Max Weber, oculto tras los t¨®picos
Celebrado en Madrid un coloquio hispano-alem¨¢n sobre la actualidad del pensador
Max Weber, el pensador alem¨¢n m¨¢s importante en el gozne que gira entre el siglo XIX y XX, busca su sitio en la historia de las ideas: ?historiador, economista nacional o soci¨®logo?, ?l¨²cido analista de una democracia venida a menos o c¨ªnico defensor del orden establecido? Sobre estos y otros interrogantes organiz¨® el Instituto Alem¨¢n un ciclo de conferencias sobre La actualidad del pensamiento de Weber, celebrado en Madrid la semana pasada.[El coloquio hispano-alem¨¢n titulado La actualidad del pensamiento de Max Weber fue organizado por el Instituto Alem¨¢n en colaboraci¨®n con el Instituto de Filosof¨ªa del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas y la Universidad Complutense de Madrid.]
Como tantas otras figuras consagradas, el Weber real est¨¢ sepultado en t¨®picos como, por ejemplo, "la indiferencia respecto a los valores". Contra ellos parte en guerra W. Hennis en una desmitificadora ponencia. Los francfortianos han popularizado la imagen de un Weber positivista, conservador, cuando no precursor, del fascismo con aquello de que la raz¨®n moderna s¨®lo se atiene a conseguir las metas sin que le importe mucho ni poco d¨®nde se coloque el final de etapa. Nada de eso, dice Hennis. Es por respeto a la moral por lo que asuntos tan serios como decidir los fines y asentar valores no se puede dejar en manos de la ciencia.
Si algo tan fundamental ha podido ser olvidado y tergiversado es porque se ha perdido el contexto del discurso weberiano. Todo empez¨® en una disputa local sobre si reconvertir industrialmente Ostelben -con lo que se desarraigaba y empobrec¨ªa a los campesinos, pero se aumentaba la productividad- o se respetaban sus peque?as producciones. El criterio moral no pod¨ªa ser el de la mera Produktivit?t. La misma l¨®gica con los pol¨ªticos e intelectuales. Ante un exceso de ideologizaci¨®n nada como la asepsia de valores para que decida cu¨¢l: el oyente, el lector, el ciudadano.
W. Mommsen quiere saber el lugar en Weber de la historia, una preocupaci¨®n que nunca le abandon¨®. Lo suyo fue una investigaci¨®n cient¨ªfica de la significaci¨®n cultural de las estructuras socioecon¨®micas de la vida humana; una reconstrucci¨®n sistem¨¢tica de los grandes tipos hist¨®ricos de interacci¨®n social (la naci¨®n, la religi¨®n , etc¨¦tera), donde hay una parte de elaboracion cient¨ªfica, pero donde el sentido le pone el hombre, que dir¨ªa Nietzsche.
Tensi¨®n
Siempre esa tensi¨®n entre ciencia y decisionismo, una tensi¨®n que ven¨ªa dada por el objetivo que Weber pretend¨ªa: reconstruir procesos sociales y estructuras hist¨®ricas, pero desde el punto de vista de su significaci¨®n cultural. Las cr¨ªticas de positivista, unas veces, y de decisionista, otras, explica quiz¨¢ que s¨®lo Troeltsch haya continuado homog¨¦neamente su obra. Mommsen entiende que su complejo y ambicioso m¨¦todo puede a¨²n ser fecundo.De Weber se sabe que es un t¨¦cnico del proceso de burocratizaci¨®n, y Kafka, su m¨¢s despiadado cr¨ªtico. Para Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Garc¨ªa, ambos son dos consumados cr¨ªticos, uno desde la ciencia y el otro desde la literatura, del proceso organizativo m¨¢s importante de la modernidad. Una ya larga tradici¨®n burocr¨¢tica germana, potenciada por el taylorismo, la moderna legislaci¨®n laboral, el intervencionismo estatal y los partidos de masas ponen en marcha un ej¨¦rcito de funcionarios, picapleitos, secretarios, tribunales, etc¨¦tera, sumamente peligroso.
"Las c¨¢rceles de la futura humanidad est¨¢n hechas de papeles de oficina", escribe Kafka. La primera v¨ªctima es el funcionario, que ha cambiado su alma por la seguridad anodina, pero tambi¨¦n lo es la revoluci¨®n, secuestrada al poco de nacer por el aparato. La burocracia se convierte literalmente en una m¨¢quina de tortura y exterminio. Lukacs, que no se lo tomaba en serio, acab¨® experimentando en sus propias carnes que "Kafka era un realista".
O¨ªr que la democracia s¨®lo nos permite optar entre amos y que es plebiscitaria porque lo que el pueblo elige es o bien un caudillo o bien un demagogo; que la pol¨ªtica es lucha por el poder, que el poder es la esencia de la libertad y de la verdad, bien pudiera entenderse como expresiones de una teor¨ªa c¨ªnica de la democracia.
Democracia
Es, sin embargo, el an¨¢lisis de Max Weber sobre el que habl¨® Ignacio Sotelo. Hay que reconocer, se?alaba, "que la cr¨ªtica weberiana de la democracia y su sustituci¨®n por una teor¨ªa elitista de la misma, se corresponde con la realidad de las democracias occidentales existentes".Muchos han utilizado el an¨¢lisis realista de Weber para legitimar ese tipo de democracia -Weber, no-. Pero, por si acaso, Sotelo hac¨ªa dos precisiones cr¨ªticas: la identificaci¨®n, tan hobbsiana, entre libertad y poder, cercena cualquier salida cr¨ªtica. Por otro lado, que el pensamiento pol¨ªtico de Max Weber culmine con la idealizaci¨®n del caudillo da que pensar, sobre todo cuando el caudillaje ha tenido lugar.
W. Schluchter, un consumado especialista del Weber soci¨®logo de la religi¨®n y que acaba de publicar un voluminoso trabajo sobre el particular (Religion und Lebsf¨¹hrung), explic¨® la metodolog¨ªa de las reconstrucciones hist¨®ricas de los fen¨®menos religiosos de Weber.
Ah¨ª intervienen elementos econ¨®micos, pol¨ªticos, religiosos, factores institucionales, plexos causales, etc¨¦tera. No establecen una relaci¨®n causal estable entre ellos, sino que conforman en cada fase distintas constelaciones con ¨®rdenes causales distintas. Hay resultados, Como la explicaci¨®n del origen protestante del capitalismo, que demuestran la fecundidad del planteamiento.
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