Juguetes
El a?o que viene, por estas fechas, no habr¨¢ en televisi¨®n publicidad dirigida a los ni?os. Lo habr¨¢n pedido las autoridades religiosas por respeto a la figura de los Magos de Oriente o de Santa Claus. Lo habr¨¢ pedido el Unicef, consciente de que, adem¨¢s de tarjetas, debe hacer algo por acortar la distancia entre los ni?os que mueren de hambre y los que mueren de aburrimiento rodeados de objetos que no resultaron ser tan fascinantes como sus anuncios. Lo habr¨¢n pedido los sindicatos obreros, porque ya es bastante duro ver moderadas tus reivindicaciones salariales como para que encima te recuerden, a trav¨¦s de tus propios hijos, lo que no puedes comprar.Lo pedir¨¢n colectivos de maestros y claustros de facultades de Pedagog¨ªa argumentando que la sobreabundancia de juguetes limita la capacidad de creaci¨®n y de imaginaci¨®n de los ni?os y las ni?as. Lo pedir¨¢ cualquier adulto testigo de la innecesaria frustraci¨®n de una criatura que no ha conseguido porque ha sido malo, porque sus padres son pobres o porque sus padres son taca?os- el artefacto de moda que todos, todos, los ni?os tienen. Lo pedir¨¢n las asociaciones de mujeres, hasta el mo?o de tanta insistencia en que la crianza es cosa de mujeres s¨®lo y de que las mujeres s¨®lo sirven para la crianza y la peluquer¨ªa. Lo pedir¨¢n padres y madres que ven saboteados sus esfuerzos por invitar a sus hijas a participar en la ciencia y en la tecnolog¨ªa, y a sus hijos, a iniciarse en la ternura y asumir los cuidados de la casa.
Espero que lo pidan tambi¨¦n los publicitarios por verg¨¹enza profesional. Porque aqu¨ª no puede hablarse de informaci¨®n, sino de comida de coco. Porque el ni?o no es invitado a elegir, sino estimulado a exigir o chantajear hasta conseguir el objeto cuyas excelencias cantan otros ni?os, prestigiosos ya por el simple hecho de salir en la tele. O condenados a llorar por no haberlo conseguido. Tomen esto como una carta a los Reyes Magos. Ya hay bastantes formas de hacer sufrir a los ni?os. Quiten ¨¦sta.
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