentas per c¨¢pita superiores no pueden ser los ¨²nicos baremos importantes. La satisfacci¨®n de haber triunfado en ese terreno no deber¨ªa anular nuestro sentido para la importancia de los cambios hist¨®ricos y la conciencia de la propia responsabilidad.
Uno tiene la impresi¨®n de que para algunos Gobiernos occidentales su nivel de vida se ha vuelto tan importante y valioso que, alegando que "primero hay que ver c¨®mo evolucionan los europeos del Este", retrasan la ayuda sin la cual aqu¨¦llos no pueden llevar a cabo el proceso de reformas que les traer¨¢ la libertad y la democracia. ?C¨®mo se puede explicar, si no, que el Reino Unido ofrezca a Polonia, de cuya recuperaci¨®n, tras d¨¦cadas de mala gesti¨®n comunista, depende el destino de Europa -y, por cierto, tambi¨¦n el de Gorbachov-, solamente 25 millones de libras esterlinas repartidas en cinco a?os para fondos de know how? (esta cantidad equivale a la quinta parte de lo que gasta la ciudad de Hamburgo, con 316 millones de marcos, para su recogida de basura). ?O que el presidente Bush, en su visita a Varsovia -bien entendido, despu¨¦s de las elecciones celebradas all¨ª, es decir, tras el triunfo de la oposici¨®n cristiana sobre el partido comunista-, haya concedido 100 millones de d¨®lares, adem¨¢s de cuatro millones de ayuda t¨¦cnica y 15 millones para un programa de protecci¨®n del medio ambiente? Bush pronunci¨® un discurso caluroso lleno de afirmaciones elevadas y solemnes, pero las promesas materiales fueron mezquinas.
Polonia ha pedido 1.000 millones de ayuda econ¨®mica occidental para la estabilizaci¨®n del nuevo Gobierno. En vista de ello, el presidente ha solicitado 200 millones del Congreso para este fin. Esta suma le pareci¨® tan desproporcionadamente baja al propio Congreso que tiene intenci¨®n de elevarla. Ante las numerosas objeciones, el senador dem¨®crata George Mitchell constat¨®: "Parece como si el Gobierno a?orase volver a la guerra fr¨ªa".
El ministro de Comercio de Estados Unidos, Robert Mosbacher, declaraba todav¨ªa en octubre que hasta que no existiesen m¨¢s pruebas del ¨¦xito de Polonia y Hungr¨ªa, la OTAN no deber¨ªa suavizar las condiciones para la exportaci¨®n de bienes tecnol¨®gicos; el viceministro de Asuntos Exteriores, Eagleburger, deneg¨® incluso la concesi¨®n de garant¨ªas para las inversiones privadas (para las que Bonn ofrece 3.000 millones de marcos); le preocupa que los miembros europeos de la OTAN puedan excederse en el intento de ayuda a Gorbachov en sus reformas. Y ¨¦sa no es la misi¨®n de la pol¨ªtica exterior occidental: "Nuestra misi¨®n es desarrollar una pol¨ªtica quecest¨¦ el servicio de nuestros intereses, independientemente de que Gorbachov tenga ¨¦xito o se hunda". Todav¨ªa en mayo de este a?o, el portavoz de la Casa Blanca llamaba a Gorbachov despectivamente drugstore cowboy: "Todo palabrer¨ªa y ning¨²n hecho" ("All talk and no dell very"). Finalmente, el celebre vicepresidente Quayle declar¨® hace unas semanas: "Que se reformen ellos mismos [aludiendo a los polacos y los h¨²ngaros]". S¨®lo el ministro de Asuntos Exteriores, Baker, parece ser consciente de la oportunidad hist¨®rica.
Va siendo hora de que la Comunidad Europea agarre la ocasi¨®n por los pelos (despu¨¦s de todo, est¨¢ en juego el 17tituro de Europa). Es muy meritorio que el presidente Frangois Mitterrand haya reunido resueltamente al Consejo Europeo de los 12 jefes de Estado de la CE antes de que se celebre el encuentro entre Bush y Gorbachov del 2 y 3 de diciembre. No est¨¢ justificado que las viejas superpotencias decidan sobre Europa sin que Europa haga o¨ªr su voz.
Mitterrand deber¨ªa proponer al Consejo Europeo un programa de ayuda para la renovaci¨®n econ¨®mica y tomar una resoluci¨®n. En este prograrna, la Comunidad Europea debe: ofrecer a todos aquellos Estados del Este de Europa que han emprendido el camino de la reforma y del pluralismo pol¨ªtico una ayuda extraordinaria a lo largo de tres a?os. Actualmente, s¨®lo Polonia y Hungr¨ªa entran en consideraci¨®n como beneficiarios. Pero en el caso de que durante 1990 la RDA se pase, como cabe desear, a unas elecciones libres y al pluralismo pol¨ªtico, la oferta deber¨ªa hacerse tambi¨¦n extensiva a ella y quiz¨¢ incluso a Checoslovaquia.
Los principales elementos podr¨ªan ser:
1. Subsidios y cr¨¦ditos de bajo inter¨¦s a largo plazo por un total de hasta 5.000 millones de ECU (10.000 millones de marcos, aproximadamente) durante tres a?os, es decir, un total de hasta 15.000 millones de ECU. La gesti¨®n correr¨ªa a cargo de la CE en Bruselas, de la Comisi¨®n o de una agencia creada al efecto.
