El dualismo
Dos Alemanias; dos Europas; dos superpotencias; dos Alianzas. Hay un dualismo pendiente en este deshielo hist¨®rico que contemplamos en la noticia cotidiana. Importa observar con atenci¨®n el c¨²mulo de episodios yuxtapuestos y superpuestos que se suceden a ritmo vertiginoso.El caso de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemanania sido quiz¨¢ el m¨¢s sugestivo. La fractura del herm¨¦tico muro de Berl¨ªn y de la frontera entre las dos Alemanias ha suscitado, l¨®gicamente, el tema de la fusi¨®n o integraci¨®n de la naci¨®n germana en una sola identidad estatal. Nadie en el llamado Occidente pol¨ªtico deja de reconocer ese futuro proceso como algo l¨®gico y natural. Pero cualquier observador comprende tambi¨¦n que su realizaci¨®n no puede llevarse a cabo con urgencias sin suscitar con ello reparos, objeciones y temores de toda ¨ªndole.
Tiempo al tiempo
La partici¨®n de Alemania -y de Berl¨ªn- no fue el resultado de un tratado de paz, sino de un reparto de jurisdicciones ocupacionales, entre los aliados vencedores de la II Guerra Mundial. Ni tampoco las nuevas fronteras del Este de Reich con Polonia fueron objeto de tratado formal. As¨ª las cosas, hay que dar tiempo al tiempo y reconocer que el pueblo alem¨¢n tiene derecho a su autodeterminaci¨®n definitiva. Una Alemania futura, de 80 o 90 millones de habitantes con gran poder¨ªo econ¨®mico y productivo, ?puede desequilibrar la Comunidad Europea? S¨ª y no. Es decir, seg¨²n el grado de unificaci¨®n integradora que haya logrado la Comunidad. Tiene raz¨®n Jacques Delors al apostar ahora por la aceleraci¨®n del ritmo unificador comunitario. Detenerse ser¨ªa tanto como abrir una serie de brechas en la unanimidad, tan precaria y trabajosamente lograda.La Comunidad Europea es un motor que se propone dinamizar la condici¨®n europea de los pa¨ªses democr¨¢ticos. Su fuerza reside en la capacidad de progreso y modernidad de sus estructuras y en el h¨¢lito de libertad -y de libertades- con que funciona su vida p¨²blica.
Casa y terreno
?Hay dos Europas? Gorbachov ha lanzado el eslogan de "la casa com¨²n europea". ?Es ello un proyecto definido y viable o un bander¨ªn de enganche para superar las diferencias sustanciales? Una casa com¨²n requiere la existencia de un terreno de caracter¨ªsticas id¨¦nticas en cuanto al suelo sobre el que se ha de edificar. Es decir, sistema democr¨¢tico; sufragio universal; pluralismo y libertades efectivas.Durante 40 a?os las dos Europas han estado antag¨®nicamente contrapuestas, como rivales ideol¨®gicos y con sus armazones militares enfrentados. La pausa de Helsinki abri¨® t¨ªmidamente el camino a un acercamien to que nunca estuvo maduro. El coraje c¨ªvico de Gorbachov ha sido el verdadero causante del terremoto institucional que dentro de la Uni¨®n Sovi¨¦tica ha tenido lugar en estos ¨²ltimos a?os. Ha sido, probablemente, el escaso o nulo resultado de la pol¨ªtica econ¨®mica seguida durante tantos a?os el que ha empujado al l¨ªder sovi¨¦tico a realizar las reformas en profundidad del sistema productivo interior, por ineficaz y negativo.
La traca sorprendente que va desmontando, uno a uno, casi todos los Gobiernos de los pa¨ªses del Pacto de Varsovia para convertirlos, poco a poco, en rep¨²blicas de sufragio libre y plural no deja de ser un espect¨¢culo pol¨ªtico asombroso. Si alguien hubiera osado pronosticarlo hace cuatro a?os hubiera sido tachado de visionario o de irresponsable.
Uno de los altos responsables de la pol¨ªtica externa del Kremlin puntualiz¨® al producirse la perforaci¨®n del muro de Berl¨ªn que la Alemania del Este deb¨ªa, en cualquier caso, "seguir perteneciendo al Pacto de Varsovia". ?Ser¨ªa aplicable este criterio a todas las rep¨²blicas democratizadas? Y ello nos lleva a considerar, no la "casa com¨²n europea", sino el protagonismo de las dos superpotencias nucleares en este intenso y sorprendente proceso hist¨®rico. Ni Estados Unidos ni la Uni¨®n Sovi¨¦tica, los dos grandes vencedores de la II Guerra Mundial, pueden ser ajenos al itinerario y al desenlace de lo acontecido y de lo que ocurra en un pr¨®ximo futuro.
Ajedrez ruso
Los primeros d¨ªas del diciembre pr¨®ximo -mientras Espa?a estrena legislatura- el presidente Bush y el l¨ªder Gorbachov se re¨²nen en uno y otro nav¨ªos de sus todopoderosas flotas, anclados a honesta distancia, en aguas de Malta, la no alineada rep¨²blica mediterr¨¢nea. Di¨¢logo reservado, informal, sin testigos, abierto a la confianza, a las iniciativas, al tanteo, entre las dos superpotencias nucleares. Una cumbre m¨¢s, henchida de esperanzas.Los comentaristas hablan ya de Tilsit y del encuentro fallido de Napole¨®n y el zar Alejandro en la balsa del Niemen. Otros aluden a Rapallo y a sus desencantos diplom¨¢ticos posteriores, en el a?o 1992. Pero hay quien, como Sam Nunn, el senador norteamericano, ha lanzado la advertencia a Bush de que acaso el presidente sovi¨¦tico aparezca con la sorpresa de un proyecto de retirada escalonada, a lo largo de unos a?os, de sus ej¨¦rcitos desplegados en la Alemania Oriental y en otros pa¨ªses del Pacto de Varsovia a cambio de un repliegue norteamericano hom¨®logo en tierras de la Europa occidental. ?No es el ajedrez ruso el m¨¢s brillante y audaz que se juega en los tableros del mundo? ?No fue el comienzo del deshielo la propuesta repentina de Gorbachov, en la cumbre de Islandia y a un Reagan que no la esperaba, de un acuerdo mutuo de reducci¨®n de los armamentos nucleares estrat¨¦gicos de ambas potencias?
Al final de ese complejo panorama dualista que comento hay otro problema, acaso el fundamental, del que todav¨ªa no se habla demasiado: el porvenir de las dos alianzas hostiles: la OTAN y el Pacto de Varsovia. ?Y si todo ello fuera que nos hallamos en un lento pero decisivo proceso hacia un desarme progresivo no s¨®lo de las alianzas, sino de los esp¨ªritus; una decadencia del t¨¦rmino los enemigos hereditarios; un punto final al equilibrio del terror; una renuncia a la militarizaci¨®n del espacio; un respeto universal al m¨¢s importante de los derechos humanos -olvidado en el 89 franc¨¦s-, el derecho a la paz?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Reunificaci¨®n
- Mijail Gorbachov
- RFA
- Opini¨®n
- Muro Berl¨ªn
- Diplomacia
- Unificaci¨®n alemana
- OTAN
- URSS
- Tratados desarme
- Bloques pol¨ªticos
- Alemania
- Bloques internacionales
- Relaciones internacionales
- Estados Unidos
- Partidos pol¨ªticos
- Pol¨ªtica exterior
- Conflictos pol¨ªticos
- Segunda Guerra Mundial
- Armamento
- Defensa
- Historia contempor¨¢nea
- Historia
- Organizaciones internacionales
- Relaciones exteriores