2. Inmediata puesta en marcha de una consolidaci¨®n a largo plazo -con una amplia condonaci¨®n- de las antiguas deudas en moneda fuerte, bajo los auspicios de la CE.
3. Los cr¨¦ditos y los subsidios deben concederse a los Estados beneficiarios de acuerdo con proyectos acordados. Para este fin se establece en cada Estado beneficiario un instituto de cr¨¦dito de inversi¨®n al que corresponde tomar las decisiones en cada caso. La Comisi¨®n-CE se reserva el derecho de control sobre su utilizaci¨®n.
Estos cr¨¦ditos deben devolverse al instituto de cr¨¦dito de inversi¨®n en la moneda nacional, no en ECU. El instituto volver¨¢ a conceder cr¨¦ditos de inversi¨®n (en moneda nacional) de los fondos amortizados, como sucedi¨® hace 40 a?os con los fondos del Plan Marshall.
4. Una suma limitada puede ser dedicada para ayuda en productos alimentarios durante el invierno de 1989-1990.
5. Los 12 Estados de la CE participan en el financiamiento; los Estados altamente industrializados, especialmente la Rep¨²blica Federal, en mayor proporci¨®n.
6. Estados Unidos, Jap¨®n, Canad¨¢ y los Estados europeos de la Asociaci¨®n Europea de Libre Comercio (EFTA) -sobre todo, Suecia, Suiza, Austria y Noruega- son invitados a participar.
7. Aparte de la ayuda financiera, la CE hace un llamamiento a las empresas de econom¨ªa privada para que participen ampliamente: empresas mixtas con un 49%. en manos de los socios de la Europa occidental y un 5 1 % en manos de las instituciones y firmas de los Estados beneficiarios, para vencer los recelos a una invasi¨®n de capital extranjero.
8. Al mismo tiempo, ofertas privadas para organizar cursos de formaci¨®n de empresarios y trabajadores de Europa del Este en firmas de Europa occidental, etc¨¦tera.
Mientras la Uni¨®n Sovi¨¦tica siga destinando grandes partes de su producto social a fines militares, s¨®lo podr¨¢ recibir cr¨¦ditos normales no subvencionados de la econom¨ªa privada. La reducci¨®n del gasto militar sovi¨¦tico constituye para Gorbachov una clave de importancia decisiva para el ¨¦xito de la perestroika. Y del ¨¦xito de Gorbachov depende el ¨¦xito de los procesos de reforma en los dem¨¢s Estados de Europa del Este. Por eso se impone hoy urgentemente la necesidad de un desarme acordado: las probabilidades de alcanzarlo son hoy m¨¢s grandes que nunca gracias a las resoluciones previas del acuerdo sobre misiles de medio alcance.
En su encuentro mediterr¨¢neo, el presidente Bush y el presidente Gorbachov deben encontrarse sobre la mesa con un llamamiento del Consejo Europeo. Mitterrand deber¨ªa invitar en nombre del Consejo a los dos presidentes a que aceleren sus negociaciones sobre los tres acuerdos de la reducci¨®n de armas convencionales, qu¨ªmicas y nucleares estrat¨¦gicas, de manera que puedan firmarse antes de que concluya 1990.
Est¨¢ claro que los acuerdos de desarme deben salvaguardar el equilibrio militar. Est¨¢ claro que Gorbachov tiene que poder sentirse seguro de que Occidente no pretende la disoluci¨®n del Pacto de Varsovia. Y tambi¨¦n est¨¢ claro que nosotros debemos cuidar de que la Alianza Atl¨¢ntica siga intacta. Pues ni el Este ni el Oeste pueden saber c¨®mo evolucionar¨¢n las cosas a medio plazo si no se aprovecha la oportunidad hist¨®rica de las reformas y el desarme. La cuesti¨®n d¨¦ las posibilidades de un futuro techo com¨²n para ambas partes del pueblo alem¨¢n puede quedar actualmente abierta, pues los ciudadanos de la RDA tienen de momento otras preocupaciones mucho m¨¢s urgentes.
Con indecisi¨®n, con un mezquino esp¨ªritu mercantil y unos horizontes pequefloburgueses no se puede aprovechar la situaci¨®n mundial actual y sus posibilidades ¨²nicas. Franz Josef Strauss hablar¨ªa con desprecio y burla de los "ratones Mickey que roen actas en los Gabinetes occidentales". Nosotros hab¨ªamos imaginado la fogosidad occidental -la fogosidad del esp¨ªritu, no la de los misiles- de una manera bien distinta: audaz en sus proyectos, generosa a la hora de actuar y, sobre todo, profundamente motivada por la convicci¨®n de que luchamos por los derechos humanos, la libertad y el pluralismo, porque Occidente se siente comprometido con el modelo de sociedad de los dem¨®cratas tolerantes y humanos. ?Pero es ¨¦sta realmente la imagen que ofrecemos hoy a las personas del Este que luchan al borde del abismo econ¨®mico por la supervivencia de sus reformas?
Cada sistema tiene sus propias tentaciones. En el Este fue el abuso del poder ilimitado. En Occidente parece ser el ego¨ªsmo del bienestar que se gu¨ªa por el lema: "Dejad que los del otro lado resuelvan sus propios problema!; nosotros, en todo caso, lo hemos hecho bien". Si nosotros -Occidente en generalno vemos la oportunidad, y adem¨¢s r¨¢pidamente, fracasar¨¢ la reforma en el Este de Europa. ?Qu¨¦ responsabilidad! ?Nos estamos dando realmente cuenta de ello?
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